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cho el General Domingo Vásquez con:l:ra las tropas hondura-nicaragüenses que la ataca– ban.

Desgraciadamen!e las fuerzas hondureñas estaban demasiado minadas, completamente desmoralizadas, como se puede deducir por el hecho siguiente:

El día de mi nombramiento, como a las :l:res de la tarde, salí a recorrer iodos los alre– dedores de Tegucigalpa: "El Picacho", "Juana Laínez", "Toncon:l:ín", y airas. En cada uno de ellos, después de observar cómo fenían orga– nizados los jefes la defensa de esos pues:l:os, conversé con éllos para saber lo que necesita– ban para poder responder ellos por la posición encomendada, y a mi regreso a Tegucigalpa principié a enviar tropas a cada uno de los lu– gares designados que las requerían. Recuerdo bien que dis±ribuí como trescienl:os hombres entre las diferen:l:es posiciones, y corno dos ho– ras después, es±aba recibiendo ielofonernas acusándome recibo de la gente que les había mandado e informándome al mismo tiernpo de cuán:l:os Se les habían desedado hasta la ho– ra en que me estaban telefoneando, lo cual daba por resuliado que eran más los desedo– res que los refuerzos recibidos, y como,la plaza no tenía más que mil ±rescien±os soldados de reserva se llegaba a la conclusión que para ±erminar de usar esa reserva baslarían un par de días por 10 que resolví proponer al Gral. Medal ya sus Ministros, el abandonar la ciu– dad de Tegucigalpa, llevándonos iodo el ma±e– rial de guerra para Occiden±e, donde segura– men±e esos soldados del Depar±amen:l:o de Gra– cias, ya puestos en su Herra, pelearían con en– fusiasmo, y así ±ambién lograríamos desalen– ±ar a las ±ropas nicaragüenses, puesto que nos alejábamos más de su centro de operaciones.

Aunque fados estuvieron de acuerdo con. el pensamiento mío, no se pudo llevar a efecio por dificu1±ades de franspor:l:e, y quizás por al– guna desconfianza en el éxilo de la empresa, por lo que se resolvió mejor abandonar por comple±o la plaza y salir todo el que quisiera para el lugar de su preferencia. El Dr. Medal, muchos otros y yo salimos para El Salvador.

y así termina mi intervención en la guerra llamada de "Los Calpules", entre las f-...lerzas del Gral. Zelaya y las fuerzas del Gral. Bonilla.

Al terminar mi aC±uación en la República de Honduras, y an±es de ocuparme de mis ges– ±iones políticas en las Repúblicas de El Salva– dor y Guatemala, creo necesario hacer una re– quisa a rni memoria para no dejar OlTIjtidos hechos o personas que deberían figurar en es– tas mis mernorias. Por ejemplo, el que pudié– ramos llamar "Complot Reuling" que tenía por objeto el pronunciamiento del cuar:l:el de La Momotombo por su Jefe el General William Reuling.

Era éste un nor±eamericano radicado en Nicaragua, que en una de nuestras revolucio– neS salió herido, en una pierna y que después se ',casó ' con.la -señorita Ad~la.4rgüello~ ·Prima

" ... sostenía conversaciones con don Procopio Pasos..."

hermana de don Alejandro Chamarra e hija del Coronel Manuel Argüello. El parentesco por afinidad que el General Reuling estableció con don Alejandro, por medio del matrimonio con su prima, dió lugar a que esos dos perso– najes inlirnaran relaciones de las que segura– ¡;nente nació la idea de obtener el pronuncia~

miento de La Momotombo por medio de su ,Jefe. A es±e fin se dedicó el señor Chamarra, pariicipándonos, de vez en cuando, el progre, so de sus pláticas y sus esperanzas de obtener un buen éxilo.

Mien±ras tanto, el joven Ingeniero don Fernando Larios y yo, hacíamos frecuentes via– jes de esia ciudad de Managua a la de Grana– da a iraiar de la captura del General Zelaya, en un plan que explicaré más adelante. Las conversaciones sobre este asunto las sostenía– mos principalmente con don Eulogio Cuadra y

don Procopio Pasos, en la Casa de comercio que éste último tenía en Granada.

El Ingeniero Larios, sobrino del Obispo dE! ese mismo apellido, estaba recién llegado de Francia, era muy nervioso y de temperamento impetuoso, y casi dejaba con la boca abierta a los señores Cuadra y Pasos mencionados, con las vívidas descripciones que les hacía de có– mo capturaríaxnos a Zelaya y cómo éste noS entregaría todo el país.

A la verdad, tan descabellado como paré– ciera el plan, era, a mi, juicio; perfeC±az:nente prac±icable.-'. . .'

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