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tes: la desorganización política, la obra de sectores más o menos amplios de la oligarqulas, la decisión de los consorcios extranjeros y la complicidad de los gobiernos de Washington.

Bajo las dictaduras, los negocios entre el Estado y

los consorcios no son sometidos a discusión libre, ni a cTÍ– tica severa. Se operan sin la vigilancia ciudadana, en la sombra, como pactos secretos que dejan cuantiosas ca– misio.nes que no son sino formas disfrazadas de sabor· nos.. En el caso de los contratos sean sometidos a los parlamentos, tales organismos bajo las dictaduras, no lienen otlO carácter que el de una dependencia buro– crática, donde quienes ofician de parlamentarios, por de. signación y voluntad del dictador, aprueban todo lo que éste somete a aprobación.

La opinión popular con todo lo que ella tiene de intuitivo, de inapelable, y a veces de injusto, establece una vinculación 'mextricable entre este interés bastarda– mente lucrativo de los consorcios y la política de los pal. ses de origen, concluyendo por atribuir responsabilidad directa de la existencia de dictadores, y, del funciona. miento de dictaduras, a los Estados Unidos. Este juicio es no solo sumario, sino demasiado general. Los Estados Unidos son un pueblo amante de la libertad, adversario de la opresión, tanto en su propio país, como más allá de sus fronteras. La abominación que el hombre medio .de Jos Estados Unidos siente por los regímenes de fuer– za, como los que prevalecen al otro lado de la cortina de hierro, o en los países. de América Latina, es de una

~inceridad plena de honradez. La responsabilidad, por tanto, es' mucho más restringida y más concreta. Ella .corresponde directamente a la Casa Blal}ca, al Departa– niénto de Estado, y a los Senadores y Representantes d.el Congreso de la Unión.

AMERICA LATINA, UN CONTINENTE EN ERUPCION

EUDOClO RAVlNES

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MILITARISMO COMO RETROCESO POLlTICO.-Del militarismo, el fenómeno político más frecuente y puru– lento de la era actual, han querido darse interpretacio– nes clásicas, que le asimilan el cesarismo, al pretorianis– mo o al bonapartismo, exégesis marxistas que pretenden imponer mecánicamente la reproducción de arbitrarios modos feudales, en un mundo donde jamás existió el feu– dalismo.

Ei militarismo aparece como la presencia de los mi– litares en el poder, a consecuencia de golpes de Estado, con usurpación de las prerrogativas civiles, de los dere– c;:hos de los partidos políticos, con transgresión de la~

normas legales, mediante la imposición más o menos vio– lenta sobre el derecho.

Es esencial distinguir que el militarismo de nuestros tiempos, no tiene vínculo especial de ninguna especie, a pesar de las apariencias, con el caudillaje militar de los tiempos Patriciados. Los que condujeron las guerras vic– toriosas contra la Corona, pretendieron o se vieron obli– gados a intentar la organización de la República. Donde los Patriciados fueron débiles, o sea, donde la aristocracia Virreynal sufrió grandes descalabros y vi– .cisitudes, fue menester recurrir a los caudillos de la In· dependencia para imponer, no la democracia, ni las prác– ti(as democráticas, sino el sentido primario del mando y de' la obediencia. Donde los Patriciados oligárquicos fue– ron fuertes, los guerreros de la Independencia debieron someterse a su autoridad política, o sufrir las consecuen· Cias de la insumisión al poder civil. Más, al través de la fundación de las nuevas naciones, el proceco es precedi– do no precisamente por militares sino por guerreros. Y es de gran Jmportancia apreciar la diferencia. Militar, es profesión, oficio, carrera, manera de ganarse la vi· da, de ascender en la escala social y hasta de hacer for' tuna. Guerrero es vocación heróica, vida peligrosa, es–

p¡ritu de aventura y de creación. Mientras el militar se CLASES NUEVAS 't PUEBLO CÓMO MA5A.-cn este limita al pronunciamiento, al "cuartelazo" utilizando la siglo, dos nuevas categorías sociales y políticas han in· sumisa disciplina de las tropas, el guerrero asume el pa- gresaclo en la escena y están determinando un cambio pel de capitán de guerrillas, de jefe de campaña, que radical: . las llamadas Clases Medias y el pueblo como sale a combatir y a batirse. El caudillo de los Carrera, masa.

de Paz, de Salaving, de lturbide, de Santa Cruz, de Las llamadas Clases Medi¡¡s no tienen en realidad los ObMdo, de Castilla de Mosquera, constituyen acciones atributos de una clase social, ya qlie carecen de míni· guerreras. Se titulan Mariscales y Generales, pero no ma homogenicJad y de una relativa estabilidad. Por su son militares, sino guerreros. Organizan tropas, se po- composición sodal constituyen, mas que una sínlr;¡sis, nen al frente y salen al combate. Es lo más parecido a un abigarrado muestrario de la sociedad, en la que está Ja lucha feudal europea en la que los señores se bqten formado. Núcleos que vienen de la aristocracia colonial con el Clbsolutismo. El militarismo de la época siguien- arr\Jinada y contingente que proceden del pueblo, junto ·te, que se prolonga hasta nuestros días, ni trae lucha, ni co'n profesion~les, técnicos, funcionarios, intelectuales, combatientes, ni guerreros, se parece más a un fenóme- advenedizos de todo género. En ella están la capa so– no burocrático. cial de la oligarquía y las más cercana de los obreros. Como categoría sociológica, el militarismo latin¿ame. ,Entre ambos extremos se agita febrilmente una rica ga· ridno es creación directa y legítima de las oligarquías ma de variantes.

;mercantiles y de los consorcios extranjeros. Este aSCenso político se debe a la alianza de (as cla-El militarismo es vivero de los dictadores. De to- SeS. medias con el pueblo. En los días del Patriciado, el

.~Q pronunci~miento triunfante, surgir~ un dictador Y pueblo fu~ siempre clientela 11 la que se permitió servir detrás de él, el pueblo verá cuatro elementos causan· de pasivo sucedánéo dé personajes y de grupos, que los

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