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PROPOSITO DE BAUDELAIRE. Por cuanfo' somos humanos, lo que hacemos debe ser malo o bueno; por cuando hacemos el mal o el bien es que somos humanos; y así es mejor, en un sentid6 paradójico, hacer el mal que no hacer nada, porque entonces al menos existimos. Si es verdad que la gloria del hombre es su capacidad de salvación, también es cierto que la glol ia del hombre es su capacidad de condenación. lo peor que hay que decir de nuestros malhechores desde los estadistas a los ladrones, es que no son tan hombres para COI1–
denarse. Baudelaire era lo suficientemente hombre para la condenación: si está de hecho condenado es, desde luego, otro problema, y nada nos impide rogar por su descanso Durante todo su humillante comercio con otros seres, él marchaba seguro, en su alta vocación, de que tenía la capacidad de condenación negada a los polí– ticos y directores de periódicos de París
-y esta concepción de la vida (propia de Bavdelaire) tiene grandeza y revela heroismo; era como un evangelio para su tiempo y también para el nuestro. Lavraie civilisation, escribía, n'est pas dans le ga:l:, ni dans le vapeur, ni dans les tablas tournants. Elle est dans la disminutiol1 des traces du peché originel. (La verdadera dvili:l:ación no estcí en el gas, ni en el vapor, ni en las mesas giratorias. Está en la disminución de las huellas del pecado original). No está muy claro lo que aquí quiete deGir exactamente disminución, pero es clara la ten– dencia de su pensamiento, y el mensaje no es aceptado todavía sino por unos pocos. Medio siglo después T. E. Hulme dejaba tras sí un párrafo que Baudelaire habría aplobado: "A la luz de esos valores absolutos, el hombre mismo es juzgado como esencialmente limitado e imperfecto. ,Lleva consigo la herencia del Pecado Original. Auo– que es capaz en ocasiones de realizar actos que participan de la perfección, no puede nunca ser perfecto en ~i
mismo. Algunos resultados secundarios, en relación con la conducta humana en la sociedad, se siguen de esC? Un hombre que sea malo en lo esencial, solo puede hacer algo de valor ror disciplina -ética y política. El or– den no es por lo tanto meramente negativo, sino creador y liberador. Las instituciones son necesarias".
LA PARROQUIA. la unidad tradicional de )a Comunidad Cristiana en lnglaterra es la parroquia. No me concierne aquí el problema de cuán radicalmente debe modificarse este sistema para adaptarse a un futuro or– den de cosas la parroquia se encuentra ciertamente en decadencia, por varias causas, entre las cuales la men6s convincente es la división en sectas: una razón mucho más importante es la urbanización -y todas las causas y
efectos de la urbanización. En qué medida la parroquia será suplantada de juzgar la necesidad de aceptar las cau– sas que tienden a destruirla. En todo caso la parroquia sirve a mi propósito como un ejemplo de unidad comuni– taria. Porque tal unidad no debe ser solamente religiosa, ni sólo sodal; ni el individuo debe ser miembro de dos unidades separadas o al menos superpuestas, la una religiosa y la otra social La comunidad unitaria dei:>e ser religioso-social, y debe ser una comunidad en' que todas las clases, si es que se tienen clases, tengan su cen– tro de interés. Es ésta una situación que ya no se da plenamente más que en algunas tribus muy primitivas
-No estoy tratando de presentar una pintura idílica de la parroquia rural, ya sea del presente o del pa– sado, al tomar como norma la idea de una pequeña agrupación, generalmente autosuficiente, bien arraigada al sue– lo y cuyos intereses están CO!icentrados en un lugar determinado, con un tipo de unidad que se puede prefigu– lar, pero que también debe desarrollarse a través de varias generaciones. Esta es la idea o el ideal de una co– munidad lo bastante pequeña par.a que pueda consistir en un nexo de relaciones personales directas, dentro del cual todas las iniquidades e infamias tomarán la forma simple y fácil de apreciar de las relaciones injustas entre una persona y otra. Pero en la actualidad, ni siquiera la más pequ.eña de las comunidades, salvo que sea tan primitiva q.ue presente rasgos inaceptables de otr" clase, es tan simple como eso; y yo no estoy tratando de abogar por una completa regresión a un estado anterior de las cosas, real o idealizado. El ejemplo propuesto no parece ofrecer ninguna solución al problema de la vida industrial, ulbana y suburbana, que es fa de la mayo– ría de la población (en Inglatena). Por lo que se refiele a su organización religiosa podemos decir que la Cris– tiandad ha permanecido en el estado de desarrollo apropiado para una sociedad agrícola y piscatoria, y que la moderna organización material -o si la palabra "olganización" parece demasiado laudatoria, diremos "complica– ción"- ha producido un mundo al cual las estructuras sociales cristianas están imperfectamente adaptadas. Aunque convengamos en ese punto, hay dos simplificaciones del plOblema que resultan sospechosas. la primera es in–
sistir en que la única salvación para la sociedad está en volver a una manera de vivir más simple, desechando todas las realizaciones del mundo moderno de que podamos resolvernos a prescindir. Es esa una expresión extre– ma del pensam;ento neo-ruskiano. que fué sostenido con gran vigol por A. J. Penfy. Cuando se toma en cuenta la vast" suma de determinación incluida en la estructura de la sociedad, esa política parece utópica: si la forma moderna de vivir llega a pasar -como a la larga tiene que suceder- será por causas naturales, y no por la vo– luntad moral de los hombres. la segunda alternativa es aceptar el mundo moderno tal como es y tratar simple– mente de acomodar a él los ideales sociales del cristianismo. Esto último se resuelve en una doctrina de mera conveniencia; y significa una abdicación de la fe en el Cristianismo como capaz de contribuir a forjar las estruc– turas sociales. Y no se requiere una actitud cristiana para percibir que el sistema moderno de sociedad tiene en si mismo, inherentemente, mucho de malo.
CONFORMIDAD CON LA NATURAlEZA. Po.demos decir que la religión, como cosa distinta del paganis–
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