Page 50 - lista_historica_magistrados

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Nacional el asunto que ha sido elemento per– turbador en nuestras democracias: la reelec– ción. Más adelante me referiré de nuevo, con rClayores detalles, sobre este particular.

El espíritu de las democracias modernas es un espíritu de equidad y así corno al termi– narse los conflictos sangrientos, inseparables de la imperfecta condición humana, ya a la hora presente sería urt anacronismo el grito de los antiguos vencedores: "¡Ay de los venci– dos!", también hoy, al concluirse las incruen– tas luchas cívicas se aceniúa una iendenda nueva en los partidos dominantes: la de ceder un l\1gar en la representación nacional a las minorías. Tal concesión revela no solo un sen– fimierito muy vivo de justicia sino también un serifido político profundo. Por ella se atrae a los partidos, acaso débiles numéricamente pe– ro en cambio ricos en hombres de peso, al pa– lenque de las lídes ciudadanas, en la seguridad

ele que se les hará partícipes en los frutos de la victoria a pesar de su impotencia para logra.r– la ellos por esfuerzo propio; y con ello se eli– mina ese elemento de encono irreconciliable que afea, agría y hace tan peligrosa la bien– andanza de la República, luchas que por tra– barse entre facciones que persiguen ideales si– milares y afines, debieran ser inocuas. Movido por estas ideas y conceptos propuse un pro– yecto de ley que otorgara tal representación a las minorías. Este principio que ha sido apro– piado por el partido dominante ahora, fue en realidad, iniciado por mi administración hace ya más de cuarenta años.

A fines de 1919 tanto la ciudad de Grana– da corno todo el resto de la República se con– movió con la noticia del atroz asesinato come– tido en la persona de don Francisco Gutiérrez, alias Calilla, en su domicilio de la calle de El Palenque de aquella ciudad.

La eficacia investigadora de las au±orida– des de Policía dieron pronto con los autores del horrendo crimen. La criminalidad en Nicara– gua había descendido grandemente a un nivel bajísimo gracias al sistema preventivo adopta– do por el Ministerio del Ramo y por la cons– tan±e vigilancia que el cuerpo encargado de la protección de la cíudadanía ejercía sus funcio" nes. Por eso ese crimen tuvo la publicidad y resonancia de que fue objeto, ya que actos co– rno esos no se cometían con tanta frecuencia como ahora.

Hilario Silva, alias Cachimbón, y Luis Gu– fiérrez, alias Chojito, fueron descubiertos por las autoridaes como el autor y el cómplice del asesinato. Una vez capturados confesaron su crimen y fueron sometidos a juicio. Los jueces estuvieron contestes en sentenciar a la pena de muerte al primero y a cadena perpetua al se– gundo.

A pesar de mi carrera de militar, que co– mo he dicho antes, la he ejercido solamente en circunstancias especialísimas, soy enemigo de– clarado de la pena de muerte. Por eso jamás he dado orden de fusilar a nadie, y si he em– puñadc;> las armas ha sido en defensa de alias

ideales, como son la Hberfad y la digniClad del hombre. Por eso hice que se sometiera al Congreso la inicia±iva del Poder Ejecu±ivo rela– tiva a conmutar la pena de mueríe' a 'que fué sentenciado el reo Hilario Silva, alias Cachirn– bón. Sin embargo, el Congreso desechó la ini– cia±iva y el reo fue fusilado en el cementerio de Granada.

Recuerdo que Anselmo Fletes Bolaños, que no perdía ocasión para atacarme grafuita'" mente, escribió unos versos que consisnan en unas estrofas que terminaban con el esiripillo: "Y mataron a Cachiinbón" y ert las que me lle~

nabs de denuesfos y me culpaba de la muerte del asesino. Hasta allí llega el abuso de la li– bertad de prensa!

Deseaba mi Gobierno establecer los distin– tos ramos de la EstadístiCa Nacional, de ia, que es parte esencial la fonnación del Censo de la población, y cumplir con la obligación que contrajo la República en la Cuarta Conferencia Panamericana, verificada eri Buenos Aires, el año de 1910, en la que se compromefió a le– vantar el Censo General de la· Población del país en el año de 1920.

Por motivo de. aquellos objefivos y este compromiso, dí el Decreto de 10 de Septiembre de 1919, por el que se trazaban las normas que se seguirían para obfener ese importante dato estadístico de la Repúblicf¡l. Se señaló el día primero de Enero de 1920 como el día en que se llevaría a cabo la inscripción de fados los habitantes del país.

La cooperación de las autorid,ades y de la ciudadanía fue espléndida y el Censo pudo lle– varse a cabo siri ningún incidente desagrada– ble corno los que suelen suceder en otros países aun los más avanzados, en los que los levc¡.nfa. dores del Censo son recibidos de malos modos y hasta con amenazas por personas que temen que los dafos que suministrenSl¡:irvirán para otros fines que no sean los puramente esflidís-

ti~s. .

El Censo de un país es la plafaforma indis– pensable para basar en él urt sinnúmero de cálculos que necesitan efectuar no sólo el esta– dista sino también los particulares.

Merced al Censo de 1920 pudo el Gopierno calcular, por ejemplo, que el promedio de fri– bufación para fotInar los fondos nacionales en Nicaragua correspondía "per cá:'pita" a un 6.66 % lo'que constituía una cantidad irtferior a la de países similares.

Igualmente, en virtud del resulta.do del Censo, pudimos apreciar que el número de in– dividuqs que en Nicaragua podían ejercer el derecho del sufragio se elevaba a un 20 % de su población, la cual llegaba a la cifra total de 635,119 habitantes para todo el país.

En cuanto a la sanidad de la. República nunca corno a finales de 1919 requirió la esme– rada atención d~ parie del Gobierno, debido a

los amagos de la fiebre amarilla que tanta an– siedad causaron principalmente dUranfe los meses de agosto, septiembre y octubre.

Los Consejos Superiores de Salubridad de

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