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EN UN MUNDO QUE SE TRANSfORMA

JOSEF PIEPER

La comprobación de que VIVimos en un mundo en constante evolución no tiene nada de original Apenas leemos u oímos un estudio sobre esta época en que no se hable de ello, y con razón Pero, en ge– neral, sólo se toman en consideración las tronsforma– cidnes llevadas a cabo por el hombre y, sobre todo, los progresos de la técnica para dominar [a naturaleza y sus energías Podemos decir que nuestra admira– ción no tiene fin ante los enormes y rápidos cambios que se observan en este terreno Si volviese a apare– cer en nuestras días otro "monje Heisterbach", no necesitaría dormir durante un siglo, ni siquiera dUlan– te una generación, le bastaría con permanecer aletar– gado durante cinco años y, a[ despertar, ya le sería difícil comprender lo que viese, porque no habría oí– da hablar nunca de satélites de la tierra ni de plane– tas artificiales En el campo de la ciencia pura pare· ce que ocurre lo mismo Un colega de la Universidad me decía recientemente, tal vez exagerando un poco, que, si sus antiguos maestros asistieran hoya sus cla– ses, apenas podrían seguirlas

Sin embargo, estas transformaciones causadas por nosotros no representan casi nada en el mundo en evolución en que vivimos actualmente Existen incluso muchas pruebas de que las modificaciones verdadera– mente decisivas, las que determinan realmente la his– toria, son de otra clase Es posible que sean más con– cluyentes los cambios que no producimos nosotros, como los de carácter técnico, sino más bien los que se efectúan en nosotros, aunque sea sin nuestra interven– ción Por supuesto, tampoco deben imaginarse estos cambios como si fueran ellos los que afectan y trans– forman la esencia y la naturaleza del horno sapiens

Me refiero, en particular, a los que se registran en nuestro sistema de vida, en la estructura, en el estilo y en el ámbito de la existencia moral, es decir, en los actos de que el hombre es responsable, sobre todo, en la vida colectiva

Un ejemplo, quizás sin una gran trascendenCia, pero característico y, al mismo tiempo, gracioso, de tao les transformaciones, se me presentó hace poco, al hojear casualmente una de las obras autobiográficas de Goethe Se encuentra en la Campagne de France o, mejor dicho, en los apuntes sobre la notable expedi– ción militar de la Europa monárquica contra el ejérci– to popular de la Revolución Francesa, que fracasó la– mentablemente en medio de la lluvia y el barro En esa guerra, pues, que en muchos aspectos pertenece ya a nuestra época -como relata Gaethe con deleite– se observa todavía una unanimidad entre los bandos adversos sobre casos como el siguiente cuando hacía

mal tiempo í imagínese el mes de septiembre en Fran– cia! los centinelas avanzados de ambos campos tenían derecho a envolverse en su capa, y según la dirección del viento, volver la espalda al enemigo, sin que esta indefensión circunstancial fuese aprovechada por el adversario Este relato puede leerse en el diario dé Goethe del día 24 de septiembre de 1792 No es ne– cesario insistir en que este hecho es absolutamente ini· maginable para un contemporáneo de la última gue– rra mundial Naturalmente, el detalle carece de im· portancia· para nosotros Pero, i qué condiciones increí– bles (esto es tan completamente naturales, que no se consideraba necesario hablar de ellas) de carácter ge– neral se hallan contenidas en un acuerdo de esta cla– se! i Qué humanidad tan confiada, qué ausencia tan completa de demagogia "ideológica" y de humor! Desde entonces, algo ha cambiado dentro de nosotros

y en nuestra manera de ser Pero no está en mi áni– mo detenerme demasiado en un ejemplo tomado al azar, ni extenderme en alabanzas sobre esa época pre– térita Conozco sin duda la cruel matanza de quinien– tos inocentes, para lo cual un tribunal popular y de– magógico movilizó en el mismo mes de septiembre de 1792 a la población de París Claro que a esto podría añadirse a renglón seguido estos horrores (la muy mo– derna palabra de "terror" brota entonces, con toda su significación específica, en el vocabulario de los hom– bres), e incluso el régimen llamado del "Terror", no eran más que un juego de niños, comparados con la crueldad sistemática de que han dado pruebas las dic– taduras de nuestros días Tampoco entraré en la cues– tión de si el "género humano" (como ha dicho Emma– nuel Kant en un ensayo, que también lleva la fecha de 1792),

(1 juzgar por estos hechos, se encuentra "en constante retroceso hacia lo peor" o, si a pesar de to– do, está en constante "progreso hacia lo mejor" El propio Kant, como es sabido, ha optado por la tesis, o más exactamente, por la hipótesis del progreso De– jemos, pues, todo esto tal como está Me interesa aclarar que se trata evidentemente de los cambios más patentes que se anudan entre sí en la complicada tra– ma del proceso histórico

Dos de los hilos de esta trama, sobre todo, pue– den distinguirse con bastante claridad Uno de ellos está formado por las modificaciones que se operan en el mundo, en el campo de la investigación técnica, y por la utilización de los descubrimientos en ella fun– dados, desde las herramientes primitivas del hombre prehistórico hasta el moderno reactor atómico En mi opinión, estos transformaciones siguen una trayecto– ria fácil de reconocer, y su ley puede formularse de

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