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Mediante" y el "Si Dios {¡uiGI'e" no faltoil nunca en sus

frases. 1':1 nica guarda la aSl'eridad do su lel1gua para con el pr6¡imo. En pocos lugares so usa y tia nhusa tan brutal..

frlanto del C':orvantino y celestinesC':o "hijo do p." como en nuestri'l Patria. E)ctraÍlo 'lue UI1 I)ueblo sentimental y ca–

ritativo como es el nica, poñga alrededor de sí mismo, «!ontra su prójimo, tan erizado cerC':o de adjetivos insulta..

fivos Pero, a la realid.uJ Me remitol

Mucha l)arte de lo s¡mplicidi\u (lue observamos en el nicarügüense .podía quizás ad¡uditarse a su índo'e nómC'l– da, itinerante o vagabunda que yo he lIilnlndo "exódic¡¡1I -como la isu~elita- porquo raspondo a inquietudes e

impulsos milenarios de su historia transeúnte y de su geografía pontificol.

CUANDe> LOS DIOSES

e>nD~NAnON PARTIR

leyendo en Yorquemada las memorias legendarias de

'65 antiguos Nicaraos o Nicaroguas nos oncontramos con

un pueblo emigrante, pueblo que hahita en el desier– to de Soconusco, dondo dominado pOI los Ohnecas y an~

siando libortad consultó a sus dioses y los dioses le ardo–

haron partir. i::sa orden es un símbolo que marcalá I,aro

siempre nuestro destino.

VoC':es de dioses telúricos ordenaron desde el ,ptinci–

pio el .é::!oclo do todas laa razas (tue constituyeron la gran amalgama móvil pobladora de nues~ro país. Manos de

dioses itinerantos y peregrinos construyeron )(; tierra mis– llln que habitamos con una e)(trnña rrJisi6n transeúnte

Comencelnos por la tienü. I)ice Osear Schmieder en

5U "Geografra do América" (,ue todavia en la Era Ye.rciarin

faltaba la conexi6n terrestre entre las Américas del Norle y del Sur~ Lo que hoyes nuestra tierra patria, no exisHa Como la Venus de \Jonicelli, Nicaragua surgi6 del mar -joven ante el resto de Alnérica- levantDda sobl'e los hombros de esa línea de volcanes -colosos heráldicos

(Iue integran nuestro I:scudo- y que son los pivotes de nuestro delgado puente geográfico, tierra que desde en

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tonces servirá de paso y de unión entre las dos Américas Así, In misma fOfmación geológica <le Nicaragua ya nos advierte que el futuro habitante de tal lugar será un hom~

bre transeúnte.

tA PRIMI:RA ¡..mf;tJ.A DEL ¡;){ mm

Resulta interesante como signo de destino que la huella más nntigua de un pie humano en Nicaragua, sei'l la huella de un piie que huye. tas huellas de Acahualinca

nos hablan de pihnitivos indígenas que quizás bajaron del Norte persiguiendo al Bisonte, cazadores peregl'inos que abandottan Managua -y desde entonces ¿cuánfCl5

vetes :el nicaragüense dobelá partir? -lJorque otro dios,

un volcán irncundo, nrrojando fuego y hwa, los obligó él

e"'l"ender lo huído.

Puertas, marcos, pilares, todas las líneas de

nuestra arquitectura parecen haber

hecho un voto de pobreza.

De las huellas de Acahuoli"co está llena la plehisto rio de esta tierl a. No deja de producir vérti~4o pensar que

por el angosto cor.redor niciliagüense pasó la semilla hu·

mana da innumerables lazas y conglomerados humanos del continenta SUI', que venían del NOlte, como también,

en contracorrientes que la arqueología percibe, de muchas razas y tribus sureñas que suhíiln al Norte tby que ima· ginar esas tribus antiquísimas de cazéldores y ¡recolecto· res quedendo t,JI vez estacionar y siendo desaloiadas por otras más cultas C'l más fumtes, desalojaclas a su vez pDr

nuevas oleadas de emigranfes. Sírvanos de punto de par·

tida para concebir osas mareas humanas que la oscuridad \ de los siglos y milenios recubre, la probable historia de las razas indígenas que encontraron Clqui, al parecer fjjas,

los españoles. Los maribios o subtiabas -raza venida desde California- había ocupado gran parte de Nicara·

gua robándole tierra n indios ¿o¡1 pillecel venidos del Sur

que, desalojados, pasaron

i] ocupar el interior y el Norte

d~ nuestro país. Los Chorotegas él su vez empujaron Y c:rrinconaron a los Subtiabas. y luego llegaron los nahDas

a empuiar a los Chorotegas quitándoles palte del territo' rio. Y todavía Torquemada agrega una invasión azteca

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