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Cuando llegam.os al pie de la escarpada cuesta m.encionada, la que había que subir hasta una m.eseta, especie de llano, en la cim.a, nos detuvim.os para contem.plar gozosos cóm.o peleaban nuestros hombres, con qué coraje emprendían el ascenso de aquella difícil posi– ción, sobre una falda sin vegetación alguna, donde los soldados valienie:rnenie iban atacan– do y defendiéndose en las zanjas formadas por las corrienies de agua hasta que los vim.os su– bir y derrotar a las fuerzas enem.igas acanlpa– das en una casa grande construía en la cim.a, el nom.bre de cuyo dueño ignoro.

Libre ya de enemigos el camino de Mata– galpa, no esperam.os m.ás y em.prendirnos sin tardanza la m.archa hasía llegar a la población cuanto antes, corno en efedo lo hicim.os.

En los suburbios de la ciudad de Ma±agal– pa tuvim.os un pequeño tiroteo, m.as de allí en adelante no se nos presentó ninguna dificul– tad. El ledor se puede im.aginar la sorpresa de la gente de la ciudad al ver en sus calles a los revolucionarios, cuando hacía unos pocos días sabían que estábamos en Bluefields.

Verdaderam.en±e, nacionales y ex±ranje– ros, nos llegaban a felicitar por nuestra empre– sa, lnas nosotros sabíalnos que por lnás"que nos halagaran esas lnanifestaciones de silnpa– fía que nos hacían, frecuenlemente aCOlnpa– ñadas de invitaciones para tOlnar algún refri– gerio o allnuerzos y cenas en sus casas, debía– mos privarnos de tales expansiones porque sa– bíalnos que el enelnigo venía iras de noso±ros. Por eso, lnUY telnprano del siguiente día, dis– puse la distribución de nuesiras fuerzas en aquellos lugares más apropiados de donde se podía defender y rechazar cualquier ataque a la población. Así fue que dispuse ocupar una altura que allí llaman la Piedra del Apante, posici6n que dOlnina al Inismo tiempo todos esos lugares. Allí colocalnos un cañ6n y un puesto de ametralladoras.

No recuerdo si fue al segundo o tercer día de estar en Matagalpa que sufrim.os un furioso ataque del que el General Masís tomó la de– fensa de una ala del ejército impidiendo que el enemigo se lnetiera por la cañada que lla– m.an El Salvador cuando éste venía huyendo de los ataques de aquel peñ6n del Apante.

Otra ala del ejército enemigo nos atacó de frente con tal furor que hubo lnomento en que am1;:las fuerzas parecía que peleaban confun– didas y recuerdo bien que desde una pequeña aHura, el Coronel entonces y hoy General Ca– m.ilo Barberena Anzoátegui estaba con una ametralladora Col±, defendiendo bravamente la entrada a:

ese lugar.

En mi recorrido de la línea de fuego lle– gué hasta donde estaba Calnilo haciendo buen uso de su ametralladora en los precisos lnO– lnentos en que las fuerzas de uno Y otro lado parecía que se lnezclaban entre sí. Eso lne hizo temer por la seguridad de los nuestros y le pedí al General Barberena lne diera el lna– nejo de la alnetralladora porque pensaba fe-

ner Ini pulso Inás seguro, y no fue sino hasía que pas6 el peligro y el enelnigo se declaró en franca derrota que volví a darle la alnetralla– dora al General Barberena, quien siguió pe– leando con bravura, COlnO lo hizo sielnpre en los combates en los que se transfiguraba del hOlnbre elegante de salón en el lnilitar valien– te y denodado.

Recuerdo que cuando estaba en el m.anejo de la ametralladora en los lnolnentos lnás re– ñidos del cOlnbafe, llegaba un cuñado y COln– padre lnÍo llamado MáxilnO Amador y m.e de– cía: "Compadre, ya mataron a fulano, de Co– malapa!" y yo le contestaba, puesta lni aten– ción lnás en la lucha que en su informe: "Está bien!". Así 10 hizo Máximo varias veces, y así le contesté yo otras tantas, y esto le iInpresionó tanto a mi com.padre que en la noche después de la lucha hacía cOlnentarios sobre eso y lnO– cionó entre sus alnigos y paisanos el volverse a COlnalapa, porque, decía: "Le van a decir a mi compadre Elniliano, ya mataron a Máxilno Alnador, y él va contestar, está bien." Es so– brancero explicar que Ini "Está bien" de aque– llos agitados lnolnentos significaba "Estoy en– tendido."

Este combate fue muy reñido y sangriento y cuando ví que ya el enelnigo com.enzaba a dar muestras de flaqueza y a perder ventajoso lerreno pensé sacar ventaja de aquella situa– ción aniquilando por cOlnpleto esas tropas, dispersándolas para que perdieran su fuerza efeciiva, y para ello comencé a dar rnis órde– nes para perseguirlas y arrojarlas hacia aque– lla falda escarpada de la que hice lnención anteriormente cuando íbam.os hacia~ Matagal– pa. Mas en esos momentos me llegó un lnen– saje del General Monterrosa, que estaba enton– ces hospitalizado, en el que me decía que tenía datos positivos que en el calnino de Managua a Matagalpa venían fuerzas enem.igas y que era seguro que se fOlnarían la población sino habían fuerzas suficientes en ella para conie– nerlas.

En vista de esto, tuve que dar órdenes con– trarias, es decir, que se suspendiera la perse– cución del enernigo, y que el General Masís lle– vara sus fuerzas al camino de entrada a la po– blaci6n.

COlnO sucede muchas veces, resuHó que al General Monterrosa lo había sorprendido en su lecho de enfermo una dalna de las lnás infere– sadas en la causa liberal, haciéndole creer, co– lnO un secreto que le había arrancado a su lnarido, la noticia de la llegada de esas iropas. Pero no habían tales tropas, y la suspensión de la persecuci6n sirvió para salvar de la derroia a las fuerzas de Chavarría y Godoy.

Contenida, pues, la persecución de las fuerzas atacantes y lnandado a reforzar el re– tén de la entrada a Matagalpa, la calma eniró en todas las líneas y el tiroteo cesó por com– pleto.

El General Masís, que no sabía del men– saje del General Monterrosa, se disgustó un

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