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de fondos y yo se los doy a la Revoiuci6n." De mis manos pasaron a las del Tesorero o Habi– lliado de Guerra.

Ese día lo ferminamos de pasar en San Ja– cinfo, recogiendo avanzados, y poniendo en orden fado nuesfro fren de guerra, para poder salir muy al alba del siguienfe día. Enfre los avanzados había un buen número de leoneses con el Coronel Juan Paz a la cabeza. A fados esfos les dí liberfad cuando llegamos, en nues– fra marcha hacia 1'11anagua, a un punfo dónde ellos podían seguir el camino a Le6n por San Francisco del Carnicero, dándole a cada cual una pequeña habilifación para que pudieran comer en el camino, no sin anies adverlirles que si los volvía a avanzar en algún afro en– c:;uehfro los tendría que fusilar. Conste, sin embargo, que esto se los decía para intimidar– los, pues hasta ahora no he fusilado a nadie.

Una vez que hubimos separado a este gru– po de avanzados, continuamos nuestra marcha hacia Tipifapa.

Un poco antes de llegar a esíe punto me deshice de airo grupo de avanzados, pues que– da fener libre al ejército del cuidado que hay que iener siempre que se llevan prisioneros, y además porque mi pensamiento, realmente, no era el de afacar Tipifapa, porque por su proJdrnidad a Managua, bien podría recibir refuerzos y a :mi se me hacía necesario contar con más tiempo del que podía disponer foman– do en consideraci6n que venía defrás de mí afro ejércifo en persecución :mía. Por eso cuan– do ya me deshice de los ú.l.fimo~ avanzados, dí un rodeo a Tipiíapa y guiado por baquianos, cruzando los llanos, loqré salir con mi peque– ño ejércifo al Paso de Panaloya en la mañana del siguienfe día.

Aquí el General Masís después de conse– guir unos bofes de los que tienen los finqueros de por esos lados. logr6 cruzar el río a la ofra ribera con Parfe de nuesfras fuerzas, y yo con– tinué río abajo a enfrenfarme propiamente al

Paso Real donde se hace el cruce del río Mala– catoya en el camino a Granada.

Allí tendí mis fuerzas y comencé a dispa– rar contra las de la otra orilla, al mismo tiem– po que el General Masís las afacaba por su lado.

. Seguramente, ya la moral del ejércifo del Gobierno. con motivo de la salida de Zelaya, por un lado, y por el recorrido que hacía yo con mis fuerzas por todo el país, por otro. ha– bía bajado de tal manera que nuestros aiaques eran, con mucha facilidad. coronados por el más completo éxito, en los que obteníamos avanzados y abundantes elementos de guerra.

Aquí en El Paso, solamente el General Juan J. Badán logró escapar yeso porque yo no quise mandarlo a capfurar donde sabía que esfaba escondido. Su capiura la evité por te– mor de que mis hombres pudieran cometer al– guna violencia con él, a causa de que Badán esiaba muy mal recomendado por iodo su sis– tema de gobierno en la ciudad de Granada,

donde se había hecho sumamenie odioso. Cap– iuramos, sin e:mbargo, al Docfor José Antonio Arosfeguí, abogado, al Coronel Anselmo Se– queira, a un señor Abea, y a varios afros cuyos nombres se me escapan.

En El Paso permanecimos unos dos o fres días, al fin de los cuales decidirnos marchar hacia Granada, pero no propiamente para a±a– car a la ciudad, sino para pasar por sus alre– dedores hasfa salir al Cementerio y dirigirnos a La Fuen±e, para desde allí resolver si dirigir– nos a las Sierras de Managua, o hacernos fuer– fes en el Cerro Momba-::ho. Ese era el plan que habíamos adoptado.

Con ese plan, salimos, pues, de El Paso donde había tenido la grata sorpresa de que el Dador José Antonio Arosleguí y el Coronel An– selmo Sequeira me solicifaran audiencia para pedirme que los incorporara a mis fuerzas. Ellos querían defender, me dijeron, la causa del Partido Conservador, y aunque muchos desconfiaban de ellos, yo los incorporé. Nunca tuve moiivo para arrepentirme de la confianza que en ellos deposité entonces, y mucho menos aún del Coronel Sequeira, a quien le cost6 has– fa la vida su fidelidad a mi persona y a mi causa.

Ya para llegar a "Osagay" en nuestra marcha hacia Granada, venía sobre el camino, hacia nosotros, el señor Virqilio Mira,nda Vega, conocido agricul±or de Tisma, y partidario nuestro. El entusiasmo del señor Miranda al encontrarnos fue :muy grande y después de darnos sus efusivos s,aludos, en visfa de que nuestra marcha continuaba hacia Granada, nos pregunfó con mucho. inferés por qué íba– mos hacia allá en vez de hacerlo haci.a Tisma, que era, según él, el lugar más estratégico que podíamos enconfrar.

Tal observación me interesó m.uc;ho, por lo que ordené a las fropas hacer alio, y en unión de los jefes militares, compañeros míos, princi– pié a conversar con él más detenidamente.

Ya fados reunidos, Miranda comenzó a ex– poner las ventajas de Tisma, la abundancia de alimentación que encontraríamos en ese lugar, la presencia de numerosos amigos de la causa, y muchas otras ventajas realmente dignas de tomarse en consideración. Aqregó, además, de que cuando había salido de Tisma hacía pocos días, no habían fropas del Gobierno en ese lu– qar, ni se tenían informes que estuvieran por llegar.

Es±e fue otro punio que nosotros tomamos en consideración para variar nuestro rumbo, como en efecto 10 hicimos, de acuerdo con fa– dos mis oficiales.

A pesar de que el cruce del Charco de Tis– :ma no dejaba de presentar algunas düicul±a– des, como por ejemplo, el de fener que regre– sar el tren de guerra al Paso de Panaloya para enviarlo por bofes a Tisma. y el cruce mismo del Charco por nuestras tropas, la reiterada in– sisfencia del señor Miranda sobre las ventajas de Tisma, nos hizo empequeñecer a nuestros

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