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dida en la sombra", qUfi estalló la gl,Jerra civil en los Estados Unidos, entre los del Norte y los del Sur. Extraño sino el de esta Nicaragua mía sellada con fuego por la mano misma de Dios

En qué temeridad nicaragüense, encontrará el Director del "Diario de Costa Rica", asi– dero para exponer a juicio público el Destino Manifiesto, la Política del Garrote y la Diplomacia del Dólar?; en qué "morbosas inclinaciones" de los nicaragüenses encontrará lógica para expo– ner a colectiva anatema la tragedia de Cuba, los calvarios de Santo Domingo y Haití, el es–

cándalo de Panamá, naciones que nombro con la encendida simpatía y respeto cordial ql,Je I~s

profeso? La ola imperialista saltaba todos los diques e imponía su voluntad suprema, encontra– ra o no, a su poso conquistador, cómplices complacientes o patriotas excelsos, que nl,Jnca fal– taron en nuestras Repúblicas. En una América dispersa y pobre, los Estados Unidos poderosos hacia n y deshacían con las naciones débiles en donde tenían interés continental, político o eco– nómico. Eran llevadas a SI,J conveniencia a firmar o romper ttatados, a la guerra o a la paz, a

la desunión o a la fatal rivalidad México fué apartado como fedatOl io de los arreglos centroame– ricanos patrocinados por los Estados Unidos, porql,Je esa generosa nación prestó ayuda al Presi– dente Zelaya. (Zelaya fué el caudillo de I,Jna de las verdaderas revoll,Jciones ql,Je glorifican a

nuestros pueblos y fué bajo su mando ql,Je Nicaragua reincorporó su Costa Mosql,Jitia, epopeya que no disminl,Jye ningún silencio receloso. Es larga y escabrosa la Il,Jcha por ese Litoral, talvez la

más interesante que ofrece la historia de América. Inclusive Nicaragua, muchas veces solita– ria, tuvo que afrontar el dolor de que naciones hermanas, una de ellas Costa Rica, se aliaran sigilosamente a la Gran Bretaña, para que ese Imperio consumara sus ansias de apoderarse de nuestra Costa Atlántica)

En 1848, año en que pierde México la mitad de su territorio, los Estados Unidos van a

fijar sus ojos por primera vez en las vías interoceánicas para hacer pasar de mar a mar la emi– gración hacia la Costa del Pacífico en donde habían descubierto minas de oro Desde ese ins– tante, irrecusablemente, entran los Estados Unidos y sus designios en la historia de Nicaragl,Ja Es en su territorio, sede de universales destinos, que van a enfrentarse, por primera vez, el im– perialismo de Inglaterra y el naciente imperialismo norteamericano.

No podemos renunciar a nuestra geografía y sus fatales consecl,Jencias históricas. Y as.í, cuando Zelaya en 7909 suscribe con una Compnñía inglesa la construcción de un ferrocarril In– teroceánico, la Nota Knox decreta su caída Ninguna voz vecina se levanta. Solo México tiende la mano al Presidente errante y a SI,J país en duelo. Va a cerrarse, pocos años después, con el

Tratado Chamorro-Bryón, una árdua lucha contra el predominio en tierra nuestra de la raza de origen inglés: lucha contra los piratas, contra Ips mosquitos, contra los filibusteros, contra los ejércitos oficiales de Inglaterra, contra William Walker y su falange mercenaria. Lo ql,Je fal– taba para contener la intervención no era patriotismo nicaragüense, ql,Je lo hl,Jbo en abl,Jndancia, sino que los propios Estados Unidos y sus líderes recobraran la prestancia de Jefferson y revi– saran por sí mismos SI,J propia política y ql,Je se formara una conciencia americana, con instru– mentos prácticos y operantes. Y es de nuevo el poeta nicaragüense y de la raza el que al,Jgl,Jra

"10 mágica inf/l,Jencia" del Norte sobre el Sur, esa moderna doctrina que nos une y nos conforta

en nuestra época. En ella han ganado los peql,Jeñas naciones su larga batalla de la No Interven–

ción, se ha modificado la relación económica, aun la ejercida por empresas inversionistas ql,Je mu–

chas veces fueron árbitros de presupuestos y soberanías y se ha, en fin, organizado la vida fra– ternal y respetuosa de las dos Américas. Panamá ha conseguido importantes reparaciones en el

convenio canalero y Nicaragua, cuando mi padre viajó a Washington, el primero bajo el esplen– dor de la Buena Vecindad, obtuvo que se incll,JyelO en el Presupuesto de los Estados Unidos, a

guisa de noble compensación, la constwcción de la Carretera al Rama.

Estériles son las recriminaciones entre los bandos que dividen a la familia nicaragüense porque desperdician el tiempo que nos falta para construir y porque en su fragor sucede que con tal de oír ofensas al contrario, no importa ceder espacio en sus publicaciones para agravios que o toda la nación infiera un extranjero. En la lucho desigual que se libró por largo tiempo

entre la nacionalid9d nicaragüense y las exigencias expansivos de los Estados Unidos, a cado ac–

to interventor ré.olicó una protesta, aunque fuero la dolorosa aventura sandinista. Estrada en San Jacinto es la contestac;iqn de 7856; Ze/édón en el Coyotepe la de 7972; el Liberalismo Na– cionalísta la del Tratado del Canal y Sandino en las montañas septentrionales la de 7927. Que el veredicto nicaragüense, ya pronunciado establezca la verdad de Sandino y que las Segovias

clamen, como lo hocen contra el banddlerismo, que .0010 ello tienen derecho nicaragüense; pe– ro que el extranjero que primero presenta a Sandino como símbolo, poro destruirlo después, res– pete una gesta que en su etc;Jpa iniCial muchas patrias quisieran para sí.

Revueltos en guerra andaban en 7906 Jos Estados de Guatemala, el Salvador y Hondu– ras, originada en la rivalidad de Regalado y Estrada Cabrera. Zelaya gobernaba en Nicaragua

y Víquez en Costa Rica. A Víquez le había entregado la Presidencia Esquivel que la ejerció

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