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« Previous Page Table of Contents Next Page »mo moderno, implica una vida de conformidad con la naturaleza. Puede observarse que la vida natural y la vida sobrenatural guardan entre sí una conformidad que no guarda ninguna de ellas con la vida mecanística: pero tan pronto como nuestrll noción de lo natural sufre una distorción, aquella gente que considera "antinatural' y por tanto repugnante, que alguien del uno o del otro sexo elija una vida de cefíbato, considera también perfectamen– te natural que las familias se limiten voluntariamente a un hi¡o o dos. Tal vez sería más natural y desde luego más conforme con la voluntad de Dios si hubiera más gente célibe y los casados tuvieran familias más numerosas.
-Pero pienso en una conformidad a la naturaleza en sentido más amplio. Nos vamos dando cuenta de que la organización de la sociedad sobre el principio del enriquecimiento personal, lo mismo que sobre la des– trucción de la riqueza pública, conduce tanto a la deformación de la humanidad por el industrialismo no regla– mentado, como el agotamiento de los recursos naturales, y que una buena parte de nuestro progreso material es un progreso que de seguro pagarán caro las generaciones venideras .
• -No espero que se piense que yo condeno una sociedad por su ruina material, porque eso equivaldría a considerar su éxito material como una prueba suficiente de su excelencia; lo que quiero decir es solamente que una errada actitud hacia la naturaleza implica, por algún lado, una errada actitud hacia Dios, y que su conse– cuencia es una inevitable condenación. Por demasiado tiempo no hemos creído en nada mas que en los valores derivados de una manera de vivir mecanizada, comerci.il,jzada y urbanizada: ya podríamos encarar las conelicio– nes permanentes en que Dios nos permite vivir en esteAl"l'aneta. y sin sentimentalizar la vida del salvaje, bien po– dríamos tener la humildad de observar en algunas de las sociedades que miramos de hombros abajo como primi– tivas o atrasadas, el funcionamiento de un complejo socio-religioso-artístico, que deberíamos emular en un plano más alto. Nos hemos habituado a mirar el progreso como algo siempre integral; y todavía nos falta aprender que sólo por un esfuerzo y una disciplina, mayores que los que hasta aquí la sociedad ha creído necesario im– ponerse, es posible ganar el saber y el poder de lo materíal, sin pérdida del saber y el poder espirituales. la lu– cha por recobrar el sentido de relación con la naturaleza y ton Dios, el reconocimiento de que aun las formas de sensibilidad más primitivas deberían ser parte de nuestro patrimonio, me parece que constituyen la explica– ción y justificación de la vida de D. H. Lawrence, como también la excusa de sus aberraciones. Pero no solamente necesitamos aprender a mirar el mundo con los ojos de un indio mexicano -ni yo estoy convencido de que Lawrence lo haya logrado- y ciertamente' no nos es posible detenernos allí. Tenemos que saber cómo mirar el mundo de la manera en que lo miraron los Santos Padres; y el propósito de remontarse a los orígenes es para
ser capaces de regresar, con mayor conocimiento espiritual, a nuestra propia situación. Necesitamos recobrar el sentido del temor religioso a fin de que podamos superarlo por la esperanza religiosa.
EOUCACION. La educación se suele identificar con la eficiencia técnica por una parte y por otra con me– jorar de posición en la sociedad. La educación se convierte de ese modo en algo a que todo el mundo tiene "de– recho", aún sin tomar en cuenta su capacidad; y cuando todos la reciben -ya, entonces, por supuesto, en una forma diluida y adulterada- naturalmente descubrimos que ya la educación no es un medio infalible de adelantar, y la gente se vuelve a otra falacia: la educación para el ocio, sin haber revisado sus nociones de "ocio". Tan pronto como se evapora ese precioso motivo del esnobismo, desaparece el entusiasmo por la edu– cación; si ya no va a significar dinero en mayor cantidad, ni más poder sobre los otros, ni una más alta posi– ción social, o por lo menos un empleo permanente y respetable, pocos serán los que se tomen la molestia de adquirir educación. Por más que la deterioren, la educación seguirá requiriendo buena dosis de esfuerzo. Ya la ma· yoría de la gente es incapaz de disfrutar del ocio -o sea, la desocupación más una renta y una situación de respe– tabilidad- sino en sus formas más simples, como por ejemplo, pelotas propulsadas con las manos o con los pies, y por medio de mecanismos o herramientas de djferentes clases; jugando a las cartas; °
bien mirando perros, caballos u otros hombres ocupados en ejercicios de velocidad o destreza. El hombre sin educación, con la mente vacía, si se halla libre de preocupaciones económicas o, estrechas limitaciones, y puede obtener entrada en clubs de golf, salas de baile, etc., está, por lo que veo, tan bien equipado para llenar entretenidamente sus ocios como el hom– bre educado.
CINE. Con la decadencia del music hall, con la intrusión del cine barato y proliferante, las clases trabaja– doras tenderán a caer en el mismo estado protoplásmico en que ha cardo la burguesía. El obrero que concu– rrla al music-hall y veía a Marie L10yd y coreaba sus canciones tomaba él mismo parte en el acto; se ejercitaba en la colaboración con el artista que es de necesidad en todas las artes y con mayor razón en el arte dramá– tico. lo que hace ahora es ir al cine donde su mente se adormece al arrullo de una música sin sentido y una acción incesante y demasiado rápida para las posibilidades de la actividad cerebral, recibiendo sin dar, en la misma desatenta apatía con que las clases medias y altas miran cualquier entretenimiento de carácter artístico. También habrá perdido algo de su interés por la vida. En un interesante ensayo del libro "Essays on the Oepo–
pulation of Melanesia", el psicólogo W. H. R. Rivers presentó observaciones que le llevaron a pensar que los nativos de aquel infortunado archipiélago se están muriendo principalmente a causa de que la tivilizad6n que se les impone los ha privado de todo interés por la vida. Están muriéndpse de puro aburrimiento. Cuando cada uno de los teatros haya sido reemplazado por 100 salas de cine, cuando cada instrumento musical haya sido
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