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Pero antes de recibir el abrazo de Dios uno tiene que pasar por aquel angustioso desga– rramiento que es desprenderse de todo. Todos los deseos y las apetencias del alma tienen que desprenderse de todas las cosas o las que están tenazmente aferradas como ventosas, y sólo en–

tonces lós brazos del alma quedan libres y sólo entonces se efectúa en ella el abrazo de Dios.

El amor impulso siempre al amante a la unión con el amado, y por eso Dios que ama al alma desde toda la eternidad se une inmediatamente con el alma, sin esperar un instante más, desde el momento mismo en que ya no hay un obstáculo que lo separe de aquello que El amo y que lo ama.

El desprendimiento del alma puede realizarse lentamente a través de años, o puede rea– lizarse en un solo instante. Pero Dios irrumpe en el alma viofentamente en el mismo instante en

que el afma ha quedado sola, horrorosamente solo, desprendida de todo el universo creado, sus–

pendido en esa especie de vacío entre fa creación y Dios. Entonces el alma es inundada por Dios,

pues como dice San Juan de la Cruz, no existe vacío en el universo y vaciarse de todo es lle– narse de Dios. Pero basto que exista todavía un sofo ofecto de algo que no es Dios, para que Dios no pueda entrar dentro del olmo. Porque si hay un solo afecto todas las ventosas del alma

estarán aferradas a ese afecto, pues el alma no puede estar sin abrazar, y entonces no estará li– bre poro abrazar a Dios. Uno tiene primero que pasar por la agonía de quedar sin nada, sin nada creado, para caer en Dios. Uno primero tiene que morir.

Hasta que uno se entrega sin reservas a Dios, El también se entrega sin reservas. El sa–

crificio es supremo. Pero el premio es también supremo: es cambior la multitud de bellezas parti– curares, fínitas y fugaces, por lo Beflezo absoluta, infinita y eterna

El viaie a Dios es igual que un vuelo interplanetario que se va haciendo más y más difí– cil conforme uno se va libertando más y má! de la gravedad de la tierra, pero desde el momen~

to en que uno poso fa frontero de esa gravedad se va haciendo cada vez más y más fácil y

después uno va siendo atraído cada vez más y más por la gravedad del nuevo planeta a donde uno se dirige.

L

A naturaleza es religiosa por esencia. El firmamento estrelfado, por eiemplo, es uno plegaria. Todo paisaie es en sí mismo una oración, y el silencio de los parajes !alitarios. Los gri– llos nos hablan de Dios igual que las estrellas, y los grillos y las estrellas nos están gritando

que P fos creó.

y todo el cosmos aspira a la unión con Dios desde que saíió de Dios. Todas las cosas están dispersas fuera de Dios y gimen por iuntarse unas con otras. La ley del amor es la única ley fí– sica y biológica del universo y es fa única fey moral. ("Un nuevo mandamiento os doy: que os

oméis unos o otros comQ yo os he amado").

Todos los apetitos y las ansias del hombre, el comer, el sexo, la amistad, son un sólo apeiito y una sólo ansia de unión de unos con otros y con el cosmos. Es una comunión cósmica que sólo en Cristo se realiza (liCuando yo sea levantado en alto atraeré hacia mí todos fos co–

sas"). y cuando Cristo ha vuelto l!.Il Padre hemos vuefto todos ton El. Este regféso cósmico es el

que Cristo relató en la parábola del Hijo PrÓdigo.

Hemos salido def sen~ de Dios, der que éramos parte como el feto es parte de la mo-

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