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« Previous Page Table of Contents Next Page »estaba completamente cerrada y a oscuras, por
10 que tuvimos que permanecer en el pafio, bajo un árbol frondoso que allí había. Serían como las nueve de la noche, y no fue sino co– rno hasta las diez que llegó una persona al frenie de la casa, abrió la puería, enfró y en– cendió luces, siguió hasta el corredor al lado de donde estábamos nosotros y entonces me dí cuenta de que no era Adolfo. No sabiendo, en realidad quien era, resolví, sin embargo, pre– sentarme a él porque lo supuse de la confianza de Díaz pues que fenía la llave de su casa. Pensar así e ir a llamar a la puería fue todo uno, como geheralmen±e se dice. El joven que me abrió, me preguntó qué deseaba y qué ha– cía yo en el pafio, a lo que le respondí que yo era un minero que llegaba de las minas, La Luz y Los Angeles, en busca de don Adolfo Díaz, y que me hiciera el favor de decirme donde lo podría encontrar pues que tenía ur– gencia de hablar con él.
Nos cruzamos varias preguntas hasta oue por ú1±imo le pregunté si él era HUInbedo Pa– sos Díaz y él me respo'l'ldió que sí. El a su vez tne preguntó si yo era Emiliano Chamorro y yo le contesté que sí. Fue enfonces ctIendo me di– jo oue su tío me estaba esperando, que pasara adelante y que me sentara, que iría a bUscar– lo para avisarle de mi llegada, e inmediata–
:men±~ salió de la casa, regresando poco fieln– po después con don Adolfo Díaz.
Después del saludo cariñoso, casi fraternal pudiera decir, Adolfo me dió una ligera idea de lo que se trataba, invi:tándome luego para que fuéramos donde :me iba a alojar.
El alojamiento era en una casa de alfo oue parecía estar desabitada. A ese lugar me lle– varon la co:mida del Hotel, mientras que a mi compañero Alegría lo nevaron a alojarse a otra parte.
Terminada la Gena, la que por cierto me pareció :muy buena, y en la que comí más de lo regular, salió Díaz para regresar lueR"o con el General Juan J. Es±rada a quien hacía :mu– chos años no había visto. Cuando el General Es±rada llegó, me saludó con mucha afabilidad como si hubiéra:mos sido compañeros de hacía mucho tiempo; por mi parte le correspondí el saludo de la mis:ma manera e inmediatamente entramos en materia, es decir, a discutir la :me– jor manera de terminar con el Gobierno del General Zelaya.
Aseguróme el General Es±rada que él daba aquel paso trascenden±alísimo solamenfe por su amor a Nicaragua, y que él deseaba saber si podía confar con el apoyo del Padido Con– servador, las condiciones que ese Partido pon– dría para entrar en ese movimiento, y con qué elen.emos se podría contar.
Yo por mi paríe le ase!=l'uré al General Es– trada que las condiciones del 'Padido Conser– vador serían la de restablecer las libertades ciudadanas en Nicaragua, la libre expresión del pensamiento hablado y escrito, la libertad electoral, la aliernabilidad en el Poder, el cese
" .el Gral. Juan J. Estrada ... se encontraba descon-
tento del Gobierno de Zelaya. .
de las contribuciones forzosas, de la prohibi– ción de la tramitación de la propiedad par±i~
cular, así como el cese del reclutamiento del campesino y de los miembros de las castas in– dígenas para trabajar forzadamente corno es– clavos en las propiedades de los cafetaleros de las Sierras de Managua y sobre todo de Ma±a– galpa y Jinotega donde habían de desaparecer las inicuas recuas de inditos amarrados.
Me pareció que al General Esfrada, anfes de sentirse molesto por esas condiciones, éstas le parecieron satisfactorias y les dió en princi. pio su aprobación. Sería más de la media no– che cuando suspendimos esta reunión prelimi– nar.
Corno hacía varios días que no tornaba alimentos calientes y sazonados, y seguramen– ±e por haberme excedido en ±omarlos en can– fidad mayor de la acostuInbrada, tuve esa rrtisma noche una fortísima congestión, que nos alarmó muchísimo y hubo necesidad de llamar al docior Luis Sequeira, quien me a±en– dió muy oportuna y eficaz:men±e. Es±o, feliz– mente, sucedió después de haber tenido la pri– mera conferencia con el General Estrada.
A las once de la mañana del siguiente día, sostuve otra conferencia con el General Estrada en la que le manifesté que con la acep– fación :;luya de las condiciones presentadas, yo
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