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« Previous Page Table of Contents Next Page »período del Derecho Constitucional mtaragüense. Aca– bo de leer un libro titulado "Democracia y Tiranía en el Caribe" por Wilfiam Krehm. Está escrito en el estilo insidioso que usan algunos autores norteamericanos, fingiendo criticar la política de los Estados Unidos, pe– ro en el fondo manteniendo la intención de deprimir a Hispanoamérica, exhibiendo a su pueblo como irre– dimible. Sin embargo se descubre ante los treinta años nicaragüenses con las siguientes líneas:
"La Politica de Nicaragua, en los cuarenta años previos, a la intervención norteamericana, no se había corrompido a los extremos que después hicieron irres– pirable aquella atmósfera. Los treinta años de mando conservador que terminaron en 1893, por muchas ra– zones, fueron una Edad de Oro de progreso y honesti– dad en los asuntos públicos. Los conservadores nico– ragüenses de aquella época bien pueden presentarse como una paradoja loca!, tan sorprenderHe para los extranjeros como sus tiburones de agua dulce. Aún siendo la Iglesia de Estado, expulsaron a los jesuítas, fundaron muchas escuelas e importaron pedagogos masones y protestantes. Por medios pacíficos extermi– naron mucha yerba mala en el país, lo que en otla5 repúblicas centroamericanas sólo fué posible a través de conflagraciones destructoras. Ningún presidente conservador había intentado perpetuarse en el poder" Aquí se me presenta una in'terrogación, la pre– sencia y potencia de esa gente en el mando fué causa o fué efecto de la Constitución de l8S8? Es éste un problema de la filosofía de la historia el") que no me detengo, pero es innegable que na se puede separar al texto y a los hombres al estudiar la época feliz de
esas tres décadas
En la Carta de 1858 se afirmaron las esencias tra– dicionales de nuestra raza: religión, propiedad priva– da, con funciones públicas. Se estableció el método de no precipitarse en cambios bruscos y de afirmar el hoy en el ayer, pero con puerta abierta al progreso reali– zado con sistemas evolutivos, que avanzar sin romper
y para afirmar el sistema republícano! sobre la sin<;éri– dad de los personajes, ordenó una rigurosa alternabi– lidad en la Presidencia de la República, Poder que la Constitución afirmaba en el mando, pero lo hacía ri– gurosamente transitorio en el tiempo, para librarlo de las tentaciones de la dictadura.
Así se sucedieron en el Poder, Tomás Martínez, Fernando Guzmán, Vicente Cuadra, Pedro Joaquín Chamarra, Joaquín lavala! Adán Cárdenas, Evaristo Carozo y Roberto Sacasa. Cada uno en sus cuatro años cumplió una misión especial constructivo de un Esta– do incipiente y débil, que logran por combinaciones hacer respetable para su pueblo y en sus relaciones ex– teriores.
• Todos esos hombres! con las diferencias naturales de gesto, procedían ajustados al molde conservador. Operaban sobre un denominador común la modera– ción. Fueron prudentes en sus actos sin ser huraños en el trato. Con una positiva humildad de fondo, lo– graron despertar, como advertía Adams, el norteameri– cano, el optimismo de las masas. Vicente Cuadra de– finió con sencillez esa poderosa humildád, conversan– do una vez con el general Máximo Jerez! a quien dijo
'!convénzase usted de que soy un gobernante fuerte; por la razón de que no he desaliñado mi valija, porque estoy entendido de que esta casa no es mía". Durante el primer período del Gral. Martínez, con la Constitución de 1858 sobre la mesa, y la inteli– gencia despierta a la filosofía conservadora, una Con– vención del antiguo partido Legitimista, resolvió en Granada, titularse Partido Conservador. Enfrente, el otro partido de las luchas sangrientas, que se llamara Democrático, al soplo de la brisa romántica, se llamó
Partido Liberal. Y qUE.1dó trazada la paralela de la política sobre la cuál 'ha rodado hasta hoy la suerte de Nicaragua.
Escritores liberales acuson al Partido Conserva– dor, para disminuir el mérito de la alternabilidad en el Poder, de que ha caído en el pecado de la oligarquía, que vale tanto como una dictadura plural. Es verdad que en la historia universal cuando degeneran los par– tidos Conservadores, desde Roma para acá, se preci– pitan en el sistema oligárquico. Es su natural debili– dad, así como los partidos Liberales caen en la dicta– dura personal, o sea en el cesarismo. Pero en los trein– ta años no hubo oligarquía. Al cambiar de Presidente, alternaba también el grupo de sus colaboradores. Nun– ca conservó influencia decisiva el Presidente ido sobre el Gobierno del sucesor. Si entendemos pór oligarquía la formación de una élite para aconsejarse, cada uno de los Presidente numerados, tuvo la suya propia. Pero si entendemos por oligarquía las camarillas que manejan el cubilete de! juego político, parº- permane– cer en los puestos públicos, no existieron en los treinta años. El que desee q:mvencerse de esta verdad regis– tre las nóminas de las sucesivas administraciones y se convencerá de ello.
En el curso de la alternabilidad en la Presidencia de la República, surgieron crisis cuando se ponían en contraste los dos términos RENOVACION y PERMA– NENCIA La juventud en el ansia de renovar vibrada por alijerar el paso Esa crisis subió al grado de signi– ficar un cambio de rumbo, al terminar el período de don Pedro Joaquín Chamarra. la é[ite juvenil se exal– taba en los ideales que Lord Macoulay, con la elocuen– cia de su prosa, definía en Inglaterra en sus Estudios,
y que podían denominarse conservatismo liberalizado, o talvez mejor liberalismo conservatizado. Jefe visible de esa generación fué el Gral. Joaquín lavala, figura
como mandada hacer pora el propósito: con ejecuto–
rias de buenos servicios, ilustrado, de fácil y elegante palabra, de gallardo porte, y que rayaba en los cuaren– ta años de edad. Fué lanzada su candidatura, y acla– mada más que proclamada.
En el diario de don Enrique Guzmán publicado en la Revista Conservadora en sus dos últimos núme– ros, referentes a los años de 1879 y 1880, se puede recoger el eco de esa sonora renovación. Recuérdese que don Enrique Guzmán era entonces un joven de ideas radicales, y que escribe en el silencio de su in– timidad, las impresiones de la oposición liberal frente a esa candidatura. En un día dice: "se espera general– mente que el gobierno de lavala será el reverso del que acaba". Es don Enrique diputado opositor enérgi– co del regimen conservador, y el primero de marzo
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