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« Previous Page Table of Contents Next Page »una manera terminante, es decir, con los lemas ciesd– nollo, perfeccionamiento, ascensión, "progreso", ro– deos circunstanciales y dificultades insuperables Pe– ra estos cambios no menoscaban el concepto general, según el cual, el paso siguiente, una vez aceptado, re– pi esenta una fase superior, y en cada innovación, comparada con el conjunto, entra siempre en acción lo más justo y 10 mejor Frente o esto, tiene un ca– rácter muy distinto el cambio que -como el ejemplo de Campagne de France, de Goethe- afecta a la exis– tencia espiritual y moral del individuo y de la sociedad Es evidente que, en este aspecto, UllO innovación efec– tiva no significa siempre ea ipso una mejora, y es se– guro que Jos cambios de esta clase tienden invariable– mente hacia lo positivo Si el pi ogreso, la ascensión y la perfección son absolutamente posibles, la posibi– bilidad de su realización dista mucho de ser segura En este caso la libertad humana se halla muy com– prometida, y~ que se exige del hombre, tanto en su vida individual, como en la social, un esfuerzo total– mente específico Lo justo no se abre camino "por sí solo" Al contrario, casi podríamos decir que dejar libre curso a los acontecimientos es erróneo y contra– producente Clara está que el progleso técnico-cientí– fico tampoco se lleva a cabo sin los mayores esfuer– zos del hombte Sin embargo, en este caso se trata de una diferencia de principio En el campo de la ciencia y de la técnicn hay una especie de dinamismo
objetivo, inherente a las cosas, que a veces se realizan independientemente y hasta en contra de la voluntad de los investigadores Un físico moderno ha dicho "La ley de [a gravitación o de la descomposición es– pectral de la luz no hLlbiera dejudo de descubrirse, aunque no hubiese existido Newton Sólo que hubie– ran tardado más en producirse" Algo semejante po– dría decirse de los inventos de Hertz y de Einstein "Hubieran tardado más" En este caso, el plogreso puede ser más lento y hasta detenerse, pero nunca se pi aducirán errores en su desan 0110 ni degeneraciones, que son muy posibles, en cambio, en la vida espiritual y moral, y no sólo desde el punto de vista individual, sino también del social De ahí que las transforma– ciones que se operan aquí sean, con razón, motivo de preocupación pala todo el que se sienta tesponsable para con el hombre De ahí también que la profunda inquietud que inspira, como todos sabemos, la ener– gía atómica súbitamente puesta a nLlestra disposición, hablando con exactitud, no se refiere tan sólo a las conquistas de la ciencia y de la lécnica propiamente dichas, que constituyen un hecho grandioso e ilimita– do Pero, natulalmente, el estudio del mundo y el do– minio de [a naturaleza no pueden a pOi tOl se del con– junto de la existencia humana Y aquí es donde apa– rece el motivo de esa inquietud, pues cabe preguntar– se si el hombre, ser espiritual y moral, no abusará de las conquistas de la ciencia y de la técnica, que han puesto en sus manos una fuerza inconmensurable Una gran parte de esta preocupación se refiere a lo que sería del hombre en medio de un mundo que se transforma con
el eciente rapidez y profundidad -una porción del cual trata de conservar algo capaz de subsistir a través de todos los canlbios turbulentos,
pero no lo que subiista de cualquier COSá, sino lo qUé
permita mantener la pUleza y la integridad de la ou. ténlica vida humana, de esa herencia primitiva de la verdad sobre el hombre y el mundo, que sirva para pi eservar esa herencia de que se nutre, no sólo el hom– bre de ciencia, sino también el obrero y que, en el fon– do, constituye su vida Se trata de que este "tesoro" no pase al olvido, sino que sea entregado y recibido in– tacto por las ge(leraciones sucesivas, para seguir sien–
do entregado y recibido indefinidamente Dicho de
otro modo la inquietud cada vez mós intensa, frente a las irrefrenables transformaciones históricas, por la substancia de lo verdaderamente humano, ha ido in– dentificándose con la inquietud por la tradición En el instante en que pronuncio la palabra "tra– dición", se anuncia ya un nutrido coro de críticas, pro– movidas por la duda, la defensa, la protesta y la re– sistencia Todos sabemos hasta qué punto los concep. tos de "costumbre", "herencia", "tradición" y de lo "tradicional" están más o menos cargados de valora– ciones y depreciaciones de origen afectivo y "filosófi– co" y el que está versado en la historia del pensa. miento conoce muy bien la cantidad de luchas y dis– crepancias que se han desencadenado una y otra vez alrededor del concepto de la tladición y de sus exi– gencias i Cuántas veces las fuerzas históricas debili– tadas y agotadas se han referido a la "tradición", a lo que se ha pensado, dicho y hecho desde "los tiem– pos más antiguos"! ¿Y acaso no se han realizado las grandes cosas de nuestra época en contra de la tenaz resistencia de lo puramente tradicional? El "progre– so" significa evidentemente abandono del pasado y avance hacio lo que aún no ha existido ¿Qué sentí· mienlo de culpabilidad no despertaría en una genera· ción que dejara pasar solamente lo heredado sobre sus hombros, para pensar, decir y hacer algo radicalmente nuevo? Y por último, ¿con qué podría justificarse en efecto la exigencia que se levanta forzosamente de– trás de toda tradición y sin lo cual ésta sería inimagi– nable?
Estas objeciones y críticas que hoy en día carac– terizan sobre todo al intelectual no pueden tomarse o la ligera Y todo el que emprenda la defensa de los derechos de la tradición y la presente como un ele– mento imprescindible de una vida humana perfecta, completa y razonable, habrá de admitir forzosamente
esta posición contraria y argumentar sin perderlo de vista
En primer término, convendrá aclarar en lo po–
sible los conceptos, y es indispensable ante todo colo– car el concepto de "tradición" en el lugar que por de recho le corresponde Precisamente una gran parte de estas discrepancias procede siempre de que la re– ferencia a la tradición se ha producido donde no de– biera, por ejemplo, en el ámbito de la investigación centifica y de la práctica directamente fundada sobre aquélla No es extraño, pues, que la primera diferen– cia de principio sobre el carácter ineluctable de la tra– dición se haya suscitado precisamente en relación con este punto Me refiero al dramático debate entablada alrededor del concepto del "vacío", en el que han par· ticipado tantos sabios notables, como Galileo, Descar·
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