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« Previous Page Table of Contents Next Page »prominente ciudadano hondureño, que ocupa– ba una buena posición en el gobierno de su país, para hablarme nuevamente de ayuda sin compromisos. En la conversación que tu–
vimos nunca hizo la znenor m.ep.ción a lo que
había lj'asado y que sin duda él sabía. Me
aseguro, empero, que en esta ocasión se trata–
ba de una cosa muy seria y que quería que yo preparara los planes para el movimiento
revolucionario que debería dar en tierra con
la Dictadura de Somoza en Nicaragua Me in– formó, además, que él iba a California por corto Hempo en viaje de salud, pero que tu– viera yo listos esos planes para que los discu– tiéramos, junto con un alto jefe militar hon–
dureño, que se reuniría con nosoiros a su re–
greso de California.
Mas ese prominente hombre público hon– dureño, que no aparentaba enfermedad algu–
na, ni siqúiera preocupación visible por la
misma, falleció unos pocos días después de haberse internado en una famosa clínica de aquel Estado.
Con ese golpe de la mala suerie puede decirse que se cerró el capítulo de la ayuda hondureña, y con ello la esperanza inmedia– ta de un cambio de Gobierno en Nicaragua por medios violentos, por lo que pensé regre– sar a Nicaragua y apoyar alguna candidatura que ofreciera posibilidades de reunir suficien– te número de votantes para ganarle la elec– ción a un candidato oficial. Entonces fue que surgió la candidatura del Doctor Enoc Agua– do.
A mi salida de México pensaba que para
mí sería posible Begar a un entendimiento con el Doctor Leonardo Argüello, antes que con cualquiera de los otros jefes del Liberalis– mo, ya que con el Doctor Argüello había es– tado en comunicación en los últimos tiempos de su emigración en El Salvador, al punto que cuando él resolvió regresar a Nicaragua para atender a sus negocios de farmacia, según me lo participó por carta, esperaba que cuando yo efectuara mi propio regreso podríamos tra– bajar juntos en encontrar remedio a la enfer– medad política de que padecía nuestra Pa– fria.
Sin embargo resultó todo lo contrario Quiero decir, que a mi llegada al país encon– tré muy reservado al Doctor Argüello, mien– tras que encontré mayor amplitud de criterio de parte del Doctor Aguado.
Firmemente creo que el del Doctor Argüe– 110 hubiera sido un gobierno benéfico para nuestro país, que el Partido Conservador hu– biera gozado de libertad para organizarse y ejercer una función activa en la política nacio– nal, sin temores de represalias y cortapisas de su parte. Pero acostumbrado como estaba el General Somoza a ejercer un dominio absolu– to en Nicaragua no se sentía cómodo con sólo la Dirección de la Guardia Nacional y por eso resolvió eliminar al Doctor Argüello de la Pre– sidencia de la República, a la que lo había lle-
vado en una de las elecciones rnás flagrante. mente fraudulentas que han habido.
Así fue que a los 26 días de habBJ se inau_ gurado el Gobierno del Doctor ArgüeUo, el Je– fe Director de la Guardia Nacional, General Somoza, le dio un Golpe de Estado. Aunque yo no ví el Doctor Argüello sino hasta su in– greso a México, después de que pasó durante
varios meses asilado en la Errtbajada lllexica_
na, tuve ocasión de verle en la Ciudad de los
Palacios, -donde yo residía nuevarnenie en
calidad de exilado político-, y conVersar con
él COIllO muy buenos amigos, por lo que aUn
conservo gran respeto por su memoria.
A mi regreso al país después del prolon. gado exilio en México, observé que el "ViVa Chamorro" y el "Viva el Partido Conservador" que eran muy frecuentes antes de irme de
Nicaragua, y que tenían gran intención polí–
tica, habían dejado de oirse Investigando so– bre las causas que habían podido producir ese silencio, llegué a la conclusión de que era efecto de la actividad de la Guardia Nacional, cuyos J;niembros apresaban y golpeaban a los
correligionarios que hacian sus rnanifestacio~
nes públicas de oposición con aquellos vivas.
Naturalmente, esas acciones de la Guardia Na–
cional se debían a instrucciones que sus
miembros recibían de la Dictadura del Ge– neral Somoza García.
Después de la toma de posesión y la caída del Dr. Leonardo ArgüelJo tuve que exilarme en Guatemala, iras de haber estado escondido debido a la inseguridad de la vida, y después de haber salido espectacularmente
de Managua con mi señora.
En Guatemala me esforcé por obtener el apoyo material y moral del Presidente Juan
José Arévalo, con quien, a pesar de nuestras
opuestas ideologías políticas, nos ligaba nuestra común aversión por la Dictadura de Somoza
A la llegada del Doctor Juan José Aréva– lo a la Presidencia de la Hepública, la ciudad de Guatemala se convirtió en un centro poli· tico latinoamericano de gran importancia y
actividad, por lo que muchos que estábamos
en la ciudad de México y en algunas otras de las Repúblicas del Caribe, nos trasladamos allá.
El Doctor Arévalo es un hombre afable a
quien no se le veían pretensiones de querer hacer resaltar ante sus visitantes sus méritos
personales y su vasta ilustración como hom-( bre de estudios que es. Yo tuve oportunidad
de visitarlo en varias ocasiones y de comer con él dos O tres veces, y en J:odas esÍas reu–
niones hablarnos con bastante a1TIplitud sobre la posibilidad de un movimiento revoluciona– rio en contra de la Dictadura del General So–
moza, así como también contra el Gobierno de Costa Rica, en lo que mostraba en±ar muy in–
teresado, como en efecto lo demostró de ma~
nera efectiva, cuando don .José Figueres tomo el avión en San Isidro del General y envl~,
pudiéramos decir, un SOS al Presidente Are- -176-
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