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« Previous Page Table of Contents Next Page »niendo nosoiros, cOn venfeje, relaciones valiosas con el mundo civilizado a la vista dé sus naves y pabello– nes en el corazón de nuesfro terriforio.
Quiera NueStra Señora' Madre, lá bella intercesora enfre los hombres y Dios, concedernos su protección bienhechora.-Amén.
LA CARIDAD
SERMÓN
"Quid rctribuam dómino pro omnibus quae reü'ibuit mihi."
Es tan corrompido el hombre, las trabas de su de– gradación se hallan tan profundamente impresas en su ser, que todo, hasta sus mismas virludes, le hacen conocer su miseria, Si, hermanos nlÍos, sus virludes, aquellas mismas virludes que la religión ennoblece, y las cuales emanan de la gracia misma, llevan con– sigo un carácter de bajeza que le humilla, y que le representa su nada de manera más elocuente que el polvo de su tumba. La fe le anuncia su ceguedad, la esperanza su pobreza, la penitencia sus crímenes, la paciencia sus aflicciones, la humildad su miseria, la castidad sus inclinaciones vergonzosas, la SUmisión a las órdenes de Dios su dependencia, la caridad,. mas a d6nde voy, hermanos míos\ La caridad más no– ble y =ás excelente que todas las demás virfudes, tan =agnífica en su objeto como pura en Sus motivos, tan independiente de los sentidos como de la vil materia,
l;l0 le recuerda al hombre imperfección ninguna que le llene de vergüenza. Virtud sublizne, ella~ es la más digna función y el sentimiento más heroico de nues– ira alma: es el comercio más ínti:rno y más elevado entre Dios y el hombre. Si le adoro me siento conmo– vido bajo el peso de mis bajezas, si le ruego me hu– millo a la vista de mis necesidades, si le ofrezco víc– J:imas no veo en el más que un soberano o un venga-– dar, si contemplo sus grandezas inefables, no descu– bro entre El y yo más que el abismo. Mas cuando me elevo a Dios por el amor, mis senti:rnientos se exaltan, =i alma se engrandece, olvido mi nada, y no siento
:más la debilidad de mi ser que por la impotencia de amarle tanto corno deSeo. Virlud omnipotente, ella obra las más grandes maravillas, P?rifica. lc;>s más cri– lninales corazones, de un vaso de IgnomInIa hace un relicario sagrado, abre las puerías del cielo, cierra las del abismo, aplaca a un Dios irritado y le arrebato el rayo de sus manos. Virlud angélica, ella coloca al hombre al nivel de las inteligencias sublimes, dándo– le las mismas fruiciones y los mismos trasporfes. Vir– tud celeste, el cielo no tiene otra, porque propia=ente hablando, los santos no conocen ni fe, ni esperanza, ni humildad, ni paciencia, ni mortificación, porque to– das estas virfudes son incompatibles con su felicidad. sólo la caridad es su ornamento, su gloria y su dicha
suprema. Virlud divina, ella es, si puedo decirlo, la virtud del mismo Dios, el único sentimiento de su co– razón. Sí, hermanos míos, el amor constüuye su esen. cia, el amor es el principio de su ser, el amor obra el prodigio de su inefable fecundidad. Virlud eterna, ella rompe los lÍlnites del tiempo y la eternidad es propia. mente su reino. Todas las demás virludes nos acom– pañan hasta el sepulcro, la fe se extingue porque Dios se deja ver, la esperanza acaba porque nuestros de. seos están satisfechos, sólo la caridad sale triunfante del fondo de nuestras cenizas y se levanta sobre las ruinas de todas las virludes que la muerle ha hecho desaparecer. Virtud inmortal, ella es la llama que en. ciende a las demás, las depura y vivifica, todo cam– bia, fado se ennoblece en sus manos, es para nuesf.-o corazón 10 que el sol para el mundo. Quifad a la na. turaleza ese astro benéfico y el unilrerso caerá en su. primitivo caos, quitad a las virtudes la caridad y ellas perderán su calor, su luz y su mérito.
Señor, lTIi Dios, mi corazón es tuyo: tus soberanos afracfivos, tus beneficios inestimables te aseguran pa. ra siernpre la conquista y el imperio. Yo corro desde este lTIomento al pie de tu cruz, voy a estrecharla en mis brazos, voy a estrecharla tiernamente, voy a hu– medecerla con mis lágrimas. Ojalá pudiera morir de dolor y de amor al acordarme de mis ingratitudesl Oh amor puro y divina llama, ven a llenar el vacío inmenso de mi alma! Rasga los cielos y baja a nues· tras corazones, que más duros que las rocas se derre. tirán como la cera, y el hielo de nuestros sentimientos se cambiará en fuego celeste. Oh amor! ¿Quién es aquél a quien no has enternecido'? aQuien es el vil morfal que sensible a los atractivos impuros de su ído– lo profano no haya probado tus sublimes trasporles'? Oh amor, elévame sobre mi propia debilidad, présta~
me tus alas de fuego, abraza, absorve mis sentimien– tos, dilata si es posible la esfera estrecha de mi ser!
Vanos objetos de un mundo perecedero, huíd de =í! Gran Dios dadme tu corazón para amarle tanto corno fu eres digno de Ser amado.
Aumentad siquiera la actividad del mío, colocadlo en el vuestro, para que unidos se mezclen y se con– fundan en el tíempo y en la efernidad.
1870
LICENCIADO DON PABLO BUITRAGO
El Licenciado don Pablo Buitrago nació en León de Nicaragua el 25 de enero de 1807, siendo sus padres el Dodor don Nicolás Sánchez de Buitrago, jurisconsulto de renombre, y doña Francisca Bena– vent, señora de las principales familias de León.
Tanto su ilustre padre, como sus no menos ilus-
tres tíos, don Filadelfo y don Benito Benavent, le enseñaron las prÍIneras leiras y las primeras frases latinas, Preparado después por el =aes:l:ro don Isi– dro Castillo, pudo seguir los estudios mayores en la afamada Universidad de León. Allí estudió Filosofía, y el 5 de diciembre de 1821, a los pocofl meses de nuestra Independencia, obtuvo tras brillante examen
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