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).uo H Rivas, ya lo dijimos, es uno de ellos, el prime– ro quizá, y si atenerse debiera un escrifor al hacer su juicio crítico, a la imagen de los entusiastas del se– ñal Rivas le presentan en vez de un hombre sobre el cual graviian cOn\O sobre iodos los demás, las cargas de extravíos mundanos, daría a la historia ese escri~

for un santo, un héroe, un genio fras del cual las mul±iiudes debieran caminar confundidas por el asombro Ya sea que fallan sobre su talenio en la ofi– cina de un Ministerio, ya le sigan los que le aplau– den incondicionalmente a la esfera de la diplomacia, ya le busquen en las horas en que su carácter cívico le pone enfrente de peligrosas sifuaciones, o bien va– yan a contemplarle al lado de su mesa de redacción, para ellos está. constantemente aquel hombre siendo la figura viviente del ideal de su parlido, ideal que ellos suponen haber puesto en práctica, y al que S\.b

ponen fambién el más perfecto de cuanfos hay enfre todas las inspiraciones del espíritu y de la inteligen– cia Si nosotros fuéramos a dar por acepfado este molde para vaciar a nuesfro protagonista, entonces mejor sería no haber tomado la pluma en nuestra mano, porque sólo seríamos un eco de lo que eS ya la carlilla de la eachis!a agrupación

Colocado Rivas snie otros jueces, los que dHie–

len de él tanto en política como en cuestiones diver– sas, cuando estos árbitros son de aquellos que si· guiendo un sistema contrario enteramente al de un opositor, hacen de lo que debiera ser simplemente confroversia que ilustra, lid terrible de enconos y de odios, y de lo que no debía frazar más que límife superficial, leve frontera enire el todo que se llama pafriotismo, U11 hondo y siniestro barranco que mu– chas veces ha 1 ebasado en sangre y que ni lleno de cadáveres se puede atravesar, para que la. misericol– dia y la humanidad se den la mano en señal de ge· l1eroso advenimiento; colocado Rivas ante jueces tan severos en el mantenilniento de exageradas doctri– nas, de fan jmplacables ideales, entonces el paladín del conservafisrno granadino, da una completa vuel±a sable su eje, y lo que hace poco visto de cierlas al– tm as aparecía iluminado por el sol, se torna de pron– to en una mancha oscura, en la cual sólo se distin–

gUe la nube humeante de las pasíones más horren– das La visía de un rival afortunado para el ojo del vencido, aún cuando éste por influjos y circunstan– cias tenga pOl esposa a la mujer que más bien ha comprado que seducido, no es tan chocante para el marido a medias, corno la sombra memorable de la vida pública de don Anselmo H Rivas lo es pala algunos de sus recalcifrantes enemigos, que en los días aduales están formando en el rol de los que se levantm-on en León el 11 de julio de 1893 No es cier~

to, sin embargo, que en el panido liberal cada uno de los rnienebros de esa agrupación que hoy se ha aumentado considerablemente, vea en el brazo dere– cho del que fue don Pedro Joaquín Chamarra, un dragón semejante al de la fábula, un hombre incon–

BUlto, fanático y plenamente servil Muchos, aún de los principales caudillos del parlido mencionado, te– niendo, sí, que hacer un esfuerzo de voluntad para no dejarse influir pOI el rumor del vulgo, conceden

a Rivas condiciones fales como firmeza, falento y

honradez El señor Rivas, el último que sobrevive a

una legión de hombres superiores que fonnaron el núcleo del partido en donde fueron elevados menu· menios

I Chamarra y oiros de su talla, ha quedado en

medio de constanies fonnentas, erguido para recibir en su sola cabeza el flagelo que merecieran las cul~

pes que en conjunto cometieron todos los de más fa

R

ma en el conservatisn"lo Los pecados de varios los está purgando él solo La jaC±ancia de heráldicos blasones, fras de los cuales creyeron escudarse los errores políticos; la idea inveterada de que para una sola casa se habían creado los puesfos de la nación; de que la República no marcharía bien, mienfras esa

casa no fuese la que se entendiera en legislar, en ll\a– nejar las rentas y hasta la diplomacia exterior, los abusos que se cometieron en cada ramo de esos tan preciosos años para la existencia de un país, y en fin cuando fue equivocado en lo que se llamó régimen de los treinta años y que Rivas trató de colocar en el ha–

ber de su parlido como mérito indiscufible, como una copecha magnífica de frutos provechosos, se han con–

densado en vapores sombríos sobre la frente erguida de nuesiro héroe, y los que no le quieren porque le envidian o le deben angustias y ostracismos, hacen caso omiso de sus virfudes como hombre y como es– tadis.ta, y aún de su ingenio como cerebro, ~e tal mo– do, que sólo dejan a la contemplación d~ ~a crítica un defonne esqueleio que no puede causar otra cosa que repugnancia, cuando no sea miserable desprecio Es don Anselneo de elevada estatura, su andar, un poco desgarbado, como el de un atleta herido por

la fatiga, no deja de tener un aire de grandeza y de inocenie gracia Su cabellera es tendida y suelia, ca~

si.. cubre sus orejas Su cabeza, aunqu~ no muy bien torneada, revela que guarda bastantes ideales, sus ojos están llenos de lunlbre y de viveza, y sus faccio– nes todas tienen el corfe arábigo que llegó a España

con Tarif Sus manos son elegantes, y como casi to· dos los hombres que sirven para algo útil, tiene los pies muy grandes Viste por lo general de negro y

de chaleco blanco, sable el que luce una. corbata que se amalTa muy mal Casi siempre lleva en la boca un ciganillo encendido La vejez ha vuelfo a Rívas un poco. ¿,que diré?, basiante desmem.oriado Por las tardes siéntase a leer a su puerta, y así que oscurece

y se dispone a entrar a su habitación, coloca el libro sobre la acera, abierto y boca abajo, con'\o si 10 hi– ciera sobre una mesa de su alcoba Aigunas veces, porque el pueblo es honrado en la Sultana, el volu– men amanece en el lugar en que lo dejó durmiendo su lecior Cuantas cosas llegan a sus manos, cuando "a por la calle: periódicos, flores, cintas. frutas, todo lo echa en su bolsillo de pecho, y ese bolsillo se vuel~

ve el canasto de sasire más completo que se puede encontrar

Detallar a un hombre célebre como acabamos de hacerlo, es necesario, porque su figura debe ser completa para que la vean los ojos de los que no la conocen y para que la acep:l:en las personas que co– rno nos01ros han trafado íntimamente a n uesfro de– cano estadista y escritor

XK

Hubo un gran hombre en Nicaragua, que logró talento, de su al1ivo y a la. vez ardiente corazón, reu_ POr medio de su condición desprendida, de su claro ni! en forno suyo muchos parlidarios, mejor dijél a~

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