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RENOVACION y PERMANENCIA
III
CAmos CUADRA PASOS
Varios números han circulado de la Revista Con– servadora, aumentando su prestigio, sin que yo lle– vara la continuación de la historia del conservatismo que prometí, porque tenía al alcance de mi mimo da– tos y apuntes sobre el tema. Complicaciones de la vi– d6 ordinaria me han impedido trabajar.
Entretanto al retiro de mi ancianidad ha llega– do el eco de criticas a la Revista por decir que se ocupa demasiado en sus páginas de COsas e ideas que ya pasaron y no han de volver, porque han sido sus– tituídas por nuevos ideales en el presente, y con pro– mesas del porvenir, que serían asuntos de más actua– lidad y atractivo para el público.
Pero en el nombre mismo de la Revista está pro– clamado su programa. Parte de él apunté 'en lo cime– ro de esta cuartilla: RENOVAClON y PERMANEN– CIA. Por las realidades de lo actual, y divisando las posibilidades del futuro, se renueva en la humanidad lo que es permanente; pero la permanencia es elemen– to pretérito que reside en la historia. Renovar igno– rándola es destruir. Es principio básico del conserva– tismo.
En una tertulia de Managua se dijo al respecto, comentando tal crítica a la Revista, que aún en las mayores ansias de avanzar, como sucede en los vehí– culos modernos, los automóviles, el que maneja ne– cesita ver lo de atrás al devorar distancias, con triun– fadora velocidad. Para ello se le pone un espejo ,que le permite tener a su alcance, para evitar accidentes, los dos paisajes, el de adelante y el de atrás, el del futuro y el del pasado. ,
Siga la Revista Conservadora' manteniendo el es– pejo de la historia en sus páginas, y deme paso fran– co en ellas para el tercero de mis artículos.
Tracé en el segundo una breve historia del con– servatismo como filosofía política y prádica adminis– trativa, en Europa y en los Estados Unidos de Nortea– r'nérica. Mi relato llegó hasta los principios del siglo XIX. Por esos años Francisco Miranda, ,precursor de la Independencia Hispanoamericana, había logrado al– canzar el grado de General en los ejércitos de la revo– lución francesa; y también había escapado milagrosa– mente de la guillotina, de la cual se vió muy cercano por uno de esos procesos que un escritor francés de– fine como apetito de Saturno que devora a sus propios hijos. Por los mismos años Bolívar viajaba por Europa, y en un gesto romántico, hizo en Roma juramento de consagrar su vida a la libertad de América. Agi– taban las inteligencias de los criollos hipanoamerica– nos las ideas filosóficas del siglo XVIII, que solían IIe– 'gar a estas tierras, aún en las mismas maletas de los funcionarios coloniales enviados por el gobierno espa-ñol del llamado despotismo ilustrado. '
En Nicaragua obras de Rousseau, Montesquieu,
Bentham, circulaban entre los aficionados a la lectura. Conservo en mi biblioteca "El Contrato Social" por Rousseau, "El Espíritu de las Leyes" por Montesquieu, "La Defensa de la Usura" por Bentham, editados en París en tomos pequeños, empastados en cuero, de impresión clara en papel durable, con señales en sus páginas de una asidua lectura de mi abuelo, que era Escribano Real de Número y Gobernación, por la gra– cia del Rey Carlos IV, en esta ciudad de Granada Al producirse la Independencia en 1821, ese fer– mento ideológico revolucionario produjo el primer con– flicto sangriento, por los ímpetus demagógicos del pue– blo que entendía la libertad y la igualdad como una nivelación social hacia abajo, que expresaba con el grito callejero: se acabaron los dones.
Enfrente se alzó la consiguiente reacción entre la clase principal, que añoraba al régimen colonial, de una autoridad lejana e invisible que producía existen– cia tranquila y cómoda. En ese meqio no pudo flore– cer el conservatismo, que como dije en mi artículo anterior, necesita para dominar, el ambiente creado por una madurez de criterio en la opinión pública, por lo menos de las élites.
Para personificar eSas dos tendencias que violen– taron la política a raíz de la Independencia en per– sonajes históricos de relieve, podríamos tomar al Coro– nel Cleto Ordóñez y a don Manuel Antonio de la Cer– da. El primero fué un intérprete valeroso de un siste– ma igualitario que operaba contra los ricos, por el sistema de fuertes exacciones en sus bienes persona– les, con mira a empobrecerlos para anular la clase. Por el otro lado, don Manuel Antonio de la Cerda, que suelen clasificar algunos historiadores de conser– vador; no lo fué porque le faltaba el prudente equili– brio moderador. Fué don Manuel Antonio un reaccio– nario de indomable carácter y severa honradez. No rigió tampoco en 10 primera organización un
prudente tradicionalismo. En Hispanoamérica se impu– so como criterio constitutivo, la imitación de los proce– dimientos jurídicos y políticos de los Estados Unidos. Pero desgraciadamente no los imitaron en el discreto tradicionalismo dé que dieron muestra aquellos pró– ceres, conservando en sus esencias las tradiciones in– glesas de la colonia. Dominó la intención agresiva de cortar todo cable que nos atara a la Madre Patria, y aún borrar las huellas españolas, sin percartarse de que lo que hacían era interrumpir lamentablemente la propia tradición racial, de la admirable creación de estas sociedades españolas de América por un rápido mestizaje.
Episodio del mismo conflicto social fué la sur– gencia en Mexlco del Imperio de Iturbide, y su avance unitivo sobre Centro América, donde encontró favo– rable opinión entre las clases principales, pero al mis-
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