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« Previous Page Table of Contents Next Page »Dejemos que los dictack5Fes y sus camariffas sigan pensando que su cooperación será ca–
pitalizada más adelante. Nosotros sabemos que históricamente su causa está definitivamente liquida. da. Preparémonos para la gran tarea de la reconstrucción y no neguemos nuestro apoyo ahora, que más adelante seguirá siendo necesaria. Es una decisión que para algunos espíritus será de riesgo. Pero sólo superando barreras emotivas podremos enfocar en toda su grandeza el drama de América Latina. Continuar ausentes en esta empresa, es renunciar a la responsabilidad que el destina nos tiene reservado. •
Las fuerzas espirituales llevan en si una potencia tan grande y tan inconmensurable, que ningún poder físico o material puede contrarrestarlas. La humani– dad: los pueblos o las razas, las sociedades y los individuos, sufren la influencia de esos fuerzas es– pirituales y no pueden en lo general separarse de las rutas que el/as mismos les marcan. Natural– mente, y como obra propia de la naturaleza humana, hay algunas desviaciones de esa ruta general, fas cuales ni pueden perdurar a través de los siglos, ni pueden tampoco arraigar en la naturaleza del hombre, si bien le ocasionan grandes daños y dan origen a trastornos que repercuten en las diferen– tes épocas de la vida de las Nociones. La mayor y la más grande de todas esas fuerzas espirituales
es la fuerza religiosa, es la vida misma, que emana y que viene de Dios. Miles de años han pasado desde que en la tierra se oyeron las frases y la doctrina de Confucio, de Suda, y sin embargo to–
davía siguen oyéndose, y todavía las sigue gran parte de la humanidad, porque son doctrinas que encarnan una fuerza espritual poderosa. Nosotros que oímos' antes, y aún oímos todos los días la palabra del Divino Jesús, nosotros quienes comulgamos con esa Religión, estamos dentro de esa gran– de e imponente fuerza espiritual que día a día crece, no con la violencia de las fuerzas bélicas, ni
con el estruendo de los cañones o el ruido de aviones. Crece con el silencio, va con la paz y camina conducida con el dulce signo de la mansedumbre. Se apodera de los hombres, de las naciones y de los pueblos, sin ahogarlos, sin aherrojarlos, sin esclavizarlos ni humillarlos. Al hombre y a los pue– blos se les l/ama, no se les fustiga para que vayan: se les enseño para que /feguen con la convicción propia, pero no 51';! les exige ni obediencia ciega, ni la sumisión de los esclavos. Se le da como lema la paz, se ofrece la paz, esa paz que Cristo mismo ofreda cuando se aeercaba a la puerta de cual– quier hogar. Esa paz espiritual, esa paz que da confianza, que l/evo al hombre a dormir con tran– quilidad, sin pensar que alguien vendrá durante el sueño a hincarle el puñal de la traición, ni a des– pojarle de sus bienes. Esa paz que hace que el hombre se olvide hasta de su propia sombra, esa paz pura y perfecta que se ofrece en cada palabra de Cristo, esa es la paz de que deberían gozar todas las naciones y todos los hombres. En esa paz, no hay egoísmos, todos deben ir a ayudar al nece· sitado, ya sea una necesidad material o una necesidad moral. Esta última es mucho más importan–
te que aquéfla, puesto que quien ayuda espiritualmente, presta un servicio que se extiende a través de uno y de muchos años, durante toda la vida, y que a veces se posterga a generaciones futuras. La buena palabra dicha en el momento oportuno, se recuerda y fructifica a través de los años, el buen consejo no se olvida nunca, y la buena acción es semi/fa que siempre nace, que siempre flo– rece y siempre fructifica. Al contrario, quien ayuda sólo al cuerpo o a una necesidad material, ha–
ce un bien, pero sólo tarda pocas horas: el hambriento vuelve a tener hambre, el sediento, sed y el enfermo puede recaer. Hay que curar esa necesidad física; pero más importante aún es la necesidad moral, la necesidad espiritual, porque, esa una vez alcanzada o vislumbrada, siempre vive. Por e~o,
Cristo dijo que su palabra era Vida, porque todo aquél que la recibiera en sus oídos, en cualquier siglo que fuere, y que en cualquier parte del mundo, recibe un consuelo, una ayuda, una satisfac– ción que le hace un bien y que le da esa Vida.
Estas pocas palabras sólo significan que no hay que olvidar que las fuerzas espirituales
son poderosas, que no mueren, sino que se extienden a través de los años y de los siglos y van de
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