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« Previous Page Table of Contents Next Page »mo tiempo en las clases populares una terca resisten– cia, animada por el espíritu separatista y de dispersión con que se interpretaba la Independencia. En Mana– gua se organizó entof1ces ese clamor imperialista alre– dedor del cura Irigoyen Concurrieron gamonales gra– nadinos como el Lic. don Juan Zavala, don Pedro Chamarra, don Felipe Ubieta, don Carlos O'Connor; de León llegó el Obispo Garda Jerez acompañado de una valiosa plana mayor. Pero éste no era movimien– to conservador; su tono era aristocrático, y hasta el hecho de haberse denominado ellos mismos emigra– dos, copiando una faz de la revolución francesa, com– prueba que fué una lógica reacción de clase que se colocaba en actitud de defensa, pero no un movimien– to de significación claramente conservadora.
La desorientación de pensamiento político, el des–
orden administrativo, cubrieron las tres décadas poste– riores a la Independencia La primera vez que se plan– teó en serio el problema de la restauración del orden social, ajustándolo a las nuevas bases formuladas por los próceres, significando ya un preludio conservador, fué cuando don Fruto Chamarra propuso sus planes disciplinarios a la junta granadina. Pero don Fruto no abrió definitivamente la etapa de un franco conserva– tismo, sino la primera parte de la ruta que dejó se– ñalado en el proceso europeo, y que se llamó de la legitimidad. La teoría de don Fruto Chamarra sostenía que sin ley no existe la libertad, que por lo tanto hay que sujetarse a la ley que produce el orden, si la ley
es imperfecta se debe reformar, pero en tanto que se reforma legalmente, se debe cumplir. Tal era la tesis cimentadora de don Fruto, es decir la fórmula legiti– mista, tal cual aparece en el proceso universal del de– senvolvimiento del conservatismo en los regímenes po– liticos.
Cuando la personalidad de don Fruto Chamarra se impuso y llegó al Poder, se produjo la guerra civil, entre la demagógica democracia existente por una par– te, y por otra el severo pronunciamiento de la legiti– midad. La oposición a don Fruto fa(sió el lema de su política' legitimidad o muerte. La demagogia lo estre– chó entre una cifra sangrienta y partidista Don Fruto se refería a que sin la legitimidad se produce la anar– quía, que es enfermedad mortal para una nación. Y
efectivamente la nación nicaragüense sufrió agonía por la presencia de los filibusteros de William Walker, que penetraron por la puerta $in cerrojo de la anar– quía.
La lección fué dura pero al correr de los años provechosa, como suele suceder en la historia de los pueblos. Los sacrificios que exigió la lucha centroame– ricana por la nacionalidad, despertaron en ros nicara– güenses un sentido de orden para la salvación de la República. Ese sentido impuesto por tan severa expe– riencia, tuvo expresión histórica en la unión de los ge– nerales Tomás Martínez y Máximo Jerez, para ejer– cer un poder de combinación que calmara las pasiones, que moderara los partidarismos, que equilibrara la autoridad con la libertad, es decir entonó inicialmente un conservadurismo eficaz para la salvación de la Pa– tria.
Ese Poder equilibrado de los dos caudillos logró
calmar las pasiones y ya ellas serenadas, procedieron a convocar al pueblo para que eligiera representantes a una Asamblea Constituyente con misión de organi– zar la República sobre nuevas bases, con patriotismo cuerdo y sabio. El año feliz de 1858 concurrieron a esa Asamblea inteligentes representantes de las élites de los dos Partidos antagónicos; y sobre ese terreno fértil floreció lozana la filosofía conservadora en Ni– caragua.
Las constituyentes anteriores habían copiado al pié de la letra de textos extranjeros sin ninguna ori– ginalidad Las Constituciones que dictaron fueron ves– tidos comprados en tienda de ropa hecho, que casi nunca se logra se adapten al cuerpo; y es imposible que el cuerpo logre ajustarse a la ropa, a veces de– masiado estrecha, a veces excesivamente holgada En consecuencia inelegante. Los diputados de 1858 llega– ron aleccionados por una terrible experien-cia, y pro– cedieron asistidos por la juventud, que peleando con el filibustero, supo la verdad de que en estos procesos la letra con sangre entra . Esa generación así vigorizada amaba la tradición castiza de lo jurídico y de lo administrativo, pero com– prendía que esa tradición había sufrido un injerto im– prescindible por la interpretación del republicanismo de los próceres de la Independencia; y en virtud de la filosofía conservadora que los inspiraba, en lugar de empeñarse en arrancar Con violencia el injerto, lo combinaron con habilidad con las otras ramas tradi– cionales.
Las inteligencias de esos jóvenes se habían ins– truido con otra clase de lectura de la de sus padres Testimonian este hecho los libros de sus bibliotecas que aún se conservan en casas de Granada y León. Leían a Salmes, a Donoso Cortés, las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand, las Historias Universa– les de César Cantu, italiano, y el Candé de Segur, fran– cés, y se deleitaban con las producciones de Larra y otros románticos. De esa manera se produjo en el ele– mento dominante un criterio conservador con matices de romanticismo.
Así nació fa Constitución de 1858 precioso docu– mento casi desconocido eh la actualidad. Vestido he– cho a la medida del cuerpo de Nicaragua, tallado y vuelto a tallar por sastres de conciencia y que una vez estrenado le dió a nuestra nación un original porte, de verdadera elegancia política por treinta años. A medida que se desenvolvía el regimen conser– vador de los treinta años despertaba curiosidad en el exterior, y la prensa europea, principalmente la inglesa y la francesa, le dedicó varias veCes alabanzas hacien– do notar la originalidad de los procedimientos, que en la convulsa política de Hispanoamérica, habían logra– do reconstruir una república casi deshecha por el ven–
daval del filibusterismo, y establecer un orden admi– nistrativo que se manifestó en el logro de un superá– vit presupuestario, fenómeno sorprendente en la Amé– rica española de aquel tiempo. Se cimentaron las rela– ciones exteriores en el orden político, y en el eCOnó– mico se abrió el crédito.
Aún ahora los que registran la histOria de Cen– troamérica quedan sorprendidos ante ese triunfante
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