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Aún estamos en la misma oscuridad que John Adams, Padre de la patria, describía como ¡'crasa igno·

rancia de la naturaleza de la moneda, el crédito y la circulación". el

':Dinero

El dinero es un título, determinado cuantitativamen· te, intercambiable a voluntad por cualquier clase de aro tículos ofrecidos en el mercado. En ésto se diferencia de un billete del tren, que es un título específico sin apli. 'cacón general.

El dinero nacional o imperial ha sido siempre áfir· mación de soberanía. La soberanía lleva en sí el derecho de acuñar moneda o emitir billetes.

Los errores sobre el dinero han sido y siguen sien– do intencionales. No se derivan de la naturaleza del di– nero, ni de la natural estulticia del públ ico. La tradición cultural relativa al dinero, la cual no debió nunca sepa– rarse de la corriente principal de la cultura literaria, pue· de seguirse desde Demóstenes hasta el Dante; desde Sal– mansius hasta El Dinero ele M. Butcharel (antología de opiniones de tres centurias); desde la indignación de An– tonino Pío, porque unos tratan de aprovecharse de las desgracias de otros (p. ej. naufragio), hasta

il dual che sopra Senna induce, fal'seggiando la maneta.

(Par. XIX, 118-19). El crédito es producto social. No depende del in· dividuo solo. La confianza que tienes de que yo he de pagarte 100 liras en diez años está fundada en el oro den social, el grado de civilización, las probabilidades

y posibililades de los conglomerados humanos.

Decir que el estado no puede hacer o crear algo por "falta de dinero" es tan ridículo como decir que "no puede construir carretéras por falta de kil6metros". Es la naturalez.a, la existencia actual de productos o la posibilidad de producirlos, ia que determina en rea– lidad la capacidad del estado. Pero reside sobre todo en la voluntad y en la fuerzil físicil del pueblo. Y la va-

luntad adquiere concentración en unos pocos.

Como diio Maqulavelo, "gli uomini vi vano in po-chi"

En mi poder está pensar si quiero hacerlo. No eh· traré en el misterio de la transforimaci6n, o tránsito del pensamiento a la movilización de las actividades aje. nas.

Como Cavouriano descuidé mucho tiempo los es– critos de Mazzini. Los economistas de los últimos trein. ta años no leían a Mazzini. Su propagimdo no se ha basado por lo tanto, en el siguiente pasaje del último capitulo de Los Deberes del Hombre:

"El es.tablecimiento de almacenes o despachos pú– blicos para los cuales, una vez determinado el valor aproximativo de las mercaderías en ellos depositadas, la Asociación emitiría un documento o bono, semejante a un billete bancario capaz de circular y de ser descon– tado¡ de tal manera que la Asociaci6n quedilra en capa· cidad de continuar su trabajo sin verse obstaculizado por la necesidad de ventas rápidas, etc."

Habla¡ además¡ de un "fondo para la distribución de crédito", anticipando así las teodas de escocés, C. H. 00ugla5.

"La distribución de este crédito, "sigue diciendo Ma– zzini, "no debe estar a cargo del Gobíerno"ni del a~l1­

co Central de la Nación, sintl, bajo el ojo avisar del Po· der Nacional, a cargo de bancos locales administrados por Consejos Locales electivos".

Luego se mete en cuestiones de administración que no me conciernen.

lo que cuenta es la direcd6n de la voluntad. , El siglo diecinueve: el siglo de la usura. Mazzir'li es' cribió¡ " ... ya historia del último medio siglo, y el nomo bre de este medio siglo es Materiali$l1\o".

"El Congreso tendrá el Poder ... De acuñar dinero (y) regular su valé)r".

y la nación controlaba el dinero de la naci6n -en teoría per lo menos, hasta 1863, y en ocasiones también en la práctica. Esta base esenciai del sistema republica– no de los Estados Unidos es actualmente letra muerta, aunque aun se puede ver impreso en ICI Constituci6n not– teamericana.

"The Congress shall have Power. . .. to coin Mo ney (and) regulClte the Value thereof".

e' €M <;Jou/ouró le ':Beau cr;zonde ~i ~outJerl1e .

Es decir la mejor sociedad, o lo que es lo mismo la El sistema democrático fue traicionado. ~gún

sociedad que, entre otras cosas, lee los mejores libros, Adams, Jefferson, Madison y Washington, descan~¡jba

posee cierta ración de buenos modales y, especialmente, principalmente en dos principios de adll1inisfrC!C16n, el de sinceridad y franqueza, moduladas por el silencio. local y el geográfico. la base era geográfica en lineas El Consejero Tchou me dijo una vez; "Esta gente generales, pero ta'flbién representaba diferentes modos (chinos y japoneses) debieron ser como hermanos, pues- de vida, diferentes intereses, agrarios, pesqueros, et<;:_ to que leen los mismos libros". Los delegados de las trece colonias formaban, mas o me-Le beau monde gobierna porque tiene los más rá· nos, una cámara de corporaciones. ' pidas medios de comunicilción. No necesita leer hojas de tres o cuatro columnas de material impreso. Se Ca'

munica por medio de la frase suelta, de longitud varia– ble, pero oportuna.

Dijo el Conde de Vergennes, "Mister Adams, los periódicos. gobiernan al mundo". y Adams, en su vejez:

todo banco de descuento es pura corrupclon,

Cón impuesto al público para ganancia individual pri vada.

y si ésto lo dijera en mi testamento diria el pueblo americano que morí loco.

(Canto LXXI).

~17-

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