Page 86 - lista_historica_magistrados

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poco cuando recibió la contraorden de suspen– der la persecución del enemigo, pues hasta cierío punto se le privaba de cubrirse de gloria desbaratando por entero aquellas fuerzas que eran las mayores que había lanzado el Gobier– no sobre nosotros; pero corno yo no dudaba un ápice de que lo dicho por Monterrosa mere– cía el más absoluto crédito, mantuve firme la contraorden de persecución.

La trampa en que cayó el General Monte– rrosa y en la que nos hizo caer también a no– sotros, nos costó muy cara, pues el enemigo fácilmente se repuso de su quebranto y dos días después lo teníamos de nuevo al pie de nuestras trincheras grandemente reforzado por las fuerzas del General Lara y airas milifares que desde Acoyapa habían sido enviadas en nuestra persecución.

Los informes respecto al número de fuer– zas adversarias que tomarían participación en contra nuestra eran exaC±os pues habían sido llevados por diversos hacendados por cuyas propiedades habían pasado las fuerzas enemi– gas, yesos hacendados, 'simpatizadores de nuestra causa, por caminos extraviados y vere– das sólo de ellos conocidos, llegaban primero que ellas a Matagalpa a darnos sus informes.

Felizmente cuando esto sucedía ya había yo reconcentrado de Jinotega al General Fru– tos Bolaños Chamarra con toda la fuerza que comandaba, así es que todo el ejércifo estaba en Ma±agalpa.

En la seguridad de que a la mañana si– guiente sería afacado por fuerzas superiores. principié una serie de discusiones con mi Es– lado Mayor sobre la situación que se nos pre– sentaba;así corno la de determinar con exacti– fud la canfidad de parque con que contába– mos para las diferenfes armas que feníamos.

De esas discusiones ;resultó que decidirnos abandonar la ciudad esa misma noche, para lo cual principiamos inmediatamente afamar nuestras medidas.

Tal resolución esfuve a punfo de reconsi– derar, porque a eso de las nueve de la noche, se me presenfó en el retén del Río, un norte– americano que llegaba de Managua y que pe– día verme. Este señor era un enviado; no re– cuerdo bien si de la Embajada Americana, o de un barco de guerra, y llegaba a ver mi si– fuación para proponerme, en caso de conside– rarme fueríe, un armisticio de parte del DoC±or Madriz y la promesa de éste de entregar el poder.

Desgraciadamenfe, esfe señor llegó cuan– do los preparíivos de nuestra marcha se esta– ban efeC±uando y por eso ya él no quiso tomar la responsabilidad de dar un informe favorable de nuestra potencia militar con el que poder insistir en el refiro del Dador Madriz.

Así fue que el plan que teníamos pensado desarrollar seguiría adelanfe, y a eso de las once de la noche estábamos saliendo de Mata– galpa, dejando en los refenes principales los fogones escendidos y a unos pocos soldados

que cubrieran nuestra retaguardia, haciendo de vez en cuando tiros esporádicos para. que el enemigo no sospechara de nuestra retirada.

Todo el movimiento se llevó a cabo tal corno nosotros lo teníamos pensado. y hasfa esos pocos soldados que habíamos dejado atrás pudieron salir y unirse a nosotros en Te– rrabona, pues nueslra salida no la hicimos por el camino real de Matagalpa sino por un cami– no pedregoso y malo, veredas indígenas, que salen de Matagalpa a Terrabona.

En esfe lugar destazamos unas dos reses que habíarnos cornprado para no molestar a la ciudadanía, y cuando los vecinos se dieron cuenta que estábarnos allí llegaban a saludar– nos. Muchos de eUos, en núrnero que rne lla– rnó la atención, me pedían el favor de darles permiso y libertad de poner una cususera, lo que yo, por supuesto, no les negaba yen algu– nas ocasiones les daba tales permisos hasta por escrito.

Por la farde de ese mismo día abandona– mos la población de Terrabona y continuamos nuestra marcha hacia Managua. No nos detu– vimos durante foda la noche hasta llegar a Las Maderas, y una vez allí buscamos qué corner y después del desayuno confinuamos nuestra marcha habiendo sido informados de que en San Jacinto había unas tropas del Gobierno que en número de 200 hombres estaban co– mandadas por el General Alfonso Valle y un salvadoreño de apellido López.

Con ese conocin'l.iento previo de la exisfen– cia de esas fuerzas en San Jacinio le dí al Ge– neral Masís la vanguardia de las mJas para que efeC±uara el ataque, y cuando le inforIné que el General Valle era el jefe que las coman– daba, n'l.e dijo: "Pues entonces no vaya bajar la ametralladora."

Yo no iba rnuy lejos del General Masís cuando éste principió el ataque, pero cuando me dí cuenta de la iniensidad del tiroteo y de que éste se prolongaba más de la cuenfa, en– fonces temí que el General Valle se hiciera fuerte tras los corrales de piedra, por lo que dispuse bajar la ameiralladora y llevarla con precipitación a la línea de fuego y ponerla en servicio inmediatamente, y parece mentira, pe– ro tan pronto corno se oyó el sfaca±±o peculiar de la ametralladora, cesó la resistencia del enemigo, el que izó banderas blancas por fo– das paries.

Me parece que con excepción de los Jefes superiores, iodos los demás cayeron en nues– fro poder.

El botín de San Jacinto podernos decir fue el mejor de ioda la campaña, pues logramos de todo: gente, armas, parque y dinero ..... (13,000 pesos) que me entregó mi recordado arnigo y deudo don Constantino Báez, los que había encontrado en un rincón de la casa, guardados en un cajón. Recuerdo que me los entregó con la siguiente frase: "Conforme a las reglas de la guerra, este dinero me perte– nece, pero yo sé que la Revolución está escasa

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