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« Previous Page Table of Contents Next Page »de bullicio de un cuartel), logré adelantal' más esa noche que en todas las semanas anteriores.
Lleno de gozo corrí al hoyito donde hablaba con Pe" dro y le conté '~1 nueva. Estaba fuera de mí de contento,
y le dije: uPe,ho, me puedo ir e~ta noche Ya ten~
go cariado el techo del zinc, me asomé por arriba y no hay custodia al otro lado. Bien me puedo ir". Yo estam ba loco de felicidad pues esta noche tuve la más comple" tn seguridad de que mis teorías eran exactas, que lo que
me hnbíal1 informado los Guardias era una realidad, que
en fin, me podía ir COI1 sólo salirme del tejado. Supe que tendtía éxito al menos en la parte inicial de mi fuga. Pedro no estuvo de acuerdo y 110 me dio su apoyo moral, pero ya disgustado de aguantarme tanios días y semanas, en mi U(ocura U, como decía él, me dijo: "haz lo
que qukails. Anclate, pelO eleo sinceramente que 110 dG~
bes hacerlo. Te van a mDtar. Todavía falta el Consejo de Guerra, cosa que no te debes perdal', pues para UI1 po–
lítico es como pal a un estuclii1nte ir a 1,] Unive¡ <;¡d;¡u Más
tarde tendrás mucho meiares oportunidades" Todos SU5
i'lrgumentos eran buenos, pero yo quería irme Sin em–
bargo, no lo hice esa noche. Yo creo que no tuve valof.
Sin embargo me dije a mí mismo que 110 me iba POl–
que queiÍa ver a mi esposa el día siguiente, jueves, que era día de visita Que ese día me itÍa
Esa noche llovió. No fOl rencialmente, pero llovió, y mi celda se inundó toffllmente. La gotera que se hizo fue
(lIgo nunca visto ¡Hay que ver el chorro de agua, los chorros de agua que se meten por una abertul'a de un" pulgada de ancbo y del largo de media lámina de zinc!
Me desperté a media noche y no pude dormir mientras duró el BguaceiO pOi est&lr encauzando el a[4Ua hadil los lados y las palades con una escoba para que fuera absor
o
bida rápidamente por el piso Ponía ropa en el suelo,
periódicos, papeles, cartones, macleras, etc" y logré que el centinela no se diera cuenta.
(Debo explicar que como la celcla tenía como 30 me~
tros de largo y todos mis trabajos eran en el extremo opuesto
el! la puerta, el custodio no podía ver nada de lo que yo hacía adentro. Además yo col{Jaba ropa ele un clavo en la pared, a la orilla de la puerta, pala impedirle aún más la visión hacia adentro)
Después que pasó la lluvia, levanté la torre y me subí a ella. Con ayuda de una lata de avena que corté con la tijera, y con unos cartones, improvisé una lámina que metí en la abertura. Con esto ya no entraba el agua, pe~
ro yo sabía que ésto era solamente una solución tempo..
I'al. Tarde O temprano habría una inspección y se darían cuenta de mis tentativas de escape. Me tenía que ir, y
debía hacerlo al día siguiente. No quedaba más remedio. Al día siguiente, jueves, llegó mi esposa. Saqué ca~
si todas mis cosas de la celda y no acepté nada de lo que me llevaba. Sólo la cena para esa noche. Le dije que esa misma noche me iría y que me espeu:lra en cierto hJ"
gar pai a facilitarme un auto y escapar. Mi idea era asi .. larme en una embajada o traiar de ganar la frontera esa misma noche.
Mi esposa se opuso, me lloró... y logró, si no conven.. cerme, al menos que le prometiera. que no me iría esa noche.
Cumplí con mi palabra, y segur en mi celd•. Los días siguientes fueron de angustia. Cada Vez:
que llovía se volví~ a inundar la celda. Por muchos es–
fuerzos que hice ninguno de los remedios que le ponía a
la abertura surtían efectos satisfactorios. Se seguía i\1Q-oo
tiendo el agua.
fueron días y noches de angustia. En cualquier il1o–
mento sel'ía descubierto. Sin embargo Dios estaba comni.. go, y no habl ían de descubrirme.
Un día cogí un fuerte cartón comprimido y lo puse entre la lámina de zinc y el clavador de madera, a mane– ra de cielo raso. El agua entraba, pero resbalaba sobre el ca¡ tón y t::aía afuera de la celda. Estaba salvado. Sin embargo, el cartón se humedeció después de unos cuantos aguaceros, y al debilitarse, se dobló por el medio y las go– teras comenzaron de nuevo.
Pero el método había resultado bueno: sólo "abra que mejoi'iu lo. Derretí pues, cefa de las candelas que te– nía paril calentar las sopas, y con la esperma recubrí toda la superficie del cartón hasta volverlo impermeable. Lo coloqué de nuevo, y con gran sorpresa y alivio de mi par..
te, dio resultado. Ya no pasaba el agua a la celda. Celebré el triunfo con Pedro, que seguía atento todas mis angustias y esa noche ya dormí tranquilo Dos o tres aguaceros más, y el remedio quedó ya suficientemente probado.
Escondí mis herramientas y las insignias militares on
huecos que encontré en la celda y en otros lugares, y déD
r.idí esperar otra ocasión para fugarme.
Justamente en esos días me dieron un medicamento
~)m'a los parásitos que seguramente había adquirido en las montañas de Chontales. El purgante, según parece, era pala elefantes, no para sefes humanos. Me dio un síncope, y fui llevado en camilla al Hospital Militar. Cre– yeron que era un síncope cardíaco, cuando en realidad
cleo que no fue más que un desmayo común y corriente.
Yo a~urdido como iba en la camilla, pude oir al coronel Pe..
ralta (Comandante de la 3~ Cía., donde me encontraba preso), que le decía al médico: 1I¡L1evéselo de aquí!ll ¡LIé–
veselo!U uYo no me hago de este camarón, ahí van a de.. dr que lo matamos!" El médico no quería que nos fuá ..
i'llmos todavía porque aún no habían autorizado mi entra~
do al ~Iospi!al, pero Peralta estaba empeñado que me lle– varan inmediatamente
Salí en amhulancia hacia el Hospital. Era el vier
D
nas 4 de septiemble. Atrás se quedaban mi celda, mi compañero Peclro Joaquín, mis herramientas escondidas en las paredes y todos mis planes de fuga.
Iba a una nuevo celda, en el Hospital. Adiós Libeitad.
Estudié posibilidades de escapar de allí, y todas eran nulas. Ni que pensarlo.
Dediqué mí tiempo a IUvivifi' mi nueva vida, alegre por estai' en compañía de amigos con las mismas ideas, y
de aplovechatme de la mejoría en mi nueva dieta. Pasé allí celca de una semana. Comenzaba el Proceso.
Pero enseguida me trasladaron de nuevo a mi vieia celda.
Sentí una alegría infinita... me podría fugar Volvía
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