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« Previous Page Table of Contents Next Page »intención del Parfido Conservador al estable–
cer esa disposición constitucional que J a crElo
muy atinada; y tan estaba en lo cierto que desde la promulgación de esa Consfituci6n, el Gobierno ha tenido que vivir eIl un continuo
estado de "Emergencia Económica", que viene
prolongándose año con año, para de esta ,na– nera burlar eSe principio constitucional.
De ninguna manera la injención nuestra
fue la de itTIpedir las leyes de favorecimienlo a los trabajadores, como han dado en decirlo los adversarios del Partido Conservador.
Este Pacía de 1950 ha sido muy criticado por lodos los nicaragüenses de uno y otro par– tido, aún por los mismos conservadores. Y yo bien recuerdo que tuve que hacer una presi6n !TIuy fuerte deniro de los mismos dirigentes del Padido Conservador para que fuese acep– iado en la Directiva del Partido. En una se– si6n que tuvimos al respecto en rrü casa de ha· bilacl6n, recuerdo perfecía!TIente bien que el Dr. Manzaneres era entonces opuesto a esle acuerdo y no quiso formar paríe de la Mesa Directiva de esa Convenci6n en su calidad de Secretario de la Directiva Suprema; por lo cual ocup6 su lugar el Vice-Secre1arío de entonces, Dr. José Antonio Artiles.
Como hubo tanias conversaciones, direc–
.tas e indirecías, enlre el Gral. Somoza y yo, an– les de firmar ese acuerdo de 3 de Abril de 1950, como posteriormenle, para la elabora– ci6n de la Constituci6n, no puedo recordar
muchos deialles que son verdaderamente in–
teresan tes para la historia y el desarrollo po– Uiico de Nicaragua. Habían muchas personas que tnediaban con recados y rS.zones entré el Gral. Somoza y yo, tanto antes de la suscrip–
ción de ese Acuerdo, como después en el eur...
so de la redacción de la Conslituci6n. Desde luego, cuando yo me veía diredamente con el Gral. Somoza no podía hablar y iratar con él sobre cada uno de eslos aspectos que se arreglaron por medio de esos mediadores.
Yo llegué a estar perfeciamenle conven– cido de que estaba haciendo un bien al Par– tido Conservador y un bien a Nicaragua. El Gral. Somoza, según los rumores circulantes fi– dedignos, estaba bastante enfermo; y decía a algunas personas a fin de que lTIe lo llegaran a repetir a mí, como para que yo 10 supiera, que él deseaba que una vez que él desapare– ciera del escenario político, por una u otra cir· cunstancia, el Gobierno quedara en manos del Partido Conservador; porque él consideraba que el Partido Conservador era un partido de orden y de disciplina que controlaba la Naci6n cuando estaba en el poder. Y que de esta ma– nera sus bienes y propiedades quedaban ase– gurados, por que él creía que el Padido Con– servador, después de ese Acuerdo Político no podía aíeníar contra sus bienes, por vía de
confiscación, represalia o de aira manera. l\líás
bien lleg6 a expresar a mas de alguno que me lo repitió a mí de que tenía horror a que a él lo sucediera el Padido Liberal Independiente, pues a este le temía enormemente a que pu-
diera confiscar sus propiedades y hacer repre– salias contra él y contra su familia A esto se debi6 principalmente en que él insisii6 mu–
chísim.o en que no pusiéramos el derecho de
petici6n para las elecciones de 1950, a pesar de que yo había insinuado la posibilidad de abrirle esta puería al Partido Liberal Indepen– diente, con el cual había tenido ciertos nexos de uni6n el Padido Conservador. Pero ante
esas razones, que si es verdad que no me ias
expuso a mí directarnente el Gral. Somoza, pe– ro :me las hizo saber por medio de los inter =edimios, yo cedí a su exigencia de dejar fue– ra al Partido Liberal Independiente en esa elecci6n, creyencto fundadamente que debido
a muchas circunstancias el poder tendría que
caer en. manos del Parfido Conservador. .
Los dos hijos del Gral. Somoza eran en– :!onces unos jovencitos que no figuraban en política y vaya contar una anécdota que fue l'osterior a las elecciones de 1950, pero que viene al caso ahora que estoy relatando algu.
na rníni--rna parte de todas esas circunstancias
que se cruzaron durante el pacto de 1950. Y no es que quiera ocultar íodas esas circuns–
tancias e incidentes, sino que ya mí memo–
ria no me ayuda lo suficiente para poder– los lecordar de una sola vez. En una u otra
ocasión, cuando recuerdo algún incidente, en .
lances sí rememoro perfectarrlente bien alguna de las partes de las conversaciones que tuve Gon el Gral. Somoza o algunas de las inciden–
cias que rne di.jeron los intermediarios que ae.. ±uaron en esa ocasión..
Por ejernplo, cuando estábamos en la re· dacción de la Constituci6n, al llegar al Capí– lulo respecto a la prohibici6n de que no de bían ser Diputados los parientes del Presiden– te de la República dentro del cuario grado de
consanguinidad, lo cual era una disposición
constitucional que había figurado en todas las Constituciones anteriores, desde la de 1858, qu", yo recuerde y sepa, yo tnantuve ese prin– cipio y dije que esía era una disposici6n cons– íitucional que debía sostenerse y mantenerse sietnpre Sin embargo el Gral. SOlnoza empe–
zó a insislir muchísimas veces en convencer–
me que le diera mi consentimiento para apar– lar por esta vez esta disposici6n constitucio– nal en la nueva Cons1itución debido a que él deseaba, ,como un. favor personal, de que su hijo Luis fuera Dipu1ado en el Congreso Na· cional. Que su hijo Tachito estaba estudian– do para militar y que su hijo Luis no había propiamente 1erminado ninguna carrera, por lo cual él deseaba muy ardienlemente meter– lo en la polílica, enviándolo al Congreso, pues– io que su hijo Luis no mostraba inclinacione~
políticas, COIll.O era su deseo. Yo mantuve mI
negativa por más' de cinco veces que recibí es– ta insinuación por medio de los inter=edia–
rios. Una noche se apareció en n1.i casa de ha–
biiaci6n el Dr. Jesús SÉtnchez, (ya fallecido!' después de las diez de la noche, hora en que yo estaba ya para acostarme. Lleg6 con un recado especial del Gral. Somoza: que él, co-
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