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Este miembro de la familia Adams, hijo de C. F. Adams, nieto de J. C. Adams, y bisnieto de J. Adams, Padre de la Patria, fue, si no me equivoco, el primero en formular la idea de una Ku/turnarphologie en los Es· tados Unidos. Su visión cíclica de Occidente nos mues– tra una lucha consecutiva contra cuatro grandes rackets,

--o formas organizadas de la rapacidad- a saber, la explotación del miedo a lo ignorado (magia negra, ete), la explotación de la violencia, la explotación o el mo– nopolio de la tierra cultivable, y la explotación del di– nero.

Pero ni el propio Adams parece haberse hecho car– go de que él mismo había caído en el error de la meta– física del siglo diecinueve sobre la última. Distingue en– tre el latrocinio de los usureros y el de los monopolistas, pero acepta la idea, compartida por Mili y Marx, del di– nero como acumulador de energía.

Mili definió el capital "como fondo acumulado de trabajo humano".

y Marx, o su traductor al italiano: "los artículos de consumo, en cuanto constituyen valores, son traba. jo materializado", negando así lo mismo a Dios que a la naturaleza.

Con la falsificación de la palabra se hace traición a todo lo demás. ~

Los artículos de consumo (consiclerados como valo– res excedentes, alimentos, ropa, o lo que sea) son ma· terias prinias manufacturadas.

s610 la poesía oral y la música no escrita se compo– nen sin base material ninguna, y no llegan a "materia· Iizarse".

los usureros, en su siglo obsceno y tenebroso, crea– ron esta satánica transu:bstanciación, su Misa Negra del dinero, y al hacerlo engañaron al propio Brook Adams, quien peleaba a favor de los campesinos y de la huma· nidad contra los monopolistas.

" ... Sólo el dinero es capaz de ser trasmutado in– mediatamente en cualquier forma de actividad"-; tal es el idioma del mito infame.

Se ve bastante bien lo que él trataba de expresar, como se entiende lo que Mili y Marx querían decir. Pe· ro la traición de la palabra empieza con el uso de pa, labras que no se ajustan a la verdad, que no dicen lo que el autor quiere que digan.

El dinero no contiene energía. La moneda de me– dia lira no crea el boleto, ni los cigarrillos, ni la tableta de chocolates que sale de la robanlqueles.

Es por este acto de prestidigitación por lo que la humanidad ha sido atada de pies y manos, y hasta la fecha no ha podido libertarse.

Sin historia nos perdemos en la oscuridad, y los da– tos esenciales de la historia moderna no bastan para alumbrarnos, si no se les hace retroceder por lo menos hasta la fundación del Banco de Siena, el Monte dei Paschi; en otras palabras, hasta la percepción de la au– téntica base del crédito, a saber, "la abunclancia de la naturaleza y la responsabilidad de todo el pueblo". - la diferencia entre el dinero y el crédito es una di– ferencia de tiempo. El crédito es el tiempo futuro del

dinero. Sin definición de palabras no hay trasmisiqn de conocimientos.

Puece basarse el discurso sobre definiciones o so– bre el relato de sucesos históricos (el método filosófico o el método literario y el histórico respectivamente). ' Sin preludio narrativo, nadie tendría tal vez la pa– ciencia de considerar las llamadas "áridas" definiciones. La última guerra empezó en 1694 con la fundación del Banco de Inglaterra.

Paterson, en su manifiesto a los posibles accionis_ , tas, les decía: "el banco cuenta con la ganancia de lo~

intereses sobre todos los dineros que el mismo crea de la nada".

Este latrocinio, calculado pala rendir ganancia al usurario interés del sesenta por ciento, era imparcial. Caía por igual sobre amigos y enemigos.

En el pasado el monto del dinero en circulación se regulaba, como ha dicho Lord Overtone (Sa'muel 1I0yd) "para llenar las necesidades reales del comercio, y para descontar todas las letras comerciales emitidas en legí. timas transacciones".

Pero después de Waterloo, Brooks Adams vio "que la .misma naturaleza se ponía a favor de los usureros". Durante más de un siglo después de Waterloo, no hubo ninguna fuerza que se opusiera al monopolio del dinero. El pasaie pertinente de Brooks Adams es el que sigue:

"Tal vez no haya existido un financiero más com– petente que Samuel 1I0yd. Ciertamente entendía como muy pocos hombres, aún de la última generación, han entendido la poderosa maquinaria del patrón único. El comprendió que, debido a la expansión del com'ercio, un circulante sin elasticidad, aumentaría su valor; vio que, teniendo a mano suficientes recursos, su clase podría ser capaz de establecer el alza referida, casi a su antojo; que con seguridad una vez ocurrida, podrían manipularla aprovechando el cambio extranjero. Percibió además, que, una vez establecida, una contracción del circulante podría ser llevada al extremo, y que al subir el dinero por encima del precio, como en 1825, los deudores ten– drían que entregar sus propiedades en los términos que dictaran los acreedores".

Si este pasaje parece oscuro al hombre de letras corriente, lo siento; pero no puede entenderse la historia en veinte minutos. Nuestra cultura yace reducida a fragmentos, y con la monetología de la usurocracia nues– tra cultura económica se ha vuelto un libro cerrado pa· ra los estetas.

E/ campesino nos alimenta y el usurero nos extran– gula -cu¡¡ndo no puede chuparnos la sangre poco a poco.

la historia ha de escribirse conociendo los despa– chos del Emba¡ador Barbon Marosini (particularmente uno fechado en París el 28 de Enero de 1723, estilo venecia– no, que describe el affair law) junto con los documen– tos conducentes a la fundación del Monte dei Paschi, y

las escandalosas páginas de Antonio lobero, archivero del Banco di San Giorgio de Génova,

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