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« Previous Page Table of Contents Next Page »elemento. El verdadero hombre norteamericano de ahora, no la excepción, no el hombre excepcional, sino sencilla– mente el "yanI(ee" de la calle, sea "yankee" de origen o Yllnkizado, es el "mass-man"; el hombre masa, el "com· mon man"; el "average Olan", el hombre medio; el 'regu– lar guy~, el tipo corriente; en fin, el "linla manU el hom.. brecillo, que a tantos escritores les inspira ternura, pero que, infortunadamente, "ya" es sólo medio hombre, un hombre a medias, con muy escasas posibilidades de ha.. cerse un hombre entero, porque, como deda en vez pasa– da, se halla muy avanzado en su proceso de deshumaniza· ción. Para tomar su verdadera medida humana importa poco que el norteamericano corriente sea hombre de ne.. gocios, trabaiador de fábrica o empleado de oficina Su idea de la civilización admite pocas variedades. "Geor· ge", un hombre de negocios representativo, un "business· Olan" como cualquiera, le decía una vez al escritor IIJac· ques Barzun", francés naturalizado en los Estados Unidos y profesor de la Universidad de Columbia: "Convéncefe, Jacques; para juzgar una civilización con objetividad hay que hacerlo con números -producción y distribuci6n, costos y porcentajes de ganancia, volumen de negocios,
si así lo quieres. "Dhne cuánto" produce una civilización,
la cantidad de "cosas que requiere la gente"; dime con cuánta eficiencia se distribuyen los productos, I'y te diré JJ
el ¡peldaño que ocupa "en la escala" esa civilización Actualmente podemos añadh los sel'vicios, por supuesto, pero Jo fundamental "son cosas, cosas" tangibles, sólidas; !'cosas" para vestirse, "cosas" para comer y para cubrirse
la cabe.za cuando llueve:". Un trabajador de fábrica, un "laborEn", un dependiente de comercio, un "white-collar",
no expresarían seguramente en esa forma esta opinión de I.lGeorge", el hombre de negocios, pero la ace~ptarían co.. mo COSa evidente. El "businessman", el "Iaborer", tienen la misma orientación humana que el IIwhite..collar", el hombre de cuello blanco, el empleado, el dependiente, " rneior dicho, el "hombre dependiente".
Veamos, entonces, en qué consiste el "white-co· llar", según nos lo presenta el sociólogo Wright·MiIIs "EI IIwhite..collar" -escribe- es la víctima conside· rada como héroe; el hombre pequeño sobre el cual se ac.. túa siempre pero que nunca actúa por sí mismo; el que trabaja sin que nadie lo nole en la oficina o la lienda de alguno, sín gritar nunca, sin responder en voz alta jamás, sin asumir en ninguna ocasión una actitud ¡personal". Es,
indudablemente, una figura patética este hombrecifo del cuello blanco, como recordarán los que hayan visto "La
muerte de un viajante", de Arthur Miller. Ese nuevo hom· brecUlo -"the littre man ll , como suele llamarle Cfarence Wright-MiIIs, parece que no tiene raíces, ni lealtades segu .. ras que sustenten su vida y que le proporcionen un cen–
tro vital. No se da cuenta de que tiene una historia -dice
el sociólogo-, puesto que su pasado es tan breve como carente de heroísmo; no ha vivido ningún siglo de oro, ni puede recordar tiempos calamitosos. Carece, en una paJa. bra, de tradiciones. Me hace recordar un letrero que pu– sieron unos maestros de escuela norteamericanos a la en· trada de un pueblo de indios navaios: uLa tradición es enemiga del ¡progreso'''.
El "white·collar" no hace, no construye nada, aun· que pasan por sus manos mil cosas que quisiera, está cia·
ro, "tener". "Ningún producto -nos dice Wright..Mill s _
ninguna obra de artesanía, y mucho menos una obra d~
arte puede ser suya, para que pueda contemplarla con
placer mienlras l. crea o después que la ha hecho. Todos
los dí¡)s, afio con año, sigue siempre la misma rutina, ma.. nejando pa,peles¡ y, sin contacto vivo con su trabaio, de.
dica sus ocios de manera frenética a la diversión sintéti_ ca, lIerzats", prefabricada, que le venden enlatada, parti. cip.mdo "así" en una excitación artificial que ni lo tranqui.
liza ni lo libera. Se aburre en el trabajo y se desasosiega
en la diversión, y esa terrible alternativa lo deshace. Hasta las manifestaciones más íntimas de lo personal se le convierten al "white-collar tl en medios impersonales
de ganerse la vida. ""Cuando los Nwhife-collars"" obtienen un "empleo" -hace notar Wright·Mills- venden "no so.. lamentell su "'tiempo" y su "'energía.f.l, sino también su "personalidad". Venden, alquilan, por semana o por mes, sus II som iS8S", sus "gestos amables", y tienen que ejercitar un rápido confrol del "resentimienfo" y la lIagresividad".
Esos rasgos íntimos son de valor comercial y se necesitan
para la más eficiente y ventaiosa distribución de merca.o. cías y servicios". Edward Heiman, otro sociólogo, nos di– ce que el trabajo del 'white·coll.. ", el Ira bajo del hombre dependiente de hoy, no le pertenece, lIno es suyoll en mo. do alguno, sino sólo una ci~ra en Jos cálculos de "otro". Tal es -descl ita por los sociólogos- el tipo de hombre que se está produciendo en la civilización de ma. sas, o más concretamente, en la civilización industrial y co– mercial de Norteamérica. En realidad, el 'white·collar" tiende a ocupar todo el país -por no decir el continente
y el mundo entero- y tiende a ser la única clase social, el solo tipo de hombre. Según Wright.MiIIs, la realidad
eeonómjco~soeial de hoy en Norteamérica es ésta: úni .. cacamente el "dos o tres" por ciento de los habitantes so... dueños de la ,propiedad plivada y el resto trabaja p.ra ellos. "No sólo en las ciudades", pues va invadiendo rá· pidamenle el campo En 1820 las tres c~arlas ,partes de
"105 trabajadores" de los "Estados Unidos" eran agricul. ¡«les. En 1880, únieamenle la mitad. En 1949, hace doce años, la octava pat'te Los propietarios de granjas por ese tiempo no pasaban del IIseis" por ciento de la po~
bfaci6n. La tiel ra y sus trabajadores pertenecen "cada vez más" a los grandes comerciantes de la agricultura y a las
grandes corporaciones rurales. Me encuenfro, por ejem. plo, con este dato sorprendente: En 1938, una sola com.. püñía de seguros poseía tierra suficiente ipara formar una
finc(') rural de una milla de ancho que se extendiera lides·
de Nueva Yor!<u hasta Los Angeles de California.
Igual que los campesinos, los profesionales y los in· telectuales van ingresando en el númelo de los emplea.
dos o dependientes de las compañías anónimas o corpo· raciones, es decir, van transformándose en "white-collars tl
•
Los médicos se van volviendo empleados de las grandes clínicas. Los abogados, empleados de las grandes oficinas legales vjnculadas a Jas grandes co»poraciones. "¿Cuál es Is suerte" -nos preguntamos- de "Ios otros ll ¡ntelec:· tuales? También están cada vez más sujetos a lo que lIa· man "la profesionalización del saber" y a la comerciali. zación del trabajo intelectual. Las profesiones son cada vez más parecidas a las corporaciones de negocios, y los negocios más parecidos a las profesiones. La burocracia
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