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oye decir, éntre los que se dicen entendidos sin haber an– tes buscado y estudiado las realidades circundantes, que Nlcal'agua no tiene tradición arquitectónica. Es verdad que no hemos creado un es~ilo original de arquitectura,

pero ní hemos mostrado nuestro estilo en la asimilación: tlUeSh'il casa, por ejemplo, es de origen español -viene al parecer de la Andalucía baja- pero el nicaragüense

selecciona la herencia, la nicaraguaniza al rechazar ele– mentos y al acoger ofros hasta formar su plopia alquite,..

tura doméstica, donde predomina la sobriedad. No pue.. do aquí detenerme en un ensayo sobre arquitectura ni~

caragüense, sino únicamente señalar esa tendencia a la sim,plicidad que imprime carácter a nuestra arquitectura En todos aquellos elementos arquitectónicos donde se puede manifestar la tendencia a la exhuberancia orna– méntal y darle el desarrollo propio del espíritu de cada pueblo: en los remates, mochetas, capitales, portadas, molduras, ventanas y poyos, arcos, soleras, etcétera, el ni~

caragüense usa líneas simples, elegantemente sobrias, a veces de gracia franciscana y siempre las menos recarga.. das en comparación con el resto de Hispano América. De los templos podemos decir lo mismo. Tenemos templos que responden a los diversos estilos -románi– co, barroco, plateresco, neoclásico, etc.- que privaron en todos los países hispanos. Sin embargo cada ejemplar nicaragüense, ante su estilo, lleva la marca de la sobrie– dad. Basta comparar las portadas de nuestros templos con las portadas de los de otros paises hispanos en el mismo estilo: nuestras portadas siempre son más sobrias y, aún en los casos de excepción en que notamos una 01 nomen.. tación fuera de lo común en Nicaragua, resultan simples al lado de o~ros paises como sucede, por ejemplo, con el Ba– rroco. Lo mismo digamos en nuestras bóvedas y alfarjes, sillerras de coro, aUares (salvo aquellos importados), ven– tanales, etc. la Iglesia de Subtiaba y la Catedral de león (antes de que le pegoste..an los dos gigantes que afean su severa arquitectura) son como símbolos de nuestra ten– dencia arquitectónica: edificación fuerte y baja de 1I'aguante

1l' (porque nace en tierra de temblores) de líneas sencillas y sobrias, y de espacios amplios. Así también nuestras viejas casas tan sabias, con sus 4 corredores dedor del ipatio-jardín, sus puertas, ventanas y aleros: to– do en funci6n de un hogar que vive en tierr~ caliente, de forlllidables aguaceros y terribles soles y que sigue rin– diendo al dios·Vienlo el mislllo culto arquitectónico que sus antepasados, fieles de Quetzalcoatl·Ehecatl.

NUESTRO TRAJE Y SU SIMPLICIDAD

Después de la casa observemos el vestido del nica~

ragüense. Desde hace algún tiempo en Nicaragua hemos querido l1inventar" un traie típico, cosa casi tan absurda comó lIinventar" una planta nativa. Traje típico es el que caracteriza a un pueblo, no porque lo invente, estudiando historia o arqueología un historiador o un arqueólogo, si– no porque lo use el ,pueblo. Lo tlpico no lo inventan los Intelectuales ni sale de los libros, sino que se hace comu~

nalmente, convirtiéndose en costumbre y uso por una len– ta elaboración.

Capiteles y mochetas corrientes en la arqui·

tectura nicaragüense: simplicidad.

El pueblo nicaragüense ha llegado, sin fantasias de historiadores o de artistas a un traje muy simple: un pan~

talón azul, una cotona blanca, un sombrero de palma por lo general con una sola cintilla de color de adorno en la base de la copa. Ese es el traje del campesino, ese es el sobrio y simple traie típico de nuestro país agrario. Y fi· jémonos en este énfasis que el pueblo pone en su simpli· cidad: cuando se disfraza, es decir, cuando no quiere ser típico sino al contrario, "otro tipo", en sus trajes de bailes populares en que el pueblo usa máscaras: en los Toros– Venados, Güegüenses, Diablitos y demás lIcarteles fi

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el traje es superadornado, el sOlllbrero está lleno de chéche· res, flores y adornos, se usan cintas de todos colores, todo un barroquismo exuberante de ornamentación sartoríal.

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