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« Previous Page Table of Contents Next Page »San Miguel sobre lo que debía de hacer en El Salvador.
El General Gómez me informó que la paz entre Nicaragua y Honduras aun no se había firmado y que el ejércilo de El Salvador se en– contraba en Pasaquina, pueblo salvadoreño cercano a la froniera de Honduras, que él me aconsejaba que junto con mi cuadro de oficia– les, que aun no se había disuelto, me presenta– ra al General José Dolores Preza, que así se llamaba el jefe de las tropas salvadoreñas.
Acepté la sugerencia del General G6mez y me prese:q;té en Pasaquina al General Preza, quien me recibió con mucha afabilidad y me proporcionó alojamiento aparte con mis oficia– les, así corno todo lo que fuera necesario para la alimentación y sostenimiento de las fuerzas.
Durante mi estadía en Pasaquina observé en las tropas salvadoreñas mucha decisión para pelear contra las fuerzas de Zelaya, pero tanio el Gobierno como los Generales que las comandaban observaban una conducta muy prudente. Allí en Pasaquina conocí al General Rodolfo Crist¡;¡.les con quien mantuve muy bue– nas reláCiOnes. Con ambos jefes, Preza y Cris– iales, fuimos amigo's l;l.un después de habernos separado.
Nuestra esiadía en este campamento fue amargada por una lamentable desgracia. Su– cedió que un día de tantos, al joven Ignacio Páiz, recién llegado a incorporarse a nuestro cuadro de oficiales, esiando acostado en una hamaca junto con el Coronel Agustín Bolaños Chamarra, se le escapó del tahalí su revólver calibre 38, el que al caer al suelo disparó per– forándole los intestinos, suceso que larnenta– mas muchísimos porque Páiz, adelnás de ser un joven bien preparado era un conversador lnUY ameno y agradable.
La Cruz Roja salvadoreña hizo iodo esfuer– zo posible por salvar la vida de esie joven ma– nagüense, hijo del General del míSlUO nombre, Ignacio Páiz, pero iodo fue inútil y esa misma noche, después de recibir los auxilios divinos, falleció.
Allí en Pasaquina pasalnos alrededor de un mes, después del cual nos disolvimos y yo me fuí para San Miguel donde, COlnO dije an– tes, estaba el General Gómez, de quien era amigo personal.
Esiando en San Miguel fuí llalnado un día <;le ianios a la COluandancia por el Gene-ral Gó– mez para pedirlne lne hiciera cargo de la jefa– tura del Cuariel y de la Plaza, porque él iba a acompañar al Presidente don Fernando Figue– roa a una conferencia que sostendrían los Presidentes de Nicaragua, Honduras y El Sal– vador, en el vapor Marblehead que estaba es– perandolos en el Golfo de Fonseca.
Naufralmente, de esa Conferencia nació la paz, oficiallnente, entre ambas repúblicas, pe– ro el malestar enfre ellas qued6 siempre la– tente.
Después de esa Conferencia me trasladé a San Salvador, capital de la República, donde
fuí a visitar al Presidente don Fernando Fi– gueroa, quien me recibió con mucha corfesía, me preguntó por falniliares míos, principal– mente por doña Carmela Chalnorro de Cuadra. Parece que el señor Figueroa conoció personal– mente a doña Carmela cuando ella vivió en San Salvador y conservaba claro en la memo– ria su recuerdo, y es probable que haya nega– do a su conocimiento los gestos de valor que esa digna señora había desplegado cuando fue víC±ima de las persecuciones de los esbirros de Zelaya, y supo de los sufrimientos a que había sido sometida.
Después de esta prÍlnera visita seguí con alguna frecuencia concurriendo a la oficina del Presidente Figueroa, el que siempre lne recibió con mucha deferencia y siempre me mantenía las esperanzas de darnos el apoyo necesario para derrocar al Presidente Zelaya. Pero ese apoyo nunca, realmente, se materializó. Mas cuando obtuve mayores esperanzas fue cuan– do por sugerencias suyas fuí a visitar un barco que le proponían vender, lo mismo que a exa– minar unas ametralladoras que dicho barco tenía en venia. Ni una ni olra cosa me pare– cieron apropiadas y así se lo manifesté, asegu– rándome después que iba a recibir un barco mejor equipado con el que yo podría llevar a cabo una expedición contra Nicaragua, con la ayuda de alqunos oficiales salvadoreños, pero el tal barco ñunca llegó.
Así pasé más de un año en El Salvador, visiiando con frecuencia como he dicho, al Pre– sidente Figueroa, y a mis otras amistades per– sonales corno el Dr. Gasteazoro, a don Victori–
11.0 Argüello y falnilia, a don Pedro Rafael Cuadra y señora, al Vice-Presidente don Enri– que Aráuz, a don Alfredo Gallegos, a don Car– los Meléndez, a don Francisco Dueñas y a algunas ofras personalidades más.
Desilusionado de mi estadía, sin éxifo al– guno, en El Salvador, resolví mi viaje para Guatemala; pero no queriendo llegar a esa República sin asegurarme anies una ocupa– ción o empleo, escribí a Honduras al Gerente del Banco, mi amigo don Eulogio Cuadra, para informarme si el Banco iendría algo' que ofrecerlne en Guatemala. El señor Cuadra mi3 contestó inmediatamente proponiéndome la adminis±raci6n de una hacienda de repasto de novillos que el Banco tenía en anticresis por una deuda que don Quinfín Jirón fenía cOn dicha ins!itución. Esta hacienda, que era muy extensa, quedaba cerca de Santa Lucía Coízu– malguapa.
Por supuesto que acepté y le pedí a don Eulogio todos los documentos que me acrediía– ran corno tal administrador para que a mi lle– gada a Guatemala no íener dificultades para recibir el cargo.
Pero a ntes de seguir adelante, quiero pe– dir disculpas a la rnemoria de mi esposa Lag– tenia por haber omilido narrar lo que a ella le aconteció,
Es el caso que cuando nos separamos en
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