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Este trastorno evidente que no puede producirse en la sensata regulación de la naturaleza, esa revolución or· gánica que de producirse llevaría a la muerte o a la mons– truosidad, SOI1 similares al trastorno producido en el cuer– po social por el revolucionarismo político, pero es menos evidente si se considera de U11 modo su,perficial.

Llegados a estas conclusiones, surge la pregunta:

¿ Cuál es la autenticidad del pueblo nicaragüense que de·

be conservar UI1 conglomerado conservador auténtico?

¿Cuál es esa identidad que también debe conservarse, la identidad que nos identifica entre fos afros pueblos 110

afines do la tierra?

La respuesta es una especie de redundancia, una re– petición y reafirmación: es lo que es nacional, popular y

tradicionalmente nacional, vivo siempre al través de las generaciones, vivo siemple, aunque deformado o no por 10$ influiO$ deformativo$ extranacionales, ex6ticos () re· volucionarios. Es el conjunto de nuestras instituciones his· tóticas, y aún de las costumbres y hábitos creados por la influencia de esas mismas instituciones, en suma todo lo que cqll$tituye nuestra propia cultura.

Por esto todo conglomerado conservador auténtico es

tradicionalista y nacionalista: lucha por conservar lo tra·

dicionalmente nacional, es decir, lo popularmente conser· vado al través de la historia Por ello un conglomerado conservador puede afirmar: liTado lo que es nacional es nuestro".

Pero aquí surge otra pregunta: ¿Cuándo nació este pueblo llamado nicaragüense y comenzó a desarro– llarse ¡unto con el desarrollo de sus instituciones que de..

vendrlan históricas?

Comenz6 a llamarse nicaragüense, y recibió esas ins· tituciones que devendrían históricas, cuando entró

D la Historia; cuando recibió el bautismo, cuando recibió con él el cristianismo católico, cuando recibió la lengua castella· na que le abri6 horizontes universales; cuando se congre·

96 en munici.pios al fund.1rse las primeras ciudades nica· ragüenses: Granada, León, El Realejo, El Viejo y Nueva Segovia. Cuando luego vino la fusión de la sangre espa· ñola e indigena y se fundaron las primeras familias nica· ragüenses; y cuando sus miembros crearon (os primeros gremios, y construyeron las primeras iglesias, y 1I su aire· dedal' las parroquias, y las escuelas, todas las creaciones culturales e institucionales, que nos convirtieron en un pueblo perteneciente a la Culluro Occidental; esa Cullura que hoy está ante un gravísimo peligro ante las más vi· rulentas y poderosas fuerzas revolucionarias que tratan

de destruirla, y que sólo las fuerzas conservadoras y on· tirrevolucionarias ¡pueden darle fortaleza, consistencia y

permanencia.

Nace el pueblo nicaragüense cuando se fundan los poblados con régimen municipal, cuando nacen 105 pri– meros ",estizos y se funden en la lengua casteltana los múltiples dialeclos, todo a la sombra de la Iglesia prolec· tora y de un lejano Estado tutelar.

Todo lo que es auténticamente nicaragüense es, al mismo tiempo, hispano, con el matiz que le ha dado, al través del tiempo, lo indígena y lo telúrico. El pueblo ni. caragüense forma parte de la Hispanidad, con la misma originalidad de matices y de autonomía cullural de Cas. tilla, de Cataluña, de Vasconia, de Argentina o de Méjico.

En la época precolombina, en rluestra prehistoria, o más precisament" en nuestra Edad de piedra labrada, no existía el pueblo nicaragüense, sino tribus rivales entre sí; no existía unidad de lengua, sino confusi6n dialedal ,

ni altares eucarfsticos, sino altares sangrientos y lacerdo~

tes antropófagos; ni familia, sino el vagu5 concubitus; ni régimen municipal, sino caciques despóticos.

la inexistencia de esas sociedades naturales quo Son

la familia, el municipio, el gremio, la parroquia y la falta

de la rueda y tle los grandes anitnales domésticos, hicie. ron que el indio llegase a ser literalmente bestia de carga y bestia de carne. Un ser estremecido de pavor, triste, in. defensa ante un sacel dacio antropoUgico y un cacicazgo omnímodo. Su más alta evolución llegó a la estructura socialista del Tihuantisuyo, verdadero y primitivo régimen soviético que tanto elogio ha recibido de comunistas y

apristas.

A qué estado de progreso en las instituciones socia. le. habia llegado el pueblo nicaragüense hacia 1810, lo dicen I)equeños datos históricos inob¡etables.

fragmentos de censos nos dicen, Ipor eiemplo, quo Nagarote, Mateare y otros poblados arroiaban solamente un 5 por ciento de hijos ilegítimos, signo de uniJ familia

bien constituída. Don Sofonlas Salvatierra, entre ",tros da–

tos menudos, pero muy significativos, incluye ~I hecho sorprendente de que las Cajas de Comunidad deSubtiaba tenían, por esa época, 212000 pesos castellanos. Indicio de la pro,peridad de los gremios, en la actualid.d tan po. bres que para cualquier reinvindicación necesitan recurrir a la colecta pública.

Del Municipio y sus Cabildos todo elogio es poco. D. ellos nació la pugna contra Bonaparte, y luego la emanci. pación llevada a cabo contra los ,peninsulares afrancesa. dos.

Inútil señalar el vigor de la Iglesia con sus parro. quias, escuelas, universidades, hospicios y hospitales. Mas surge la gran ilusión liberal, la utopla ba.ada en la Libertad, esa abstracción de l. que brotaron las Ii.

bertades que los Pontífices Romanos llamaron "Iibertades

de perdici6n".

"EI hombre primitivo es bueno por libre. La sociedad ro eseraviza y corrompe". Y "ara librar al hombre de las normas disolvieron los gremios, libertaron al Estado de "trabas" ¡religiosas, por lo que en Economia la sujeción a

leyes religiosas, que se refieren a "iusto" o "injusto", fue sustituída por la suieción a leyes mecánicas y ciegas, como la ley de lo oferta y la demanda. Se empobreció a la Iglesill arrebatándole sus bienes, es decir sus focos de cultura, efe., etc.

Todo lo que el Liberalismo hizo en Europa lo bizo en Hispano América, con la diferencia de que por all' todas las instituciones eran mllen,jfrias, e 'integraban a toda 1I

población, mientras que en Hispano América 8:penas te· nían 300 años de existencia, y parte de su pobl.ación aún no había sido inlegrada.

Si el liberalismo soñó con Rousseau con un retorno al "buen salva¡e ll

,

en Hispano América el retorno no fue un sueño sino una terrible y real pesadilla. De le que 110 sali· mas, sino que lleva cariz de prolongarse. Y si los "socia· listas" de todo cuño -de Casrro a Goulart, de Aroseme· na a Haya de la Torro-, logran .us objetivos, de Méjico

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