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« Previous Page Table of Contents Next Page »pero ten resignación que existe una. eternidad do no hay penas
y en un trozo de azucena moran los justos canfando
"No, no continuaré. Otros versos míos se publi– caron y se me llamó en mi república, y en las cuatro de Cenfroamérica, "el poeta niño" Como era de ra– zón. comencé a usar larga cabellera, a divagar más de lo preciso. a descuidar mis estudios de colegial,
y en mi desastroso examen de matemáticas fui repro– bado con innegable justicia.
"Como se ve, era la iniciación de un nacido ae– da. "(Rubén Daría -Auiobiografía- edición cita–
da - p. 22).
Poco tiempo después, Don Enrique Guzmán, que ejercía una gran influencia sobre los hombres de le– tras de BU época, anota en su Diario Intimo:
"Con una carla de Genaro Lugo y acompañado de un joven Salinas, se me presenta el novel vate RUBEN DARlO, a quien llaman el poeta niño Parece fener de quince a diez y seis años, es en realidad un niño. Me parece simpático, aun no he podido juzgar de su inteligencia."
No tardó rnucho Don Enrique en juzgar la precoz inteligencia del poeta_niño, cuando debido a uno de sus ~edacil:os de papel que escribía tras el seudónimo
de JUAN DE LAS VIRAS, Y en el que dijo,
"Ofrosíl "Derramar la simpaJía" ha dicho ú1fi~
mamente Don Rubén Daría es una composición poéti– ca a la señorita Celia Elizondo. Mal gusto :mio ha de ser, pero ni el Poeta Niño lUe hará tragar la sim– patía derramada "
se entabló una controversia entre el Maestro del buen decir y el nuevo Vate Prueba éste con gran acopio de cHas, que otros poetas, antes que él han derrama– do valor, gozo. risa, ardor, en sus versos Pero el maestro Don Enrique se cierra, " y si llego a abrir la boca" dice, "es para gritar: Nequaquaml"
Rubén Daría, contrariado, tennina la discusión diciendo: "Mas se también que ya ha pasado el tiem– po del magisler dixU." Y la reciente amisiad entre ambos se enfría grandemente.
Años después, cuando el Poeta-Niño era ya un poeta consagrado, coronado de júbilo y laureles, en– vía esta esquela:
"RUBEN DARlO saluda a Enrique Guzmán y le
envía ese libro, agradeciéndole a los treinta años las críficas que le hacían rabiar a los quince B Aires, 18 de enero de 1897:'
y es que Rubén Daría fue siempre, toda su vida. el poeta niño, y siempre tuvo el corazón de lis. lVéa~
Be RUBEN DARlO CRIOLLO o Ralz y Médula de su
Creación Poética -por Diego Manuel Sequeira- Edi~
lorial Guillermo Kraft Uda. -Buenos Aires- 1945
-Capítulo Cuarlo-. También RUBEN DARlO y EN–
RIQUE GUZMAN, por Pedro Joaquín Chamorro -Re~
vista de la Academia de Geografía e Historia, tomo 11, No. 4_ Managua, Nicaragua, 1938 )
Bien pronto Rubén Daría, siguiendo la costumbre de la época, comienza a encubrir su nombre bajo el velo del anagrama, -una de las formas de la seu~
donimia_, y frecuentemente. pasatiempo de los jóve– nes dados a escarceos literarios.
En EL ENSAYO, de León de Nicaragua, el 27 de
Junio de 1880, aparece su primer poesía impresa en la ciudad de su infancia, bajo el seud6nimo de BRU– NO ERDIA -anagrama de Rubén Darío. En la com– posición titulada:
DE5ENGAI\IO
Amanecía. La lumbre Melancólica del sol. Doraba con su arrebol De la colina la cumbre. Las aves sus dulces trinos Iban alegres cantando, 1 blandamente saltando
De rama en rama en los pinos Las paloraas con rumores Bello concíerío fonnaban, 1 mil torrentes cruzaban
Por entre alfombras de flores De las fuentes las espumas Se miraban blanquear I en los espacios cruzar Pájaros de airosas pluuLas Albo rocío guardaba Entre su cáliz la rosa, 1 a la azucena olorosa Céfiro blando besaba. Era en fin toda anuonía, Era todo allí grandeza, Sonreía natul aleza, Al contemplar aquel día Pero del Sol asomó La faz pura y soberana, 1 enire celajes de grana La aurora se disipó¡ 1 derramó los fulgores De su lámpara esplendente, Dando vida a la simiente I fecundando las flores. I se ostentó en el espacio, Grande, esbelto, majestuoso, Cual monarca poderoso En su soberbio palacio. Mas después, con triste velo En las brumas de Occidente Hundió su faz refuljente El Soberano del Cielo, Las avecillas volvieron A reposar en sus nidos, 1 sus cantares senfidos También desaparecieron Así el amor de un poeta Nació bello, seductor, I daba vida y calor A su fantasía inquieta, Mas acabó la ilusión De su volcánico atnor, 1 la musa del dolor Se posó en su corazón.
(Véase Diego Manuel Sequeira, o.e pp 18-19 Y Rubén Daría -Poesías Completas- Aguilar, S. A. de Ediciones - Madrid, 1952, pp. 7 Y 1247 }
Nos imaginamos al Poeta sentado ante la tosca mesa de frabajo que hacía de escri±orio, con una ho– ja de papel en blanco, a la cabeza de la cual había escrito: RUBEN DARlO, y luego.. debajo de ese nom.. bre, tachando letras iría formando las posibles com.. binaciones de las mismas que podrían producit un nombre de su agrado. Pensaría en BRUNO, el santo de los "callados hijos" que habría de cantar en Ll\
CARTUJA, Y al que había conocido, sin duds, en el tiempo en que era "dirigido y acaliciado" por el pa– dre Torlolini, anciano, y el padre Valenzuela, po~ta
de Colombia, y de ese juego literario resultó: BRUNO
ERDIA.
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