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« Previous Page Table of Contents Next Page »berto Larios que me acompañaba junto con otro oficial cuyo nombre no recuerdo.
Declaro que en presencia de los cadáveres
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nicaragüenses me sentí muy conmovido, y ±ra-I tanda de mejorar la situación de algunos de '
los prisioneros, se me hizo tarde, pues serían ya como las nueve de la mañana cuando dis– puse volver a donde estaban mis fuerzas para reorganizarlas y seguir la marcha sobre el Oco±al, pero cual no sería :mi sorpresa al Ter que mis tropas a uno y otro lado de la colina marchaban hacia atrás, es decir, hacia Hon– duras. Aquella fuerza que no había sufrido ni una sola baja, que había obtenido un triunfo completo, estaba sin embargo, desmoralizada
y no había ~edio de hacerla r~gresar y.orga– nizarla. QUlse detenerla pero Vl que era lmpO– sible y no quise e:mpeñarme porque compren– dí que todo sería en vano.
A mi regreso a Tegucigalpa donde sólo malas noticias llegaban de todos los frentes, me dieron instrucciones para que con mi cua– dro de oficiales nicaragüenses rnarchara para Puedo Cortés donde me ernbarcaría para Cos– ta Rica, donde :me darían una fuerza con la cual podría invadir a Nicaragua.
Salí de Tegucigalpa a Cornayagua para saludar a mi esposa Las±enia y a don Francis– co Cáceres, quien se encontrara entonces de Gobernador de ese Depar±arnen±o.
Es±ando allí en Cornayagua supe que al siguiente dí.a se verificaría un levantamiento del cuartel. Con esa noticia fuí a visifar a mi amigo don Francisco paTa darle el informe que yo tenía y para ofrecerle ir a pasar la noche junto con mi cuadro de oficiales al cuartel en referencia, con lo que yo pensaba se eviiaría su pronunciamiento a favor de la revolución, pero don Francisco me dijo que ese cuartelito no valía nada, que no tenía la menor impor– ±ancia y que era mejor que no me molestara en ir a pasar una mala noche. Ya con esa de– terminación del señor Cáceres me fuí él "La Ilusión" en la que se encontraban viviendo mi esposa Las±enia y mi hermano Evaris:to con su senora.
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En esta hacienda pasarnos la noche, los Ohclales que me acompañaban y yo, pero muy temprano de la mañana estuvimos listos para regresar a Comayagua y cuando pasábamos por 113; plaza, frente a la Iglesia, ví que el se– nor Caceres iba entrando a élla y entonces me des,mon±é, fuí a saludarlo y a avisarle que ya
e~±abamos de regreso a sus órdenes en el Pala– elO de Gobernación.
. . ~oco tiempo después de llegados a este
eSdl~lclO oírnos una gritería al lado del cuartel. ahmos a preguntar a la gente que vení.a de eSe lado qué era lo que pasaba y nos dijeron qUe los revolucionarios lo habían tornado. Fue
~~fonce~ mi .P.r0pósito ir a recuperarlo y orde-e a mlS Oflclales que alistaran sus armas y no b
s fuéramos. Eramos dieciséis en total, a la ca eZa de l.os cuales iba yo.
A! 8ab1' del edificio de Gobernaoión y
principiar la marcha hacia el cuartel amotina– do, de una de las ventanas de las casas veci– nas salió un tiro que fue a herir mortalmente a un Capitán de los que rne acompañaban, de nacionalidad salvadoreña, apellidado Durán. Seguirnos nuestra marcha y al desembocar a la plaza en donde estaba la Iglesia de todas las ventanas de las casas nos disparaban, aun– que felizmente sin herir a ninguno. Así sostu– vimos una prolongada lucha en las calles de Comayagua caminando despacio, recibiendo y
disparando balazos. Los revolucionarios que tornaron el cuartel cuando supieron que noso– tros estábaInos ±ra!ando de llegar a recuperar– lo, se vinieron hacia nosotros y hubo caso en que uno de los nue.stros defendía una boca– calle; disparaba sobre una calle a un grupo y corría a la otra acera y disparaba sobre otro grupo al otro lado de la calle. Esie oficial fue el Capitán Napoleón Ubilla de quien ya hice Inención cuando fue avanzado en San Marcos de Colón y a quien yo evité el que fuera fusi– lado. El coraje que este joven desplegó en es– ta lucha tan desigual que ±uviInoS en Comaya,– gua, es digna de ser mencionada con especia– lidad.
Nues±ro propósito de recuperar el cuartel no nos abandonó sino hasta que recibirnos ór– denes del señor Cáceres de regresar a Teguci– galpa.
Así es que regresamos, primero, de nuevo a "La Ilusión", y de aquí nos prepararnos y nos aprovisionamos con lo más indispensable, para ensegnida :marchar a Tegucigalpa, ciu– dad a la que llegamos después de dos días.
En Tegucigalpa las cosas no andaban Ine– jor de lo que habían estado en Comayagl,la, pues acababa de perderse iambién la batalla de Maraíta lugar en que las tropas hondure– ñas tuvieron pérdidas InUY serias, entre ellas la del valiente Ministro de la Guerra General Sotelo Barahona, quien estaba preconizado pa– ra futuro Presidente; el Coronel Pilar Martínez, a quien yo dí :mi bestia en la retirada de San Marcos de Colón ±arnbién perdió la vida en esta batalla, así COInO :muchos otros de la alta oficialidad hondureña.
Al Gobierno no le quedó esperanza de sos– tenerse después de perder una serie sucesiva de combates con las tropas nicaragüenses. y por eso el Presidente General don Manuel Bo– nilla partió a El Salvador antes que el enemi– go pudiera cerrarle la salida, dejando a don Saiurnino ~/[edal, Minislro de Gobernación, co– InO encargado del Poder Ejecu±ivo.
El Gral. Medal, de acuerdo con los otros mieInbros del Gabinete, Ine nombró General en Jefe de las fuerzas hondureñas y especialmen– te encargado de hacer la defensa de la ciudad de Tegucigalpa. Confieso que tal designación agradó a Ini vanidad de ;oven, y puedo decir que pedí al Dios de los Ejércitos que me diera acierto y coraje para hacer de Tegucigalpa una plaza inexpugnable con una defensa he– roioat como la que pocos afios antes había he-
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