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y SUS PROBLEMAS
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EL HOMBRE NORTEAMERICANO
En mi iutículo pasador como espelo recuelden uste~
des, llegábamos ni momento en que el intelectual hispa–
nOiU'ilericano descubrió el punto de vista norteamericano.
F.I modelo de ahora, "al
a deiar de l'ilrecerse a España, no era ya Francia, ni s¡<,uiera Inglaterra, sino los Estados Uni·
dos de América. No olviCletnos la frase de Sarmiento, que
fue en su tiempo como un "slogan": "Seamos los Estados Unidos". Alberdi, el que sentó las hases de la Argentina, no ocultaba su lprefel enda por los anglosajones. Decía clue un país sin ingleses es como un bosque sin pájaros Ahora proponía un nuevo tipo de homb¡ e para Hispano– américa: el "yanr(ee" hispanoame.icano Lo más signifi–
cativo es que Alberdi haya elegido la palabra "yanrcee ll
,
que espedficamente designa al 1t00011pl'e de la Nueva In~
gloterra y en general elel norte, corno distinto del hombre
del sur de los ~stadgs Unidos Este último, como se sabe,
tiene un sentido de la vida y del homble más 1)¿Becido al del hispan081uelicano que al del "yanltee" Pero, pre· cisamente, lo que aquallos ilustres argentinos cOl1sidera~
ban ejemplar en el "yanleee" era su genio para la indus·
tria, su decidida vocación l,ara el comercio, su inconteni· ble dinamismo, o sea lo (lue el chileno Francisco Bilbao !la..
maba entonces su "esprritu devorador del tiempo y del es~
pacio".
Alberdi proponía (1ue inlitando a la América "y,¡m~
Itee", His}>anOi'unérica o, por lo menos, la Argentina "en. caminaia sus pro.pósitos a la industria". Para Sarmiento
"se ti ataba -como él decía~ do ser gaucho o no serlo, de usar poncho o levita, de andar en carreta o en ferroca– rril, de caminar descalzo o usar botines, de 'ir a la pulpería
o a la ascuela ll
•
Sin embargo, el progreso por el progreso
-el progt'eso a lo "yanlcee".....,... no entusiasmnba de igual "'Iodo a todos los intelectuales hispanoamericanos de
aquella generación, apasionadamente liberales y hasta re.. volucionarios, como tElmpoco -aunquo ,parezca extraño~
a todo$ los pos:itivistas de las siguientes generaciones de– cimonónicas. El chileno Lastarria rechazaba -decía él– "Ia doctrina que considera el progreso material y el pi e–
dominio de la Iiqueza como único elemento de orden po ..
litico" Y el argentino Juan Agustín García se llenaba de
horror pensando en la Argentina "como una colosal astan· da erizada de forrocnrriles y canales, lIeni1 de talleres/ con
populo~as ciudades, abundante en riquezas de todo gé– nero, I,ero sin un sabio, un artista, un fil6sofo". Así ¡;PlJll–
taba ya, desde ten'prano, la actitud do los modernistas a
que me refería el número anterior. La diferencia principlIl entro los unos y los otros consistía en que el pensaln:iellfo
de 105 primeros liberales y los l)ositivistas era un pensa–
miento político, entornmente circunscrito por la política, mieniras la posicióh modet na trascendía do la política y
se orientaba hacia la I)Oesía Para los intelectuales hispa–
noamel ¡canos antel jores o ajenos al model nismo, las po– siciones de la inteligencia, puesto en el .punto de vista nor·
teamericano, se complicaban políticamente, debido al" actitud de lo!> Estados Unidos hacia Hispanoamérica, ,,1 fla– to que recibían nuestros pueblos del Gobierno o del pue. blo norteamericano
Delibero1damento prescindo aquí de toda refeJ encía a
esas dificultades o ronflictos, pOi que sólo indhectamente afecte'" a las ide~s del hombre hispanoamericano sobre sí mismo y a su manel'a de proyectarse como hombre Basto
indicar la forma 9n que tales oCUirencias históricas afecta– bnn al punto de vista hispanoamericann Al chileno Bil–
bao, por ejemplo -admiradot como 01 (lue más da
la grandeza nOI teamericana, opuesto más que ninguno al pas3do español y católico-, le dolía, sin embargo, la he· rida abicl ~a en el costado de Hispanoamérica, y protesta.
ba vehementemente por lo que llamaba "esa partida de caza 'lue han emprendido (los Estados Unidos) contra el
SUI" "Ayel, Texas -t1ecía-; después, el norte de Méxi·
co ,Panamá/l. ¡¡¡ntonces reparaha en ciertas diferencias
entre los
lI y &n1tees" y nosottos. "Nosotros -escribfa–
no vemos en la fierta, ni en los goces de la tierra, el fin
def.nitivo del hombre; el ne!;.tro, el indin, el deshered~do,
e1 infeliz, el déhil, encuentra en nosotros eJ i espeto clue se debo al título y tl la dignidad del ser hUln'Ulo fl
•
"He aquí
-ai;ndíi'l- lo que los republicanos de la América del Sur se atreven Cl pnner en 1'1 balanza, al lado del orgullo, de
las riquezas y del poder de la América del Norte". Lo ma–
lo de esto en (Iue el resentimiento nos hnda ahora apare– cer, frente ~I nOl tsamaricano, un poco idealizados. Pero
por lo menos nos hada pens... en el hombre Quedaba,
al menos, una constanc'ia de que para nosotros, los hispa–
noamericanos, el hombre, la sociedad, no significahan
exactamente lo mismo que para el "yankee".
Pero dejemos el aspecto político de Ii! cuestión. Más
plovechoso será tratar de penetrar con los modernistas, un poco más a fondo, en el problema de la influencia nor·
te9mericana sobre nosotros. Ya indicaba en mi prinler
'Htítulo que los Irtodernistas son los primeros hispano– americanos que despolitizan -como dirra mi maestro y
amigo el !~I'an Iloetll luís Roso1les-, des.politizan un poco
ése problema. Si biel1 los modernistas no estaban entera· mente desengañados de la políticll, ni habran perdido por
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