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« Previous Page Table of Contents Next Page »el his10riador Pérez, el más exacto y
ptincipiCldo a arder Gt anada, no pun-
cho y llegaron a las siete de la noche, poco más o menos, a una altura del camino, (1) y de allí, al volver la vista a la ciudad que acababan de abandonar, vieron el rojizo resplandor de una hoguero cuyas crepitantes llamas se elevaban muy aito Todo el mundo Iloroba, al contemplar el cuadro del pavoroso incendio
Las casas con todo su mobiliario, su ropo, sus p€(]ueños juguetes, habícm quedado allí¡ y todo ardía
furiosamente
Cuando la familia de mi madre tegresó a Granada, muchos meses después del incendio, encontra-
ron su hogar y el de los vecinos, convertido ell un monl ón de escombros y cenizas Nada de lo que había al
abandonarla, se
salvó
No sabemos a punto fijo el día en que principio el incendio
verídico de ese hecho, por haber llegado pocos días después de haber tualiza el dio que el incendio principió
Sólo afirma que él llegó o Granada el 24 de noviembre y que ya la ciudad estaba ardiendo Se su-
pone que el incendio comenzó el 23 del mismo mes, de acuerdo como afirmó Hcnningson, el día en que WaJ–
ker regresó a Glanada después de su segunda del/ oto en Masoya y entregó el mando a dicho jefe Lo cierlo
es que la ciudad estuvo ardiendo por más de die? días, no obstante las fuertes lluvias que en ese tiempo cayeron
Mientros la ciudad ardía, la batalla de Granada continuó hasta el 1'3 de diciembl e, día en que los filibusteros logroron romper el cerco que les había puesto los aliados ulJededor de lo iglesia de Guadalupe,
último reducto que tuvieron en su poder por más de veinte días, y lugar donde se libraron fUl iosos y sangrien– tos combotes, día y noche Los filibusteros casi aniquilados por el hambre, la peste del cólera que se desa–
rrolló en la ciudad y dentro de la iglesia, así como las fiebres que las atormenlaban, y por la cantidad de he ridos que mantenían dentro de la iglesia 10g10l0n, al fin, protegidos por la oscuridad de la noche y silencio–
samente, romper filas y salir a la costa del Lago
Al entrar los primeros soldados de las fuerzas alacan1es al edificio de lo iglesia de Guodolupe en
luinas¡ tuvieron que retroceder ante el horroroso cuadJO que presentaban sus naves, llenas de cadáveres de
hombres y de caballos, y del aire putrefacto que allí se lespiraba Hubo necesidad de incendiar el interior del edificio pala fumigCJI, en pCJI1e, aquella podredumbre de restos humanos y de animales, esparcidos por el
pavimento de la iglesia No se sabe cómo pudo mantenerse Henningsen tantos días en aquel apestoso am–
biente Es d§ suponer, que la actividad y audacia de los asaltos al edificio le impedía salir de ese reducto,
hasta que, como antes decíamos, en una noche oscuro, protegidos también por la incesante lluvia, abando– nOlon sigilosamente aquel infierno donde estaban siiiados, y pasaron¡ rápidamente, a las márgenes del lago
a tomar las lanchas que, en la costa les había prepCJI oda Walker para salvarlos de la muerte a que estaban
tedas expuestos dentro de la iglesia Rollins, tantas veces citado en estas páginas, pinta en vívidas palabras
las últimas horas de los filibusteros en Guadalupe
JfGrande cual era el edificio de la iglesia¡ no era con mucho un castillo, y con gran número de in– felices en su interior, aquello era un lugar desesperante tv\i1agrosamente, no contábamos aún entre nues– tros azotes con la viruela Recorriendo mi vista ante aquel panorama de miseria, dudé si no hubiese sido más caritativo colocar toda la pólvora en montones y volar por los aires aquella garita pestilente y dar por termina–
dos tantos sufrimientos
"Con el tiempo el resultado sería él mismo "El deseo general elo terminCIJ las hostilidades o
huir de la ciudad infecta"
y termina su patético corl1entario con este alegre grito "Por fin, llegó el auxilio mera suerte fué
la que nos salvó"
Henningsen¡ antes de embarcmse con sus derrotodas y maltrechas traros, mandó colocar en el Fuer tecito de la costa, una asta con una leyenda que dedo
Here Was Granada (Aquí fué Granada)
y en el informe que rindió el general Walker, le dice así
"Señor
"En la tarde del 23 de noviemb, e de 1856, 10m" roses ión del mando de la ciudad y fuel zas de Gra-
nada Sus órdenes fueron destruir Granada, y evacuar la ciudad con todas los almacenes, Clrtillería¡ enfe! mas soldados y familias ameJicanas y nativ<ls
Su orden ha sido obedecida Granada ha dejado de existir"
Incendió la ciudad; la redujo a cenizas y a un montón de humeantes I uinas, voló tres de sus igle– sias, y consumió con el fuego, las casas de sus habitantes, pera la ciudad, la hermosa y vieja ciudad fundada
en 1524 por Hernández de Córdoba la ciudad mós antiguo del continente, no dejó de exislir De sus hu
meantes ruinas volvió a surgir, como lo predijera su inspirado poeta, Juan Iribarren, en estas proféticas
estrofas
"De cenizas cubierta de ruinas
Quedará la invencible Granada,
(1) El cerrito de Posentepe
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