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J NUESTRO I~EMPO
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~T' ODaS los sistemas sociales, liberalismo, ca-
pitalismo, comunismo, están fundados cons– ciente o inconscientemente, en una concepción parti– cular del hombre. En las últimas cuatro o cinco centu– I.as, los impulsores de la civilización occidental han te– nido en el fondo de sus mentes una idea errada y uni– lateral acerca del hombre. Y porque se han equivocado en este punto básico, todo ha ido inevitablemente mal. Para decirlo en pocas palabras desde el principio, !'e ha tomado como base que el indíviduo, especial– Inente el bien dotado, es un ser libre e independiente, señor de todo lo creado y dueño de su propio destino Cuando en realidad el hombre es esencialmente un ser dependiente. Un ser que solo puede realizar su natura– IJza de hombre, es decir que solo puede llegar a ser verdadero y completo hombre, reconociendo su depen-
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N Historia el período que se llama moderno es la era de los descubrimientos y de las ex–
ploraciones geográficas. Comenzaron los portugueses explorando las costas del Africa hasta llegar a su ex–
tremo austral, el Cabo de Buena Esperanza, para de ollí seguir bogando hasta alcanzar la remota y fabulo– _.] India, las Islas de la Especiería, el Japón y la China. Poco antes de que los portugueses llegaran a la India los españoles descubrieron el Nuevo Mundo, el con–
1 ínente desconocido que se interponía entre Europa
y Asia. Unos cuantos años después habían explorado todas las costas de América, y la expedición española de Mogollones, dió fa vuelta al mundo Con esto ya
era posible dedicarse a explorar todos Jos rincones de la tierra. Esta tarea descubridora ha sido persegui– da con tanto empeño, que hace un siglo podía decir el hombre que había explorado y conocido toda la tie– rra. Practicamente en nuestros días, hace pocos años, en 1953, el hombre llegó a las cumbres del Himalaya, hasta entonces inaccesibles. Y hace pocos días, 23 ,le Enero de 1960, en un batiscopio cuidadosamente bajado en la fosa mós profunda de los mares, cerca :le las Islas Marianas, llegó el hombre a explorar lo l1ás recóndito de la tierra
Antes de terminarse por completo el reconocí– niento del planeta, hace poco menos de dos siglos, :omenzó la era de los descubrimientos científicos y
ie la invención técnica Un maravilloso nuevo mun– jo de conocimientos especialmente de las ciencias fí– ;icas y químicas Muchos de los espíritus selectos de lsta era, han canalizado jubilosos todas sus energías )spirituales y materiales a entender, apropiarse, domi– lar y gozar este maravilloso nuevo mundo del ade– anta científico.
La fe en el progreso indefinido ha sido la religión
dencia de la naturaleza, su dependencia de los demós
hombres, y su dependencia de Dios. Quiero asentar esto claramente. No estoy diciendo que el hombre DEBERlA ser dependiente de esta o de la otra maneta; no estoy diciendo, por ejemplo, que el hombre DEBERlA reve· renciar humildemente y obedecer a Dios. Lo que quie– ro decir con toda claridad es que el hombre DEPEN– DE de la naturaleza, DEPENDE de los demás hom– bres y DEPENDE de Dios, y que cuando olvida o ig– nora esta dependencia, hace violencia a su natura– leza, a la naturaleza que le ha sido dada. Esta per– versión de su naturaleza, como cualquier violación del orden natural, trae consigo el desorden.
Voy, pues, a concretarme a inquirir, no lo que el hombre debería ser, sino lo que es
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o sustituto de religión de una buena parte de los hom–
bres cultos de los dos últimos siglos.
Nadie puede poner en duda que mucho se ha ganado en todos esos campos. Sería absurdo discutir lo que es evidente. Los conocimientos del mundo físi– co han avanzado de un modo sorprendente, fuera del alcance de la imaginación más calenturiento. Pero, al mismo tiempo, es evidente para todos que, a pesar de todos los adelantos científicos, hay algo que está mal, muy mal, en nuestra Civilización occidental. Las cosas no están saliendo como se que– ría, como se esperaba. Los hombres pensaban que eran libres, y han encontrado en cambio que son los escla– vos def sistema económico monstruoso que hall crea– do. Han puesto en movimiento fuerzas que están fue– ra de su control y dominio. Y al mismo tiempo que se ha abierto un mundo de posibilidades sin fin, los
hombres en todo el mundo se sienten frustrados. Es– te sentimiento de frustración envuelve tensiones emo–
cionales, para escapar de las cuales los hombres re– Curren a los medios violentos: guerras, revoluciones ... ¿Hay alguna salida a esta trágica situación? Yo
creo que sí. Las causas de nuestros males actualE'} son más profundas que las causas inmediatas de las injusticias e inseguridad sociales, y demás males que aquejan al mundo. Creo que solo podemos dominar las fuerzas del mal, invadiendo nuestras almas con las fuerzas de la vida, con la restauración de la ver– dadera vida del espíritu humano
Hay una clave para solucionar la difícil situa– ción del mundo moderno, de la sociedad moderna. Desde el principio dije que la raíz verdadera del ma– lestar del mundo es que desde hace varias centurias las áctividades humanas han sido inspiradas y orien– tadas en gran parte, por una falsa idea de lo qUE'
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