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y la po~reza es también la virtud de la Santísima Trinidad, porque la vida en Dios es con1Unitaria y cada una de las Tres Divinas Personas se da totalmente a las otras, y no hay en ellos "mío" ni "tuyo" aunque sí existe en ellas el Yo y el Tú

El engaño de las riquezas consiste tombién en creer que cosas materiales pueden ser abrazadas por algo espiritual como es el alma. Vimos en NicOlagua un dictador que no se sa– ció nunca de adquirir tierra, y no se saciaba nunca porque aunque las escrituras eran suyas las tierras seguían siendo tan ajenas a él como antes, y por eso quería siempre nuevas tierras. Los campos verdes con sus vacas y sus árboles y su río que los atravezaba por enmedio quedaban siempre tan inposeídos como antes. PoseEa los títulos de las tierras pero las tierras no e-an su–

yos Quien pasaba por allí y disfrutaba del paisaje, o pescaba en el río, y después se iba sin ro·

diciar más, ese aun siendo pobre había poseído la tierra, y no quien guardaba los títulos

Sólo no codiciando, sólo desopegados de todo podemos poseerlo todo. Por eso dice San Pablo que quien tenga sea como quien no tiene, y quien compre sea como quien no com:1ra' y

quien se casa sea como quien no se casa.

LA

riqueza es también una tiranía, o como lo dijo Cristo en el lenguaje de la antigüe– dad; es un "señor" (Jo que par~ los antiguos era también un sinónimo de dios: "Nadie puede Servir a dos señores . .. " Y a continuación le llama con el nombre del dios de los sidonios, Man–

món, porque el dinero es también una idolatría: ". . a Dios o a Manmón".

Y Cristo identifica en otra parte el dinero con otro totalitarismo y otro dios: "Dad al Cé–

sar lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Con esa frase no quería legitimar las co– sas del César, como muchas veces se ha pretendido, ni quería poner a la par dos órdenes de co–

sas igualmente legítimos: las de Dios y las del César Es obvio el tono peyorativo de la frase, y además irónico: porque el dinero no era del César, sólo tenía la efigie de él. Pero Cristo dice que es de él. Con esa frase quiere decir que lo que es del César, no es de Dios, y por /0 tanto tampoco es nuestro, porque nosotros pertenecemos al orden de las cosas de Dios. Dad al César quiere decir entregad la riqueza al César. Y dad a Dios lo que es de Dios quiere decir que no; entreguemos nosotros a Dios porque somos de Dios.

El dinero es de la tiranía, de la crueldad, de la soberbia, del endiosamiento' de Tiberio

Y toda moneda y todo billete llevan grabados esa efigie de Tiberio. (Por eso San Francisco les ha– bía prohibido a sus frailes tocar dinero).

El primer mandamiento del Decálogo, de no hacernos imágenes talladas ni adcrar ído– los, nos parece que es un mandamiento para pueblos primitivos que aún no han superado 1.1

etapa politeísta, una reliquia arqueológica, sin validez alguna para el hombre civilizado

Pero el ateísmo actual es el mismo antiguo politeísmo, y el mundo nunca ha t,,:nido tan– tós Idolos como ahora. Un automóvil, una estrella de cine, un líder político, una ideología: son ídolos modernos. Las calles de las ciudades y las carreteras están llenas de ídolos: los ídolos d", la propaganda comercial y la propaganda política, las sonrientes divinidades de la fertifidad y la abundancia, de la nutrición y de la higiene, los dioses de la cerveza, del corn-flake 'i del dent¡í– fico; o bien los rostros de los dictadores y de los líderes políticos, las sombrías divinidades del terror y de la fluerra¡ de la Qestrl,.lcciÓn y de la muerte.