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« Previous Page Table of Contents Next Page »dre. Y tendemos todos a volver hacia El como el hombre tiende a volver a la mujer de donde ha salido.
Mientras tanto nuestra alma llama a Dios corno el ternero huérfano llora lIar:"ando a
su madre, corno la vaco muge llamando al ternerito que le han quitado
Tendernos hacia El como lo mariposa nocturna tiende hacia la llama. Y como los peces suben de noche o la superficie del agua atraídos por la antOlcha del pescadQr que está con el arpón en alto esperando. Y coma el venado que está encandilado por lo lámpOJa del cazador que está apuntándole.
El alma nace enamorada y al abrir los ojos encuentra en todas podes el reflejo del que ama. De alli que todas las cosas lo vuelvan 10:0 de amor,
Todas las cosos tienen para nosotros un elemento de encanto y otro de desengaño. El en– canto se debe a que son un reflejo y una imagen de Dios, El desengaño se debe a que son una imagen y no la realidad: no son Dios.
No existe nada feo en el universo. No hay más que la belleza, o la ausencia relativa de ella, la ausencia relativa del reflejo divino en una cosa particular.
La belleza, el gozo y el placer están diluidos en los seres Todas las cosas están en ma– yor o menar grado bañadas e iluminadas por la belleza, como por una luz difusa que todo lo
cubre Pero Dios es eso concentrado y no difuso, el foco de esa luz.
Las cosas tienen un elementó' de belleza, en mayol o menor grado, pero no son la Belle– za, Dios es esa luz que baña los cuerpos bellos, y en El no hay otro cosa que no sea esa Belleza. Por eso cuando se ha gustado a Dios, toda otra belleza y todo otro placer resulton insipidos e in– suficientes. Todo deleite nos lleva a buscar a Dios, fuente de todo deleite y de toda belleza.
Toda esta belleza que vemos es como un hilillo de agua, que nos hace remontarnos hasta la fuente, y como una veta de oro que nos hace remontarnos hasta la mina. La belleza de unos cabellos rubios nos debe hacer remontamos a la fuente de esa belleza. ¿Cuál es el origen ma– ravilloso, y de dónde proceden estas seres que yo omo? ¿Cómo serás Tú, Fuente de donde pro– cedieron las amigas que yo tuve y todo lo que yo he amado?
Las sonrisas de Jas muchachas y las flol es y los peces del mar y Jas estrellas fugaces: no son sino bellezas momentáneos que surgen del seno de Dios, brillan un instante a nuestra vista,
y vuelven a sumergirse otra vez en el sello insondable de Aquel que las crió. ¿Para qué buscar entonces estos bellezas fugaces y no buscar lo fuente inagotable de belleza, el foco de donde surgen estas innumerables chispas de belleza que; brillan y se hunden?
Las cosas tienen en Dios su existencia suplemo. Todo lo que existe tiene eSa existencia en Dios. Y la realidad que percibimos es como las sombras de esas cosas. Esta realidad es tan irreal en comparación con la otra como una película en colores es irreal en comparación con la realidad.
Toda belleza creada: una flor, una mariposo, la nieve, las montañas, son el reflejo de una perfección divina que en Dios existe en grado sumo, supereminente. En Dios existe una flor infinita, una mariposa y una nieve y montañas infinitas, que son arquetipos de las que aqui vemos, y que son también la misma esencia de Dios, que son Dios. Estas cosas son aquí indivi– duales, limitadas, finitas y contingentes, pero en Dios todas son una misma cosa infinita y con– centrada. El arquetipo de la rosa y el de la mariposa que hay en Dios son un mismo arquetipo, porque los dos son el mismo Dios que es infinito, son la misma cosa simple y el mismo acto puro que es Dios.
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