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Leyenda en tres capítulos, dedicada al Señol Plesidente del Ateneo de Lcón, Licenciado Don Tomás Ayón
CAPITULO 1
AlIITES
I
HEFfMOSURA Era el día 6 del primer mes del año primero
E;npezaban a abrirse las sonrosadas puerías del Oriente para dar paso a la más poética aurora que han contemplado los siglos El cielo estaba azul, sere– no, 1rasparente, y tan sólo allá a lo lejos, aparecía arrebolada de mil nacaradas nubecillas que entrecru– zándose en infinita variedad, parecían formar un do– sel de nácar y rosa prendido en el inmenso templo de la naturaleza Los campos ostentaban una hermo– sura primaveral, los árboles frondosos unían sus ra– mas formando en varias partes un verde cielo raso, sobre el cual se columpiaban infinidad de canoras
aves, que daban al viento la armonía de sus trinosl el aura Susurraba mansamente enire las flores hacien– do temblar sus tiernas, recién nacidas hojas . Era un
l~gar delicioso rodeado por dos arroyuelos que, par– he;ndo de u~ mismo origen, corrían a un lado y otro e Iban a unlr sus aguas más adelante determinando una, pequeña .isla En su centro había una fuente, cu– yo hmpldo cnstal reilataba el azul del cielo, sus aguas se repartían a derecha e izquierda, cruzando aquella isla COlno una cinia de plata; sus rnárgenes estaban cubiertas de mil variadas flores, ostentando orgullo– sas sus gotas de rocío que parecían perlas engastadas en sus corolas
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EL HOMBRE Y LA LLAMA En este sitio dormía profundamente un hombre a la sombra de un árbol corpulento y frondoso, de cu–
yas ramas pendía una enredadera de espárragos, siemprevivas y madreselvas, entrelazadas de bellísi– mas flores, Esta enredadera, dividiéndose en dos par– tes, caía a los lados de una meseta del terreno formán– dole un pabellón natural La meseta estaba poblada de menuda yerba que la cubría corno un tapete de oscuro verdor, y matizado de finísimas flores de ex– quisita fragancia, Sobre ella dormía el hombre: su sueño era tranquilo y su semblante retrataba una ale– gría infinita Más bien que sueño, parecía éxtasis di– vino Clásicas eran sus formas: en todo él no se ad– vertía el menor defecto Era blanco como las nubes del Sabino, hermoso, como los serafines del cielo Su cabello ondeaba en dorados rizos sobre su espaciosa frente, y Una sonrisa indefinible le daba un aspecio sublime
De pronto, todo aquel lugar se inundó de apaci_ ble claridad que iba aumentando por grados, y resonó en 10 alto un canto dulcísimo, todo aquel recinto Se iluminó de vivísirna luz, y dejáronse oír por todas
partes himnos de a.labanza, cuya almonía celesiial y divina cruzó el infinito En equel instante despren– dióse del centro de aquella claridad Ulla llama celes– te: acerCÓSe al lugar donde dormía el hombre, y su sueño se hizo más ~rofundo La tierra temblól La naturaleza quedo en silencio El sol perdió su luz, apareciendo como un punto negro allá en el ho– rizonte; pero aquella llama ilUlninaba los mundos!
Entonces el árbol bajó sus lamas, y cerrándose el pabellón por completo, dejó dentro, solos, aquella lla– Ina divina y aquel ser humano Los lnelodiosos can– tos se hicieron oír más dulcemente, y las arpas angé– licas resonaron llenas de Inisteriosa e incomprensible
armonía
A poco, la tiena tembló de nuevo, el árbol elevó sus frondosas ramas, la llama salió y desa·pareció en el espacio, cual rápido Ineteoro, y lás últimas noias de aquella sinfonía celestial se· desvaneCieron en el infinito El sol volvió a iluminar con sus dorados ra– yos las cumbres de aquel árbol y toda la naturaleza recobró su animación
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LA MUJER ¿Quién era aquél que allí dorm.ía rodeado de tan– ta belleza~ ¿Por qué la llegada de aquella mís1ica ll81na? ¿Por qué, cuando se hubo quedado sóla con aquel ser humano, la tierra se estremeció, el sol per– dió su brillo, la naturaleza erllnudeció y los coros an– gélicos demostraron su regocijo, apurando las armo– nías de sus plectros de oro? ¿Qué misterio tan porlen– loso se fraguaba en aquel momento para que el cielo
y la tierra se confundieran en tan sublimes demostra– ciones? Vealnos
El que allí dormía era el primer hombre, era Adán Aun duerme tranquilamente, pero ya no está sólo, a su lado, dulcemente recostada, hay una mu– jer ¡He ahí la obra que el cielo y la tierra saludaron! Su aufor, el mismo sublime Artista de los mundos
II0h Dios mío, tú que la formastes complaciéndo– te en su hechura corno en la mejor de tus obras, en– víame en este momento un rayo de luz, a cuyo fulgor
pueda describir la obra de tus lnanos sin que la pro– fane sacrílego!!
Eva permanece aun dulcemente recostada junto a Adán Con una de sus manos despeja la frente de su compañero cubierta de rizos, con la otra levántate su herInosa cabeza posándola suavemente sobre su níveo pecho Eva tiene la sonrisa del Querube, la mi– rada del Angel Sus ojos garzos despiden rayos del más puro amor Su largo cabello rubio caía forman– do graciosas ondulaciones sobre BU desnuda espalda, como un rlo de oro sobre una superficie de alabastro Algunas flores caídas de la enredadera sobre su cabe_ za, la formaron guirnalda de siemprevivas Su boca entreabierta por sonrisa indefinible, seméjase a la co– rola de amapola roja, ocultando en su fondo de púr– pura nevadas gotas de rocío Su cuerpo era la obra maestra del Divino Artista La humanidad solo ha contemplado dos tipos que se le hayan parecido: el uno le era igual, se lamó "María", el 011'0 acercábase– le en belleza, se llamó la "Venus de Milo",
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