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cerdore que se fincó allí con el fin de establecer un CUlata, pero en la América Central los deberes 65pid– ;tuales del sacerdocio suelen jr de la mano con los iu– tereses terrenales Pues que si bajo cierto punto de visfa parece loable juntar a los pobladores aislados

y dispersos en las m.ontañas para enseñarles moral y

religión, la verdad es que los intereses privados fie

q

nen fambién su parle en esas diligencias. Y en una localidad como esa es muy fácil para el cura hacelse de fierras y acrecentar sus bienes Pero, en fin, cual– quieY8 que hubiese sido el proyecto filiilo 1l1éenO&'0 del Ministro del Señor, lo cierío es que escogió un paraje ideal para morada de su grey El clima de allí es saludable y fresco, la :tierra férlil, y hay tanta agua que hasta en el verano la vegetación se mantiene muY lozana Además, sus montes vecinos abundan en maderas para leña y construcción

Listo estaba ya para despedirme de mi noble an– fitrión y continuar él viaje, cuando irrumpió nervio~

samente el cyiado con la enfadosa nueva de que mi mula se había aventado las trancas del potrero. Por pura desidia --vicio corriente en el país- no le afaron en mancuerna las patas delanteras para que no caminara largo la mulila Mandé en seguida a va– rios indios a buscarla ofreciendo una buena recom– pensa al que la encontrara Entre tanto, me senté al lado del venerable anc¡ano que parecía, frente a mi consternación, casi feliz con el contratiempo que yo subía, y allí, con el felescopio de su memoria, trajo

El mi vera los acontecimientos más remotos de

S\l,

vida

Me habló de la sifuación del país y la del pue~

blo durante el viejo régimen de la colonia, de la notoria injusticia con que trataban entonces a los in– dios y a los criollos, y de los onerosos hnpueslos que aquéllos tenían que pagar a lá Corona, me ase– gm ó que, a pesar del trastorno que pudiel a haber

Su.f1 ido el comercio con el caTI\bio de gobierno, la. nación había prosperado rrmcho, y que el indio, aun cuando sólo fuese físicamente, eslaba tambiéil me–

jOl, pues ya no se le oprimía ni perseguía. Y se ci

q

vilizaba. Puntualizaba, sin embargo don Miguel, que en 10 mOl al e in:teleclual el estancamiento era pal– mario, y que la población del país había disminuido en los últimos cincuenta años debído a las "plagas", nomble genérico aplicado por los nicaragüenses a las viruelas. al cólera, a la "fas chifladora" o fos ferina,

y a muchas otras enfermedades más o menos con~

tagiosas

Hablamos de muchas cosas: de política francesa, de poesía inglesa. y de prosa alemana En iodo ello era un hombre muy versado don Miguel Había leí– do a Byron, conocía la vida y :milagros del literato

y político italiano Silvia Pellico, y lo de la fórlaleza

de Spielberg donde estuvo éste preso¡ y fambién sa~

bía que la volubilidad del pueblo francés había en– ironizado a otro empelsdor. Quería saber si ese Luis Napoleón no era el rnism.o personaje que unos años airás, estando preso en el Castillo de Ham antes de tl.scend61 al frono, había proyec.:fado la construcción de un canal interoceánico a través de Nicaragua "¡Ahl", exclamó el ilustrado hidalgo, "ese hombre, Con el nombre que fiene, su estupenda energía, sus

ideas y su gran clarividencia, hubiera podido llevar a

cabo la grandiosa elnpresa con que hemos soñado durante frescientos añosl"

Nos extendimos luego sobre las drdalíae sufri– das por Pellico en sus nueve largos áños de prisión,

y por último enframos a hablar de la reciente gesta heroica de Hungría, nación por la cual sentía don Miguel gran simpatía En suma, el carácfel y los co... nocimienios de ese var6n eran cosas de admh al en aquellas remotas montañas del interior de Nicaragua En el corazón de aquel cuerpo ya en fratica decaden– cia material, ardían aún la llama de la poesía y los bríos caballerescos de un alma joven

Caía la tarde y la mula no aparecía Panialeón resolvió entonces jugarse la última carla: prendió dos candelas de cebo a San Antonio para que la hiciera aparecer¡ se arodilló ante él, y con la hija mayor de Don Miguel le rezó unos padrenuestros Terminada la oración encendió un puro, se acost6 franqui1amen~

te en una hamaca y dejó al sanio el trabajo de en– conirar al animal.

Lo que debió haber hecho, por supuesfo, era ma– niatarlo, como queda dicho, y así no hubiera impor– iunado al sanio, pero el feliz desenlace -como se vel á- convenció a Panialeón (a quien dicho sea de

paso no le imporlaba un ardite la demora de mi via– je) de que esa era la n\ejor y más cómoda manera de proceder en tales casos

Entrada ya la noche llegó a visitarnos un comisa– rio, especie de juez de paz, de un poblado vecino Vestía el funcionario camisa, pantalones y sombrero, pero no llevaba zapatos Como en el curso de la con– versación saliera a relucil el asunto de mi mula. el hombl e dijo que creía haber visio en el camino un anitnal idéntico al que le eslábamos describiendo. Así pues, Se ofreció, por un dólar, ir a recuperarlo¡ y

se fue llevando un lazo.

Supe después que la tal mula era originaria de .Jales, pueblo hacia el cual parecia iba enrumbando con el propósito fal vez de revisifar los paisajes de su infancia en nostá.lgica. añoranza de su viejo domici– lio Por eso, quizá, me había abandonado Pan:ta– león juraba que ya el santo, habiéndoles oído, estaba trabajando, y por tanio se volvió más peI ezoao y

negligente

Es evidente que la dudos& comodidad de seme– jante enseñanza ofrece a la genie muchas maneras fáciles de rehUÍ! la consecuencia de sus yerros.

Vuelia la mula a mis manos al fin, dispuse pro– seguir el viaje en la lnadrugada del siguiente dia

Al layar el alba, pues, salía de casa despidiéndome del buen viejo en cuyos ojos pugnaban por brotaI las lágrimas Era la primera vez qúe veía yo :tan grande emoción en Nicaragua. Me dijo que nunca ol– vidaría ese 12 y 13 de marzo de 1855 que habíamos pasado juntos, m.ucho tiempo hacía, agregó, que no pasaba por ésos lados un hijo de la civilizada Euro~

pa, y fal vez ya no volvería a ver otro Largo rafa se estuvo parado en el umbral de la pueda, y cuando subíamos la loma de la salida del pueblito me volví. para decirle adiós con mi pañuelo Rebasarnos la cumbre, y le perdí de vis:ta

IDe la obra "Travels in fhe Free Stafes af CenfralAmerica", por el dador Carl Scherzer. Londres, 1857.

Traducción de Luciano Cuadra}.

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