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Sabida la conspiraci6n, designados sus aufores, y averiguadas sus miras, el Gobierno, ese poder que has– ta ahora no ha sido en Nicaragua sino el juguete y burla de los malavenidos con el orden, para ya más no serlo, debía c;>brl¡lr enérgicamente a fin de conjurar para siempr~';'asé crimen incoado de lesa sociedad, arrancando en, su principio los gérmenes de la intran– quilidad en Nicaragua, tal es la exigencia de la socie– dad, cuya conservaci6n y progreso le están especial– menfe encomendados, de cuyo bienestar se ha hecho responsable ante Dios y los hombres, y en fuerza de este deber sagrado, ha dispuesto capturar a los que de las diligencias seguidas resulia justificado, que cual enemigos de su patria, pretenden desviarla de la mar– cha pací~ca: y prqgresiva gue lleva bajo la actual ad– minisiración. reservándose dietar respecto de ellos las providencias correspondientes y vigilar con ojo atento los pasos de los demás, de quienes apl'!-recen presun– ciones e indicios vehemenfes, para proceder también conira ellos, obtenida la prueba del caso.

En mi proclama inaugural e:ltpresé que mi pairia es el EstadOI que todos sus pueblos son para mí una sola familia, que en cada uno de ellos no veria sino un objeto en que ejercitar mi paternal solicitud, y que siendo mi guía la Consti.h\ci6n y la ley, sería mi pro– grama un régimen de cosas y no de pers9nas, de prin– cipios y no de pasionea. Mi conciencil'l me dice que hasta aquí he cur(\plido fielmente mi promesa. apelo para ello sin irepidar al juicio im~arcial de mis con– ciudadanos. ¿D6nde está la garantía violada? ¿Dónde la ley infringida? tDónde el personalismo, o la pro. tecci6n e:ltclusiva de un partido? El leonés lo mismo que el granadino, el rivense lo mismo que el segovia– no me han enconirado igualmente dispuesto a obse-

quiar sus pretensiones en la línea de 10 justo: en los empleos públicos ,están colocados hombres de los dis– tintos colores políticos del país, y algunos hay que personalmente me aborreceD:: la pro'pied.a~ e~tá ase– gurada, y todos los nicaraguenses Sln d,:st:inc16? go– zan de la protección de las leyes, de !a Y1gl1anc1a del Gobierno, y del apoyo de la fuerza pubhca. ¿Cuá~ ,es, pues, el motivo racional de la presente. revoluc~on?

exclusivo de unos pocos? ¿Puede aun por la r:tayona de la naci6n ponerse en plan, sin haber antes 1ntenta– do sin ftuto el sagrado de petición? y cuanp.o un pue– blo tiene expedito este dereého, y el grandloso de su– fragio, ¿puede apelar al de insurrección? ¿Por ventura será ésta lícita o tolerable, cuando la sociedad reposa y carnina bajo la guarda de la Constitución y la égida de la ley? No, nlil veces no, "la insurrecci6n entonces es rebelión, es un crimen injustüicable, un infando pairicidio que la ley sU'prelUa de la conservaci6n so– cial manda reprimir energicamente.

HABITANTES TODOS DEL ESTADO. tenéis a la vis– ta los procedimientos del Gobierno relativo!;> a la cons– piración que alUenazaba estallar recientemente en León: al anunciaroslos he tenido en mira patentizar la justiqia con que he obrado, y manifestaros que nada tenéis que temer, pues la paz está asegurada, la con_ fianza restablecida y el orden público no será altera– do, porque el Gobierno que vigil¡l. sin cesar por vues– tra dicha y ventura, hará conservarle a todo irance, y estad ciertos, que mieniras el poder esté en mis manos se empleará en vuestro biElD, asegurándoos un fE,lliz porvenir, y dando a la autoridad el respeto y la acc1ón de que ha querido despojársele, con detrimeI}to de la. salud pública.

Managua, noviembre 21 de 1853.

Los enemigos del orden se xnuestran orgullosos de un ligero triunfo, que s610 deben a casualidad, y no a su valor. Creyéronme muerto znis iropas a tiempo que yo tocaba el cañón enemigo, y esa infausta equivoca– ción, y nada aira cosa, fue lo que comprometí6 el acto. Ved Sl no, que sosteniéndose los facciosos iras un for– midable reducto de piedra, abandonaron su puesto retírándose a una casa. ceniral luego que me vieron pecho a pecho dándoles mi nombre a la par de mis tiros. El valiente Sandres y algunos airas me acompa– ñaron hasta ese puesto en que por desgracia cay6 mi caballo, y de allí en adelanfe iodo se desgraci6 con mi caída, tocándose ya retirada. ¿Y creéis que fuí perse– guido? El enemigo no di6 un paso fuera de sus muros, y mis iropas eniraron form.adas a León. ¿Dónde esfá, pues, su valor? Uno de sus principales caudillos ha dicho que en aquella madrugada nacieron. expresi6n que claramente revela el terror que les infundió nues– ira carga, y la seguridad de nuestro iriunfo si no nos lo hubiese arrebatado una contingencia imprevista.

Soldados: cien veces habéis arrostrado serena· mente los peligros en defensa de las leyes. Hoy vais a salvar la sociedad de las muertes, incendio y saqueo que traen por enseña las annas enemigas. tOs !:lcor· dáis de aquel Gobernador militar de 48, que aconse– jaba en privado y toleraba en público que un partido despedazase al airo? Era don Mateo Pineda. ¿Os acordáis de aquel airo Gobernador que zniraba tran– quilo y sereno que sus secuaces incendiasen las casas del pueblo'? Era el Dr. Jerez. ~Os acordáis de aquel Director SUJilremo que anarquizó a estos departamen– tos y prodUJO los horrores de Rivas? Era don José Gue– rrero. ¿Qué tal, soldados? Ello~ son los jefes de la facción, los titulados regeneradores de Nicaragua, los mentidos protectores de las libertades públicas: ellos rnismos son. ¿Y quién,podrá creer que vengan a pro– teger el orden los :olÍsmos que bruscamente lo alieran cuando están en el mando?

El Gobierno cuenta con toda especie de recursos para dar la úliíma lección a los eternos enemigos de la paz. La generosidad prueba mal con ellosl de hoy en Inás sentirán todo el peso de la ley.

Soldados: iodo se mancomuna en nuestro favor.

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