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« Previous Page Table of Contents Next Page »dalas a luz como pellas finísimas del océano, sin lí–
nLi±es de su rica faniasía
Esos vocablos modernos o palabras nuevas, no han sido tomados: ni de los antiguos clásicos, COlTIO
las toman los semisabios¡ ni del esfilo familiar, como Selgas; ni de la chispeante challa del pueblo campe– sino, corno Trueba¡ ni del poético lenguaje del nl.on– iañés y del marino, COn1.O Pereda; sino de una fuen– te más pura, de un mal1.anfial más cristalino: hijas del sentimenialismo arlís±ico, esas palabras nacen por generación exponfánea del seno Inmenso de la be– lleza fecundado por la potencia de un cerebro incom– parable
Recopiladas esas palabras con el mayor eS111.ero
y guardadas cual oro en paño forman, ya, un dic– cionarlo original, fan breve como precioso, del que trataremos al comienzo de ] a confinuación de esíos
lauros, que con torpe mano entretejelTIos para orlal
la frenie de un héroe nacido para la inmorlalidad
v
En el dics::ionario daríano, como en un delicioso vergel, encon..l:ramos, enire o±ras, las siguientes flo– res, o palabras: corn.o verbos, a gemal', l!lesl'azonar,
i!D:ni.lL', maCiiZ2B' y aquilosar, de 13 primera conjuga–
ción; esplelJulei" y obseder, de la segunda¡ ¡revenir y
devcniir, de la tercera Haciendo de nombres: anibis..
"10, liiQ~ali.U'igli1\'\l.O, lml2:ntaRidad, alOl'é'2ción y siringa.
Sirviendo de adjefivos: anc~al'al, bicm.'Jle, aqa.1iRosado,
miYieruanochlBsco. Y como frases ya engarzadas, Inu..
la1ez iníJe!eciuai y c!lv.alvura esRéncn~
Ni esos vocablos, ni esas frases son casfellano, pero lo serán si el decadenfismo sos±uviel-e sus pres– ligios, mal que les pese, a los que pretenden sujetar,
en .las rufinarias norrnas de la claridad, de la conci– sión y del buen sentido, las sublimes expresiones del pensamien±o, idólatra de la belleza en la forma y en el sonido
Vi
La vir..l:ud generafiva de Dal ío da exis..l:encia, no solamen±e a palabras y frases, sino, también, a pro– piedades novlsimas en cierfos seres! que jamás soña–
Ion adquitirlas en parfe alguna, n1 en los lTIUY anl.– plios dominios de la me.táfora
De este modo ha resullado: que las melodías fie–
nen COnOR", lo mis1uo que cada uno de los sonidos, que son, ya verdes, ya rojos, ya morados; a su turno los colores llegan a tener §oll1ido y (Jon aeenSo& men– iales, la farde se vuelve capaz de eraí!lb!'~aQ'aJrse con. el
azu.R, al par que las alrnas se iornan sangriennas; y Dios creído de iodos, un ser simplísimo se liquidifica
en este 111.agnífico verso:
"Pues más de una vez me has brindado En la copa de rni dolor, Con el elíxir ele la luna Calientes gotas de Dios"
VII
Toda esla po..l:encia creadora le viene a nuesiro nl.erilísimo compa±do±a, ya de su espírifu de inde– pendencia in±eleC±ual, enfendida como se expresa en
la siguiente plegaria:
"De las epiden'\ias de horribles blasfemias De las Acadenr.ias: Líbranos, Señor"
~r,-"l. de la sisilcmdialad de su alma, que él rnislTIo nos declara en esía canto:
"Todo ansía, iodo ardor, sensación pura
y vigor natural y sin falsía,
y sin cOi-nedia y sin literatura:
Si hay una alnm sincera, esa es ia mía"
VIII
Corresponde a don Rubén Darío, por del echo ple-
no, el mérito todo entero de la aplicación y uso, en la prosa, de p8ríodos coriísimos de un renglón, y, lambién, de un medio, de un cuario y hasia de un oc1avo de renglón: lo que se realiza sin detrimento de la clalidad, la que no deja de exisfir, siquiera sea, canto relámpagos, tanto mejores cuanto lTIás fugaces, pura estímulo de la imaginación ávida, siemp:t:e, de encaniadoras ilusiones
Por modelo de esa claridad enfrecortada, q1.te viene a ser una especie de gracioso par padeo inte–
~c:c:l:ual, tenemos esio:
"Me despedía no sin cierla inquietud, Era ya la noche
Un ±rm;lVía elécfrico paró anle mi visía Subí y parlí"
y esto, ±ambién:
. 'Tenía un nombre de lujosa exportación No era pariente del a ufor de Adol.llo.
Su varba piC±órica es innegable, Vibra y esplende
Es una categoría de museo
No es alTIable" (Elegio tle Benjamm Constan!.)
Cierfos gncefilleros de por acá, se han atrevido a escribir:
Riñeron un hombre y una mujer El gallo-gallina fue a la cárcel La gallina-gal)o quedó en liberlad Era cuestión de un. él. O tal vez de una ella.
Pero esJ:e estilo, si bien inteligible y tiene basian– fe parecido, aparente, con el del nuestro Rubén, no puede au..l:orizarse, de modo alguno, porque es pe– destre, no volátil; de origen plebeyo, no magistral Este esiílo magisíral, en períodos muy corfos, fe– lizmente inveniado, tiene grandes consecuencias: de– sobliga de relacionar las ideas, lo que tan dura la– bor impone a la mente; evita el empleo de las con– junciones tan enojoso por lo difícil; y aplicado a la prensa periódica la hace doblemente periódica, le gasta más papel al llenar lnayor espacio, y le mejo– ra el precio de remifidos y de avisos que se cobran por lineas
¡Peregrina invención, digna de encornio¡ por la que se ha logrado la completa armonía de los en~
cantos del ideal con las venfajas ma±eriales!
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En su calidad de ciudadano del Parnaso, don Rubén tiene una facultad que le es propia e intras– misible: lo de elTIbellecer iodo lo que cae bajo la in– fluencia de su estro poélico, de modo análogo a los golpes de luz coloreanfe sobre las decoraciones de un :l:eatro, que revisíen de encanto lo mismo a Venus que El Vulcano, a igual de una blanca paloma a un horrible sapo
Hasta el bienhadado advenirnienio del decaden_ fisrno, los poefas buscaban la belleza en donde exis– tía, para revelarla a la mul±ifud incapaz de encon– trarla por sí 1uisma, la belleza apacible, nos la mos– ..I:raban, en el murmurio de la fuente, en el calix de la azucena, en el céIiro, en el rocío, la inl.poneníe, en el rugir de la tmnpes..l:ad, en la espesura del bosque, en la soledad de un cementerio; y la ideal, en el amor, en la virlucl, en lo dlvino, e:lcé±era¡ pero jamás se les ocurrió, por inepcia, seguramente, producir la belleza, con gl an facilidad, en objetos feos de suyo, con sólo vesiírlos con las galas de la poesía
Es:l:e gran progreso y esíe iriunfo estaban resel– vados al que, en su cuna, fue acariciado por las bri· sas de nuestros lagos y los perfumes de nuestras montañas
Por aira parle: aquellos poe..l:as acos±untbraban, al hacer sus versos, pedi.r, solamente, lo que habían n1.enes.í:er: la inspiración, dulce acento, angélicas me– lodías, y si ±en~.an que cantar exigían: liras, 8a1..l:erios, flautas, pifos¡ así como pudieran haber querido ma-
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