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':Dinero un otlvi<6o
Aun no se entiende suficientemente que todo sis– tema econ6mico sano, todo proceder económico, depen– de de la justicia. El dinero es un aviso o notificación de' la cantidad que el público debe al portador de la mone– da o el billete. "No por la naturaleza, sino por la cos– tumbre, de donde el nombre de nomisma".
Para producir esos discos de metal o trozos de pa– pel, el estado hace un trabajo, y por tanto es mas justo que los empleados y funcionarios del estado sean remu– nerados por el trabajo referido, que el mismo estado co– bre Impuestos sobre el producto del trabajo de los otros. La tarea moral e intelectual de fijar la medida del pre· dó justo, merece su debida recompensa. Tal es la base ética de la idea geselísta, aunque Gesell no se la haya pl¡mteado asr.
No hay por qué un inventor entienda todo lo que implica su invento. Gesell vera su sistema desde el pun to de vista del mercader que quiere un rápido, y cada ve?= 'más rápido, intercambio de articulas.
"La riqueza es el intercambio". Rossini, cuando fUe Ministro de Agricultura de Italia, vio la ventaja que sig– nificaría para el estado: "Entonces el estado también sao caría algo para sí", exclamó.
Es injusto que el dinero tenga privilegios que no tienen 'as mercancías.
La teoría monetaria merece estudio porque nos Ite– va a la contemplaci6n de la iusticia.
¿Debería la circulación de capital ser automática? Tenemos gue distinguir entre capital y poder de como prar. Con el afán de una terminología clara se podrra limitar la palabra "capital" al sentido de "actividad pro– ductiva", o las seguridades de dicha actividad, i.e., se. guridades que presuponen una base material que a su vez rinda un praduc10 susceptible de ser dividido pe– riódicamente, creando asr un interés (un dividendo en forma monetaria) sin causar inflación, esto es, superflui. dad de paper moneda en relación con los bienes obte. n'bles.
La Universidad moderna fue fundada en Frankfurt por leq frobenius, o al menos esa fue la pi imela aproxi– mación a la Universidad moderna. Si yo hubiera tenido entonces treinticinco años menos, hubiera deseado ma· tricularme en ella. Cuando quiero saber, por ejemplo, si eS verdad que ciertas tribus africanas tienen, como lo dice J. S. Mili, un dinero de contabilidad -dinero que,
~egún él, era un concepto de valor, y cuyo mismo nom– bre no querra significar más que esa idea del valor co–
mo medio de cambio-- escribo a Frankfurt. En ese ca–
so particular recibf, como contestaci6n, antes de los diez dras, una lista de todas las tribus que usaban o que ha– I;lran usado, el "makute". Era ya una medida abstracta, aunque en su origen habra sido el nombre de una de las esteras o ruedas de paja que Jos nativos llevan col– gaclas por detrás con el objeto de protegerse de hume– dad, las espinas, etc., cuando se sientan.
Se trataqa de un artkulo comercial que les servía para calcular los precios de otros artículos, como sal o machetes -hasta que los portugueses comenzaron a acuñar makutes de metal, y también a falsificarlos.
Cuando querra saber como operaba el primitivo te· légrafo de tambores de madera, escribí a Frankfurt Creo que Frobenius marc6 la transici6n entre la etapa de la "tilologla comparada" y la de la "Kulturmorpholo– 9Ie", pero en todo caso no se puede entender plenamen– te el pensamiento moderno sino se tiene alguna idea de la obra de Frobenius. Gliunomini vivono in pochi. los libros que cambian nuestro entendimiento son pocos. Algunos alemanes me dicen que no hacen distinción en– tre "Der Kundige" y "Der Kenner".
Un extranjero es propenso a adquirir ideas raras sobre las lenguas de otras gentes, pero no estoy segu– ro de que siempre se equivoque.
El sistema de comunicación es lento y defectuoso. Yo quisiera encontrarme un impresor que, por lo me·
nos una vez al mes, imprima lo que yo quiero ver pu· blicado, pro bono publico y no para su ganancia parti· cular inmediata.
Mientras los libros de veras interesantes estén 611
manos de s610 cien, cuando no de una docena de indio viduos ¿c6mo encontrar traductores capaces de traducir y deseosos de hacerlo? Un joven amigo deseaba leer a Galdos, pero no era posible encontrar ejemplares de sus libros. Tuve, al fin, que pedirlos a landres y s610 me llegaron sus libros secundarios, no sus obras maestras. Lo que se debe introducir de fuera, es poco. En es– ta clase de comercio, s610 cuenta la calidad, no el mon– to. Necesitamos importar cada año, digamos veinte, a lo sumo cincuenta libros, que no sean bulto y basura. La porquería moral puede que sea menos dañina que la intelec;tual, cuando se trata de la página impresa. la inmundicia moral, puesta en letras de molde, inflciona al lector; la intelectual puede ser t6xica para todo un pueblo. los medios que una naci6n escoge (o deja que se escojan) para la distribución de libros y materia im· presa son de importancia. En los últimos cien años pe– cas se han preocupado acerca de ellos. fJaubert publicó su sottisier. Pero medio siglo después, la investigación de lo que se publicaba o lo que se vendía en los pues tQs de libros era considerada una excentricidad por el
que esto escribe. Yo mismo hice un análiss en diecio– cho números de la New Age, pero nadie ha querido reim– primir la serie, cuya publicación fue, por cierto, descon– tinuada a causa de las protestas de Jos lectores. Todo el sistema, sin embargo, amenaza desmoronarse, porque nadie ha reparado en los síntomas de su descomposici6n. Debemos distinguir entre la construcción intelectual de Europa y lo que no es más que veneno. Tal vez re· leyendo la Divina Comedia podamos encontrar esta di– sociación de ideas. No sabrra decirlo. Gerión es bifor– me. Os lleva siempre más abajo. Y más allá del canto octavo del Paradiso ¿quién entiende el significado?
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