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que ya se escapa de las viejas monarquías, pasará la gestaci6n, vendrá la luz y seremos grandesl ¡América
es el pOI venir del mundol
Creo, pues, inútil y por dem.ás ingrata la tarea de cierlos críticos de profesi6n, que por inquina o mala
fe, aun no han podido enconiral algo bueno en el caudal de nuestros conocimientos literarios.
No es esto aludir a Valbuena, que es incorregible
y nos tiene mala voluntad; lo hago en referencia a don Ramiro de Maezfu, cuyo juicio crítico sobre "EI pensamiento de Atnérics", nos lo ha traído Vida Nue– va" en su alcance mensualmente consagrado al esht– dio de las letras hispano-americanas
No conozco el libro del señor Berisso, ni creo in– dispensable la brillante producci6n del ilusire polí– grafo argentino para juzgar al crítico español. Soy americano, yeso basta para que todo hombre honra~
do se rebele contra las injusticias de los que no ven en nosoiros más que "demagogos desalmados y es– critores de pandillaje"
Es cierlo, no se forma el caudal literario de las naciones con los santos desahogos del patriolismo, ni con los arranques todos de la juventud, pero si el se– ñor Maeziu quisiera ser menos desdeñoso con noso– tros y no erigirse en tribunal autoruario, yo le mos– traría en el líInpido cielo de América, faros resplan– decientes de la más legítima gloria, capaces de ilumi– nar las cimas todas de la noble España
Lea Ud. las obras clásicas de nuestros ingenios, salgan los españoles del estrecho círculo en que, por amor a la hadición, siglos ha que sistemáticamente se han encerrado para
1,'10 dar paso a la idea universal y, a poco que recorran, encontrarán la augusta figu– ra del inmortal Bello, animando con su gran espíritu, el organisIno del pensamiento casfellano
Avancemos un poco más en el camino de la his_ toria confemporánea, y sírvanse decin:n.e los nobles académicos de uliramar, si Henen por ventura un sólo hombre que haya hecho tanto por su idioma como don Rufino Cuervo por la filoiogía Pasma, señor Maeziu, y no pareca sino que la tenaz labor de mu– chos siglos y la vasia erudici6n de muchos sabios, se han dado la mano para erigir, con el "Diccionario de Regímenes", un eilO:rno monurnento a las letras espa– ñolas
Aquí no :más, entre nosoiros mismos, pobres y
atrasados como Bndamos, Baires MonJúfar e Irisarri, pueden satisfacer el gusto más rebelde y desconten– tadizo ¡Como que Menéndez Pelayo les ha tejido Jan rica y merecida corona, que no la desdeñaría el mis– mo c~nsor del liferato argentino!
Basta y comencemos
Dirige don Ramiro su p:dmer ataque conira el gran patrioia y publicisia argeniino, don Mariano Mo– reno, y' no acieria a comprender la causa que haya podido inducir a Berisso para incluirle enire los inte– leciúales americanos
¿Con que no hay motivos suficientes para que Moreno figure entre los intelechmles Bll1ericanos ?
Egoístas, no lo conocéis
Aquél joven heroico, último despojo del más me– mora.ble de los naufragios, heredó del océano la aqre· siva ienacidad y la energía lll.contrasiable de las olas, para luchar confra todos los elementos, y por eso fuI') revolucionario Españoles, no lo queráis •
Cuando en las noches de Amét ica fado callaba, eusndó la esperanza nacional parecía que a cada mo-
mento se hundía más en el abismo de la desespera ción, él solo, s6lo él levantó el estandarle de los pue: ~
bIes libres. y fue el 1810 Orador y publicisia, mag¡; !rada y diplomático, des,de el Plata al caudaloso Fü~
msc, una sola voz se Ola, la voz de Moreno inocu 1ando en la juventud la savia de la democracia l~
n?vísima savia de la libertad Españoles, no lo qUe:.
ralS.
Resonó su palabra. como la palabra ele la Sibila
en la radiosa aurora, y se sumergió en su propio res plandor. La fuerza primitiva de la revoluci6n, corn~
una esfera mágica y luminosa, envuelve su nombre ante el alma entristecida y brilla a lo lej'os (Moreno muri6 a bordo, antes de llegar a Londres , muy lejos de iodo rumor humano y de la tierra que guarda los muertos, entre la inmensidad del mar y la inmensi.~
dad del cielo De las ondas saJadas y las nubes en~
cendidas, hizo la. rnuerie un mausoleo eterno y digno de su memoria aug\,lsfa, jamás empañada en cínicos fratricidios, ni en cobardes desencantos y traiciones
¡En su cerebro anid6 el rayo y en sus grandes ojos fulguraba el astro divino del profefa! lef el jui. cio critico de José Manuel Estrada) Fue revoluciona. rio, españoles no lo queráis.
¿Otié mucho entonces que profane Maeziu la me_ moria del más grande de los poetas del Nuevo Mun– do, y que mire con desprecio al :mayor de nuestros vi~
dentes, al divino canfor del inrnorlal Bolívar?
Olmedo es como los Andes: allí sólo llega el cón. dor y anida el águila caudal de las selvas iropicales: Maeziu no puede subir
y sin enlbargo "le l1arna cantor rhnbombanfe del pandillaje tevolucionario de las guerras civiles"
Esiá bien, así se insulta, pero no se escribe la his. foria
Cuando Teodoro Koerner, luchando por la liber– tad de su patria, moría en los campos de Rosemberg, no era un iluso declamador, sino el lírico sublime. que con In nurada encendida por la visión del por· venir, soñaba con nuevas esperanzas
y si por haber Ohnedo condensado en sí iodas las ilusiones de un mundo, si por haber cantado en versos inmortales las glorias del Libertador, merece el olvido de España, olviden iambién los españoles a Quintana, porque él fue el Tirleo de la independen– cia, el "c1arín guerrero que desperló las iras del león y lo alenió en la iitánica y desigual contienda" Quin– tana fue grande porque fue grande la causa que de– fendía.
Y, ~no hemos de colocar en el templo augusto de la inmortalidad al rnás inspirado de nuestros vates. al canior de nuestra independencia nacional?
Ahl se necesiia tener la intelig-encia cerrada a los nobles ideales del srta, y el corazón lleno de mezqui–
no egoísmo para no aplaudir al genio, aun a despe– cho de dolorosos recuerdos y de sangrienta s iradicio–
nes
Abrid un poco, señor Maeztu, las poderosas a}as del ingenio, que bien rico lo fenéis, para salvar la ~
penetrable muralla de vuestros Pirineos y respirar, s~·
quiera sea una vez, el soplo vivificante de la vida un¡· versal, alzad el vuelo allende el Gibraltar, y desde el azul inmenso de nuestros mares, contemplad c6mo se incuba y germina. el progreso, hasta en la cumbre misma de nuesiros abruptos monies
Ya es hora, quizá demasiado farde, de que S8!–
gáis de ese ensimismado retraimienio en que habéJs vivido, merced a las ilustres memorias de los anJiguO S
días No se vive de laureles, ni se Bvanza en el ca~
mino del progreso, soñando dulcemente a la sombra
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