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« Previous Page Table of Contents Next Page »debe haber sido un santo. a juzgar según 5\.\5 extrava– gantes y ridículos principios.
Pero, ¡necio de mí! que estoy perdiendo mi tiem– po en POmbatir iales sandeces, como si pudiera haber alguna perso¡;la seria que fuese capaz de dar la menor imp9danpia a semejantes majaderías.
Señor Don Faustino Arellano.
S. C. Diciembre 16 de 1874
Muy Señor mío:
En su grata escrita el día de ayer evoca U. Inis recuerd?s para oponer. con ellos pruebas contra la
cal~mn1a de sus enemIgos que en miserables publi– caClOnes han querido infamar la memoria de su difun– to padre don Narciso Arellano, señalándolo COInO cóm–
p~ice en los asesinaios de "La Pelona" por haber fun– gldo COInO Ministro del Vice-Jefe don Juan Argüello en 828 y 829.
Haré a U. una prolija relación de lo que me consta como contez:nporáneo a. aquellos desgraciados tiempos,
y como feshgo presencIal en las alfas regiones del po–
d~r, puesto que me hallaba yo sirviendo como escri– b1ente en la oficina de aquel ministerio. Confemplo
u~ deber mío responder a su legítima demanda, rin– dIendo homenaje a la verdad hisfórica, expresando a U. lo que me consta mis hnpresiones, mis conviccio– nes, y mi juicio imparcial sobre aquel suceso tan la-menfable, y de fanfa celebridad. •
El Gobierno del Vice-JeJa Argüello se había fras– ladado a la ciudád de Riva.s, y yo le seguía en mi ca– lidad de escribiente. Pocos días después de nuesfra llegada nos regresábamos a esta ciudad. Venía yo adelante de la comitiva, y don Joaquín Vigil a quien encontré afravesando el río Toco me contó, entre otras cosas: que el día anterior había circulado en esta ciu– dad la noficia que los prisioneros que iban. confinados al puerfo de San Carlos habían naufragado: que fados habían perecido, y que sólo se habían salvado 105 que custodiaban a los presos, y 105 marineros de la em– barcación que los conducía. Juzgando yo de grande importancia aquella noticia, me apresuré a comuni– carla al Sr. Ministro Arellano que de cerca me seguía, quien informado de lo ocurrido, prQnunció francalnen– te su juicio, negando la posibilidad de un naufragio, y conviniendo en que era una fábula inveniada para encubrir un atentado cometido con los presos, que a su juicio habían sido barbaram.enfe asesinados. Inme– diatamente se dirigió conmigo al encuentro del Vice– Jefe ~rgüeUo que venía a poca distancia acompañado del LICdo. Don Francisco O'Connor, y estos sin dejar de
av~n2:ar escucharon la noficia que con indignaciÓn da– ba .el Sr. Arellano, quien, como he dicho, juzgaba que se había comefido un crimen abominable; pero esfos señores nada respondían al narrador, ni siquiera in– quirían, ni se paraban, ni se alteraban; pero el dis– curso les seguía con vehemencia en el senfido de con– denar la atrocidad del hecho. Llegamos a pasar la noohe en el pueblo de Nandaim.ei en donde fuimos alojados en un pequeño aposento. En aquella noche me hallaba yo en el período febril de una cuartana; y por ese m.ofivo esfuve en vigilia, circunstancia. por la cual pude notar el insomnio de los dos señores Al'– güello y O'Connor, mientras que el Sr. Arellano dor– m.í¡;¡. profundainenfe con un Sueño tranquilo y sosega– dO
I
qúe solo es concedido a aquellos a quienes no aflije el diente agudo del remordimienfo.
A la mañana siguiente entrábamos en esta ciu– dad. Nofábase la consternación de sus habjfanfes; ya no era un misterio para nadie el horrible asesinato comefidc¡ en los presos;· pero se hablaba con precau– ción y reserva: todos t",mtan, porque los sicarios an– daban armados por las calles. Ese mismo día apare– cían en la costa 105 cadáveres que arrojaba el lago.
Concluyo, esperando q;ue el Licdo. Pérez, culpa_ ble ;;olament~ de pura sencillez, reconocerá su error hara ~as .r~c±ificaciones que exigen la verdad hisi6rIc& y la Jusf!cla que es debida a los muedos.
rllUSTINO .IlREtLAN'o
Granada, Mayo 5 de 1876.
. Arellan~ 1'10 hizo esper~~ la dimisi~n del Ministe. no qu~ serVla y no se volVIO a ver mas en el despa. cho, n1 en la casa del .gobernante. En ese mismo día fue nombrado el Sr. L1cdo Don Agustín Vigil: yo fuí
enca7ga~c;> de llevar a la casa del Sr. Arellano la co– munlCaClon, e~ que se daba a conocer al nuevo Minis. tro. Todos crmmos que esta l'enuncia era una enérgi– ca protesta contra aquel hon-ible asesinato, y para aleJaírse <;le todo ~arlicipio en los negocios politicos de aque la epoca aCIaga, cuya resolución fue aplaudida. por toda la gente de corazón.
La cond.uC±a del Ministro .Arellano era general, lnenfe apreCIada en aquellos dlas. Nadie le conside, raba. cómplice, ni siquieIa se ponía en duda su ino– cenc.'B.. De un car~cfer franco, caballerezco y leal, sus senilmlentos le alejaban de 105 m.anejos im.puros y mi–
s~ra~les de .105 pedidos. Por su carácfer noble, huma. nliano, y c1rcunspecfo merecía las simpatías de todos los que tuvieron la dicha de tratarle.
Antes de concluir esfa cada me permito referir una anécdofa que da a conocer bien al Sr. Arellano.
El 30 de Septiembre de 1828 que se reÍÍ'raba el ejército que asediaba esta ciudad al m.ando del Gene– ral Balfodano, cayó prisionero un joven llamado Cár– camo que acababa de llegar al camparnento con ven– fas de víveres. Este desgraciado venía conducido por un soldado, fue asaUado en la calle por una turba de exaltados, que en :nedio de vociferaciones, injurias y
amenazas prefendlan vengarse -en la sangre de este inocenfe. Yo ví entonces a don Narciso Arellano, lan–
7ars~ en ~edi? de esa canalla, con un heroísmo, que Jamas olVIdare, abrazarse con el ensangrenfado infe· liz, que sufría uUrajes de todo género, escudándolo con su propio cuerpo, hasta lograr así salvarlo de la desenfrenada canalla, introducirlo a su casa, cuya pueda cerró, llamando precipifadamente una escolta para ponerlo bajo la salvaguardia de la autoridad quien condujo al cabildo al desgraciado joven. Pero: Señor, este, salvado por la abnegación y los heroicos esfuerzos del Sr. Arellano estaba reservado por una fafalidad a concurrir al sacrificio sangriento de "La Pelona". Se hallaba defenido en el cabildo, y quizá por mera curiosidad se acercó dem.asiado cuando los presos venidos de Rivas eran encaminados al sacrifi– cio. El que mandaba la escolia le pareció que éste era del número; y no obsfante sus protestas, sus gl"Ítos y lamentos fue enrolado enÍl-e aquellas víctimas, a quie– nes se preparaba un fin lamentable entre cuyos nom– bres se encuentra el del desgracia.do Cárcamo I Todos esfos defalles se han fijado en mi memoria bajo tan favolé1bles impresiones sobre 105 sentimientos de su padre. Quizá la Providencia me había reservado pal-a dar tesfimonio de la verdad: para que no se ex– travíe el juic~o de la posteridad en la apreciación de
105 hombres para salvar con mi humilde p¿l1abl-a lEÍ inocencia de los embates de la calumn ia, con cuyo objeto raculfo a U. para que haga el uso que la parez– ca de esfa caria, cuya ve'facidad estoy dispuesto a corroborar bajo la solemnidad del juramenfo.
Espero que U. y iodos los miembros de su apre– ciable famnia queden sa1isfecltos con rnis asertos. La m.s1noria de Don Narciso Arellano está exenta de tan negra Inancha: su n01nb¡'e es respetable y su familia debe enorgullecerse de un jere tan recomendable. To dos los que le conocieron convendrán lX>nmigo. Quedo ne U. con toda consideración su atenio ser
~dM .
Macado Alvarel
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