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de 1879 día de la inauguración de! gobierno de Zava– la, escribe en su diario: "el discurso de Zavala está concebido en un tono muy liberal y agradó a todo el mundo". Pero en el mismo diario se ve surgir el factor de lo permanente respetado por Zavala y que desilu– ciona a la oposición liberal.

La elite dominante insiste en la tesis del conserva– tismo liberalizado, pero no se ptreve a vulnerar las esencias tradicionales de la República. Un personaje que sobresale en esa élite, el doctor Adán Cárdenas, que fué sucesor del Gral Zavala, expresa el deber de equilibrio entre la RENOVACION y LA PERMANEN– CIA, en frase magistral de su discurso, al tomar pose– sión de la Presidencia de la República. "Cualquiera que sean mis ideas filosóficas, no olvidaré que soy Pre– sidente de un pueblo católico".

Siguió el régimen inclinándose hacia la izquierda en los períodos de Cárdenas y de Carazo. Se ve que no hubo sombra de oligarquía en los treinta años. Más bien se nota como un defecto que oscurece el es– plendor ele la época, marcada acrimonia en las críti– cas por parte de la sección conservadora que está ale– jada del Poder; aún a veces llegan a la rebelión sin justa causa, tal por ejemplo la del Gral. Tomás Mar– tínez contra don Fernando Guzmán en 1869.

El gobierno del doctor Roberto Sacasa tuvo el sig– nificado de una reacción conservadora frente al con– servatismo liberalizado, que indudablemente -domina– ba la opinión pública en el Partido de fin de siglo Se levantó una terca injustificada oposición al honrado gobierno de Sacasa, y Granada se lanzó a una insen– sata revolución, en franca alianza con el partido Libe– ral Ese peligroso juego tr9jo la caída definitiva del partido Conservador. El Gral José Santos Zelaya de

temperamento efectivamente revolucionario, jugó la partida con más habilidad que sus camaradas conser– vadores que carecían de audacia. El Gral Zelaya tiró la pelota primero de aquí para allá, y después de allá pa– ra acá, burlando a granadinos y leoneses, instaló su in– quieta dictadura.

Todo el edificio de los treinta años fué derribado para instalar en solar barrido un régimen radical. Co–

locado el Partido Conservador en una oposición difícil, no supo conservar las cualidades que le dieron el éxito gobernando. Disraeli, el diestro líder del conservatismo inglés, afirmaba que un partido conservador no tiene categoría de sujeto histórico hasta que adquiere 10 co– pacidad de gobernar desde la oposi~ión. Al Partido Conservador le ha faltado esa competencia fundamen– tal en los ejercicios de la democracia. Moderado cuan– do gobierno, se torna violento en la oposición; de trato conciliador en la altura, es terco e intransigente en la llanura. Presto a la discusión con su adversario cuan– do impera se goza en el aire libre del pensamiento; pero cuando lucha desde abajo se aficiona al método de la conspiración que asfixia las inteligencias. De– rrama optimismo sobre las masas desde la eminencia, entume con el pesimismo a sus filas cuando transitan por tierra caliente. Así en los diecisiete años y ante el rigor creciente de la dictadura liberal puso todas s~s

ilusiones en las armas, y descuidó la palabra con men– gua de su prestigio.

Aquí cierro este capítulo. En el último párrafo no he hecho más que confesar una triste observación de cuando era joven, e invito a los jóvenes pensadores de hoy, que se mueven con ánimo de renovar, a investigar causas, a filosofar un rato sobre nuevas odentaciomis.

ANECDOTA DEL PRESIDENTE DON FERNANDO GUZMAN

Cuentan que doñl?- Fernanda Selva, esposa de don Fernando Guzmán, intervenía en la adlTIinis– tración del sucesor de Martinez; era natural, pues, que a doña Fernanda no le sentase bien que la prensa atacara a su marido, y que, en su calidad de Presidenta, la lTIislTIa señora quisiera que el Gobierno diese alguna medida contra los escritores que ponían de oro y azul a aquel gobernante. Un día salieron en la hoja que lTIás duramente atacaba al Presidente unas cosas que pasaban de castaño a obscuro, y tanto se indignó doña Fernanda. que ésta trat6 de ponerle remedio al mal. La Presidenta obtuvo, no sabemos si por dádivas o por alTIenazas, los originales de los artículos en que se atacaba a su esposo, y con ellos en la mano se presentó a don Fernando.

-Aquí está la prueba. Fernando -dijo triunfante la señora-o Aquí están las firlTIas de esos excolTIulgados que van a botaríe si no les pones la paletita en su lugar.

-¡Fernandal Fernanda! -dijo entonces el gran Presidente que cOlTIprendió lo que su mujer había hecho-o DalTIe esoS papeles. Ya te he dicho, Fernanda, que no te ntetas en política y me– nos con los periódicos. Fernanda, déjame a mí la política.

-Pero -replicaba la Presidenta, entregándole los originales El don Fernando- si esfo no es política, sino una canallada. Lee cómo te tratan.

-La política se compone de canalladas también, Fernanda.

-Pero te van a botar, hombre, si no les echas un bozal a esos pícaros.

-Que me boten, pero yo no perseguiré a nadie por sus escritos. ¡Bonito esfaba el haber ofre-cido la libertad en mi manifiesfo, para venir a ntafarla despuésl No, Fernanda.

Y don Fernando Guzmán rompió los originales.. , sin tener siquiera la curiosidad de ver las fiq-nc.. que los cubrían.

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