Page 53 - lista_historica_magistrados

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z6 como a las nueve de la mañana y concluy6 un poco después de las dos de la tarde, huyen– do el enemigo a la ciudad de Le6n, habiendo perecido en el pleito el Jefe Día de ellas, de apellido Arias, que según dijeron los vecinos del pueblo, corno de costumbre, había vapu– leado a su padre, por la mañana de ese día. Era un hombre de mala fama -según refie– ren- pero valiente, y se enfrent6 cuerpo a cuerpo y a caria distancia, con nuestro Jefe de caballería el Sargento Mayor Abe! Somarriba, joven obrero muy apreciado en Granada, a donde fue enviado su cadáver.

Asegurada esta plaza también, Víquez, el siguiente día ocup6 "La Ceiba", sin encontrar resistencia y luego, sin tardanza, y siempre en el tren, pero con prudencia, se acerc6 hasta el punto llamado "El Convento", muy cerca del Puente Colorado, entrada de la ciudad de Le6n. Desde "El Convento", hizo pitar varias veces la locomotora del convoy, tocar los cla– rines y hacer algunos disparos de rifles, que \=on el favor del viento, fueron oídos en el "For– tín de Acosasco", a donde el Gral. Hurtado es– taba ya siendo rodeado, al pie de la pequeña pero importante fortaleza, de la cual a udaz– mente sali6 por el lado sur, entre breñales y hondonadas, llegando a juntarse, con toda su gente, a la de Víquez, llevando además super– vivientes sanos y algunos heridos de las fuer– zas del Gral. Dur6n, contándose entre los heri– dos de gravedad, con un balazo en el codo del brazo derecho, el joven managüense Ram6n Bellín, el que le qued6 impedido para siempre.

Habrá notado el lector que a veces me de– tengo a narrar algunos episodios que no me constan personalmente, pero que esiando ínti– mamente ligados a la historia de mi vida, co– rno en los casos militares de que me he ocu– pado, me atenga a los informes, datos y "par– tes oficiales" dados por mis amigos y subalter– nos, que siempre me han resultado leales y verídicos; episodios que en la guerra, algunas veces resultan muy interesantes, dignos de mencionar, y que en más de una vez, dan su toque de luz y de poes6a, al cuadro sombrío y macabro de la ma.tanza de los hombres.

Los restos de las fuerzas cansadas y fo– gueadas de Dur6n, de Hurtado y de Chamarra Bolaños, fueron reconcentradas a Managua y las de Viquez y So16rzano Díaz, quedaron en su lugar, acampadas en "La Paz Centro"; pues la Revoluci6n fuerte todavía, amenazaba gran– demente por el lado de Occidente, desempe– ñando este contigente, un papel muy útil, por– que dificultaba la conexi6n con la base del ene– migo en Oriente; que ocupaba las principales plazas de Masaya con el amenazante "Coyote– pe" y de Granada con el cuartel de "La P61vo– ra", donde existía el mayor y mejor dep6siio de armas que allí había, trasladado del Cam– po Marie de Managua, el alzado Minisfro de la Guerra, Gral. Mena.

Víquez hizo su Cuariel General en "La Paz Centro; y de allí mandaba a explorar el cam– po con caballerías que diariamente visitaban

los caseríos y valles alrededor de Momofombo Le6n Viejo y la muy importante haciend~

"Santa Rosa", unas tres leguas al Suroeste de La Paz mencionada.

La situaci6n del Gobierno, como se Com– prenderá, era crítica, con poderoso enemigo en ambos extremos: Oriente y Occidente; te– niendo por centro la Capital, con escaso Con– tingente humano y pésimo elemento bélico, co– rno he relafado antes, solamente estimulados por la magnífica cooperaci6n de nuestros ami. gas de Managua -varones y mujeres- en y después de la brillante batalla por la defensa de esfa ciudad, duranfe los días once, dOce y trece de Agosto ya descritos, que culmin6 con la derrota de las fuerzas del Gral. Zeled6n.

Es de suponer el desgaste de energías des– plegadas de mi parte, atendiendo la obra mi– litar, con la activa colaboraci6n de mi prUnel Ayudante, el valiente Gral. Silvestre Vargas, y también de mi otro Ayudante, el Coronel Julio Chamarra Mendieta, no menos valienfe y enér– gico; mientras don Adolfo Díaz, atendía la parte gubernativa. Constantemente recibía mensajes telegráficos y comunicaciones ±elefó. nicas de los Grales. Barberena Anzoátegui, Hurtado y demás principales j¡;¡fes, que paula· tinamente, a medida que les enviaba peque– ños refuerzos, iban cercando la ciudad de Ma· sayi't, inclusive la casi inexpugnable fortaleza del Coyotepe, a cuyo pie existe la histórica "Barranca", célebre por los combates que se libraron en el año 1896, por la Revoluci6n con– ira Zelaya, que ésie debeló apoyado por los granadinos; y del Gral. Víquez que me infor– maba de la llegada a Le6n, de los exilados li–

berales en Cenfroamérica, corno el Gral. Julit1n Irías, el Dr. Leonardo Argüello y otras impor– tantes personalidades que, efectivamente, lle– garon a incorporarse al ejército revolucionario que Se estaba organizando formalmente en Le6n, para actuar poderosamente como actuó, según se verá adelante. Mi trabajo, en reali– dad, era bastante fatigoso, que abarcaba has– ta n'luy altas horas de la noche, en las que me acompañaba, jusfo es confesarlo, don Adolfo Diaz.

Las fuerzas de Viquez, bien acanfonadas en. "La Paz Cenfro", si bien no muy numero– sas, al menos alcanzaban a rodear el pequeño pueblo, quedando así defendido, eso ~, por muy buenos jefes, como el entonces Coronel (más tarde General) Ernesto So16rzano Díaz, Félix Pedro Espinosa, Francisco Sánchez (Ne– gro), Juan Cruz, Tomás Saborío, Francisco Barquero Uico) , Búrbano (hondureño) y "Pa– pabacho" Manzanares (no don Gervacio, padre del Dr. Gustavo Manzanares). Tal posición militar, me daba confianza y, en efecto, me de– jaba descansar, por lo que a esa zona se refie– re, enfregándome de esta manera, a atender exclusivamente, la zona orienfal, o de Masaya.

Pero llegaron los días más a~remiantes.

En la proximidad de la batalla general de Ma– saya, el primero de Octubre fue at~cado fuerte– mente Víquez, por un ejército numeroso, bien

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