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« Previous Page Table of Contents Next Page »dos sean militares de pi ofesión o no, procul aban que
tod~s
105 pleitos en 105 cuales figuraban, fuesen someti· dos a los juicios de las Cortes Militares, en los cuales so· lían influir sentimientos de solidaridad militar
De esta manera la casta militar llegó a ser superior a Jos demás elementos de la sociedad y pudo obtenel pr i– vilegios excepcionales dentro del Estado de justicia que había sido construído y mantenido a lo largo de dos si· glos de administraci6n civil española
Esto fue un precedente peligroso pala las Fuelzas Armadas en los nuevos estados nacidos a raíz de las lal– gas guerras de Emancipación No fue posible pal a las administraciones estatales, más o menos improvisadas, imponel su autoridad sobre las tropas y los genel ales victoriosos que habían cleado la misma base de la So– beranía Nacional Declaró abieltamente el prócer argen– tino general José de San Mal tín que la pI esencia de un soldado victorioso tiene que ser peligrosa para estados de reciente creaci6n y consecuentemente, de manel a ver· daderamente noble, se retiró de la política Pero la ma– yoría de sus colegas, en cambio, se aprovecharon cínica– mente de la situación creada al haber recibido la adminis tración civil y por lo tanto el poder estatal, un rudo gol– pe a raíz de la revolución política
A consecuencia de las largas campañas de las gue– rras de Emancipación culminando en batallas glol iosas y sangrientas, surgió un nimbo heroico alrededor de todo lo militar, el cual ha mostrado una vitalidad sorprenden– te En realidad las guerras que estallaron entre los dife– rentes países americanos durante el resto del siglo XIX eran sal prendentemente pocas Además de la guerra de 1846/48 entre México y los Estados Unidos, los únicos
A raíz de lo que antecede es evidente que no haya una correlación entre el militarismo latino-americano y una política exterior de cal ácter agresivo No se tI ata de una esperanza de conquistar laureles guerreros en lucha contl a enemigos extranjeros Los generales latino– americanos han solido estar satisfechos con la gloria he· roica heredada de la época cada vez más lejana de las guerras de Emancipación la posición predominante de las Fuerzas Armadas no tiene, por lo tanto, una base en la política exterior sino en la polftica interior En la au· sencia de otros elementos constitutivos en las nuevas Re· públicas el poderío político no pudo sino caer en las ma– nos del eiél cito y de los gl andes terratenientes general. mente aliados con aquél, cualquier a que fuese la inten– ción de las constituciones políticas, generalmente tan be– névolas como ilusorias lo mismo que un tellateniente pudo decidir todo en su hacienda y tal vez en su distri· to con su propia autoridad y con amenaza de castigos severos, lJ'n general poderoso pudo decidir todo en una provincia o un país entero Durante la anarquía sangrien– ta, surgida en muchas partes a raíz de las guerras de Emancipación, el individualismo arisco, casi brutal que según se dice es pI opio de los pueblos ibél icos, había sido en alto gl ado fomentado Es verdad que, a conse– cuencia de las guerras napoleónicas, en la misma Espa– ña nació un tipo de déspota militar, el cual es muy pa– recido al caudillo hispano-americano A veces estos cau·
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conflictos de mayor alcance fueron la GLJerra de la Tri. pie Alianza contra el Paraguay, de 1865 a 1870, y la guell a del Salitre entre Chile, Bolivia y el Perú en 1879
DUI ante el siglo XX la América Latina ofrece un panOra_ ma todavía más pacífico, especialmente si se compara con el resto del mundo Al lado de algunas campañas flonterizas de menor alcance, no hay más que la Guerra del Chaco entre el Paraguay y Bolivia que deba ser digo na de mencional se en esta conexión La participación de los países latinoamericanos en la Segunda Guerra Mun. dial no tuvo como efecto ninguna acción militar salvo la actuación de una fuerza expedicionaria brasileña en Ita. lia y de unas entidades aéreas mexicanas en el Pacífico En cuanto a la guerra de Corea sólo Colombia envió allí illguna tropa Es un hecho que hasta el día de hoy la distancia geográfica entre la América latina y los focos de alarma de la política inter nacional y los poderes más agresivos la han puesto a salvo de intervenciones mili. tares extra-continentales más serias con sólo algunas ex–
cepciones Durante el período nacional, primero la ma. rina de Gran Bretaña, después la protección cada vez más poderosa aunque no pr ecisamente desinterElsada, de los Estados Un idos, han constituído una barrera bastante eficaz contra atlas grandes poderes más agresivos Des_ de hace ya mucho tiempo ha sido por otra parte imposi. ble pal a los países latinoamericanos, aunque aliados, pensar en que pudieran ofrecer una defensa militar efi. caz conh a los Estados Unidos, idea, por lo demás, pura. mente hipotética Al mismo tiempo es un hecho el que la organización de seguridad inter-americana cada vez mejor elaborada con Ja ayuda de los Estados Unidos, ha llegado a reducir en alto grado los riesgos en cuanto a conflictos futuros entre países latinoamericanos
dillos ejercieron su podel de una manel a más o menos indirecta y sutil, pero en otros casos sus maneras de gran señor lo mismo que la denigración de la representación parlamentaria y de las autoridades civiles, constituyen un testimonio elocuente de la nauraleza del régimen Huelga decir que un caudillo semejante y lleno de am– bición no se retiró más que a favor de algún competidor cuyos argumentos en forma de bayonetas fueron todavía más eficaces Por lo tanto, las
J evoluciones armadas y
los golpes de estado llegaron a ser fenómenos normales natulalmente mejor organizados por especialistas profe– sionales o sea por los militares Para estos militales la insubordinación y el rompimiento de la ¡ura de fidel¡dad llegaron a ser tan frecuentes que, en caso de éxito, eran pI esentados como actos enteramente legítimos lo mismo que en la Roma de los emperadores militares, ca– si cada capital hispano-americana tenIa su guardia de pletorianos fácilmente descontentos e inconstantes No todos los caudillos eran generales El lúgubre déspota paraguayo Dr Francia, por ejemplo, era un abogado, pe– ro la gl an mayoría de ellos pertenedan a la casta militar y todo sin excepción se apoyaron en la fuerza de las bao yonetas En el Pel Ú, como es conocido, fueron los vetera– nos de la batalla de Ayacucho los que reclutaron ros pre– sidentes hasta el año 1872 cuando subió al poder allf un presidente civil Muchos de todos estos presidentes-ge· nerales hispano-americanos eran hombres capaces y ta-
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