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« Previous Page Table of Contents Next Page »Nada define mejor esta característica del conservatismo que el concepto de Maritain sobre la filo– sofía perennis que según él es "antimoderna c?ntra los e~rores ,e/e los tiempos pasados y ultra moderna para todas las verdades que se encierran en los tiempos venideros .
De cualquiera de las posturas de los doctores Ycaza Tijerino o Téfel que se adopte en definitiva se seguirían consecuencias incalculables que acabarían ya sea por disolver o estratificar al conservatismo nicaragüense poniéndose en cualquiera de los casos, fin a su misión histórica. No se trata, pues, de un
problema tan simple como parece creerlo Pablo Antonio Cuadra en su comentario de "La Prensa" aceréa de la interesante discusión, cuando sostiene que "el Conservatismo en Nicaragua lucha pOI realizar la De· mocracia y es un Partido Político que, llamándose tradicionalista, surge en un país de tradición cristiana. No hay, pues, conttadicción entre ser Conservador tradicionalista y ser demócrata cristiano". Pero eso es
simplificar demasiado las cosas porque las palabras no son puros conceptos abstractos sino que tienen uh significado real del que se derivan consecuencias plecisas. La democracia cristiana, por ejemplo, es algo mucho mas complejo que la simple descomposición de los vocablos democracia y cristianismo. Es un con– cepto bien definido con base filosófica y doctrinaria precisas.
Hay que descubrir pues, primero que es la democracia cristiana, en su esencia dialéctica propia y
en los postulados prácticos de los movimientos o partidos que la auspician, para poder ver si realmente no existe contradicción entre ser Conservador tradicionalista y ser demócrata cristiano.
Por otra pOlte, es necesario examinar a fondo cuál es la esencia del conservatismo como concepto político para poder constatar, a su vez, si no hay realmente incompatibilidad entre conservatismo y de– mocracia cristiana.
La llamada democracia cristiana, como realidad política, ha nacido de un espíritu que tiende a su– perar a Marx (outmark, Marx, dirían los norteamericanos) y en muchos casos ha caído por lógica conse–
cuencia en ulla especie de materialismo que explica la historia únicamente por la dimensión económica, aunque tratando vanamente de espiritualizdrla por el simple expediente de bautizarla con el sello de cris– tiana/ sin lograr, desde luego, cambiar la naturaleza, esencialmente materialista, del fenómeno económico. Nada ilustra mejor esa realidad que el caso del Partido Demócrata Cristiano de Chile, citado por el Dr. Ycaza Tijerino, que sostiene, por la lógica interna de su propia dialéctica, los siguientes principios esen– Cialmente marxistas:
IJ-"Abolición de la explotación del hombre por el hombre en el plano de la producción y de la distribución o comercio, mediante el establecimiento de la propiedad comunitaria de los trabajadores, O
de las comunidades de trabajo, sobre los medios de producción, o más e/aro, sobre lo que en lenguaje ca– pitalista se denomina con el nombre de Capital: fábricas, maquinarias, tierras, dinero acumulado, etc".
2)-"Supresión de la propiedad individual de los medios de producción de carácter comunitario
o colectivo. Para evitar la vuelia al capitalismo la propiedad privada individual debe extendetse solo a los bienes de consumo".
3)-"Conservación del ahorro individual solo en la medida en que no se transforme en medio de producción de carácter social".
Como se ve por el ejemplo citado, en lugar de tesultar Marx bautizado y espiritualizado, el cristia– nismo, en la Democriacia Cristiana, ha resultado materializado, se ha vuelto marxisado.
He ahí el mayor peligro de la Democracia Cristiana.
Veamos ahora el peliglO inverso para el cons€tvatismo. El de su estancamiento dentro de un con– cepto cerrado de la tradicción. En justicia no creemos que tal sea el propósito del Dr. Ycaza Tijerino; pe– ro su doctrina tan estrictamente intelectual, si bien dio/écticamente irreprochable, da políticamente la im– presión de que el cons€/vatismo debe encerrarse en una especie de torre de marfil tradicional, ajeno a las contingencias que informan la corriente histórica actual.
Sin duda en vista del peligro de la intelectualización excesiva de la política es que Rusself Kirk en
su obra "Un Programa para Conservadores" se expresa tan despectivamente de los intelectuales en la política. "Un intelectual en nuestro siglo, dice, es un miembro de esa clase lamentable que los marxis– tas llaman la "inlefligentsia", un hombre que no ha hecho mas que gustar la fuente pieria y ya está en– greído con Un desprecio por todas las cosas del cielo, y d~ la tierra, exceptuando su propio conocimien– to, un hombre que, como el orangután de Kipling tiene "demasiado ego en su cosmos".
Pero la tradición está muy lejos de ser una especie de estanque de aguas muertas, como lo hemos dicho en otra ocasión, sino que es una corriente viva que encauza, limpia y depura las aguas que fluyen
de todas las vertientes, haciéndolas fertilizantes. Esto lo comprende muy bien el Dr. Ycaza Tijerino, aun· que por su intelectualismo tan elevado de la impresIón política contraria.
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