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« Previous Page Table of Contents Next Page »Se oculla a vuesfra soberanía la necesidad de remé– diar un mal que disfrazado siempre con apariencias lisonjeras, mina y destruye el edificio social, haciendo que sean inútiles los esfuerzos y vigilancia del poder Ejecutivo.
La historia de nuestros días nos habla cara a cara para testificar la verdad de un hecho incontestable. El gobierno no pudiendo obrar por sí, sus providencias escollan en la debilidad de los medios regulares, y tie– ne que valerse de los extraordinarios, que aunque pe– ligrosos son los únicos con que en todos tiempos se ha salvado el país.
Fundado en esíos antecedentes, el supremo Direc– tor me ha ordenado proponer a vuestra soberanía la revisión toíal de la ley de 11 de mayo de 847, por el que las dichas municipalidades se redujeron a un pe– queño núm.ero, el Sr. Direcior juzga que ni todas las que se suprimieron debieron haberlo sido, ni algunas de las que existen deben permanecer, y sobre este punto os encarga que resolvais lo que os parezca más conforme y arreglado, pues que el gobierno llenando el deber que le confiere la fracción 3'. del artículo 135
de la constitución, solamente ha podido reglamentar la ejecución de la expresada ley de 14 de mayo, en cuanto al modo y términos de verificar la prilnera re– novación de los individuos municipales.
Además, vuestra soberanía fiene que fijar su alia atención sobre la muliífud de atribuciones que cargan estas corporaciones, sin que puedan dar el debido cum.plimiento a ninguna de ellas. Aquí se nota parti– culannente la falia de un sistema de policía :Qien or– ganizado. Este ran10 que es tan importante ·para el gobierno y seguridad de los pueblos, es el más aban– donado de fados, reduciéndose a lTledidas aisladas, que pronto se olvidan, a providencias inconexas que luego se relajan, y muchas veces a contradictorias de– terIninaciones que se desvirtúan por sí mismas, y es– tablecen más que nunca la confusión y trastorno. To– do esto sucederá mientras que los cuerpos municipales no tengan un sistema de policía a que arreglarse, pues que los hombres deben estar sujetos al sistema, y no el sistema a los hombres. Es un principio de economía generalmente reconocido, que el progreso de la indus– tria se halla en razón directa de la división del traba– jo, y de aquí nace que encargadas las municipalida– des solamente del ornato, de la salubridad, de la edu– cación &c: la policía de seguridad a funcionarios crea– dos al efedo bajo un sistema cOlTlbinado con los agen– tes de todos los pueblos: la composición de calles y caminos a juntas ífinerarias, según se hallan estable– cidas por decreto de 2 de junio de 1847, reglamentada su ejecución en 10 de noviembre del mismo año; sin duda alguna produciría una mejora positiva en la ad– lTlinistración interior de los mismos pueblos, y no duda el gopierno que vuestra soberanía, a quien no se ocul– tan estas consideraciones y otras muchas, que omito para no ofender vuestra ilustración, sabrá remediar es. tos inconvenientes, que si bien se examinan, son los que lTlás direcialTlente entorpecen la lTlarcha progresi– va del Estado, y en lo cual mas que en la falta de faculiades al poder ejecutivo, consiste el que no pue– dan preverse, ni relTlediarse los males que nos han afligido.
IMSTRUCiClON PUSi,ICIl
La religión, la moral, la política y la economía, esperan lTlás de la instrucción pública, que del mismo sistema de gobierno, sea cual fuese. La patria funda todas sus esperanzas en la juventud, corno el padre la funda en sus hijos, por que la patria y la casa pater– na, deben ser algún día lo que la instrucción pública perInita que ellas sean. Tal es el interés que en todas las sociedades bien arregladas, inspira la educación, y tal ha sido el que el gobierno ha puesto en dar a este ramo toda la posible latitud. Se hallan en el día establecic;ias las juntas de instrucción pública en los departamentos las universidades de León y de Grana-
d.a. y las escuelas primarias .en. casi todos los pueblos, SIn embargo, estos establecImIentos son susceptibles de mejoras. Podía dividirse la instrucción entre las dos universidades, de manera que en la una se ense– ñasen cosas distintas de las que en la otra se apren_ den, procurando así destruir el espíritu de localismo por m.edio de la intimidad de los alumnos de departa_ lTlentos diversos que debían ocurrir a una fuente co– mún, y lograr la mayor extensión de conocimien– tos científicos y profesionales. Las matemáticas, por ejemplo, la agric.uliura, la mineralogía, las lenguas &c., deb!9n ~ex: obJeto ?e.la unal Y ~a. filosofía, la juris– prudenCIa CIVIl y canonlca, la medICIna &c., objeto de la otra. Nuestra juventud a quien no ofrece el Estado más que tres vías abiertas en la carrera de la vida: la abogacía, el clericato y la medicina, parece no haberse propuesto más que hacer un estéril acopio de consu– midores, que en I;lU mayor parte condena a un triste porvenir.
Es necesario, pues, un nuevo sistema de educa– ción entre nosotros, que al mism.o tielTlpo que divida la instrucción, no produzca en pocos días una mulli– tud de jóvenes con tUulos, y sin conocimientos. El pa– dre don José Manuel Paul en su m.étodo para la for– mación de un colegio, nos indica algunas de las re– glas que debí~mos adoptar: "Para sacar hombres ilustrados, (doce), y no pedantes insufribles, se hace forzoso dar a conocer a los alumnos, la posición y destino que ocupan en la sociedad y el sagrado víncu– lo, que a ella nos estrecha. Mis conatos por lo tanto se dirigirán constantemente, a que entiendan cual es el fin de los conocilTlientos: las obligaciones con que se hallan respedo al Ser SuprelTlo, a la sociedad, y a sus mislTlas personas: y a que sus luces y sus costumbres, caminen a la par y por unos mislTlos principios. Me esforzaré y tOlTlaré particular empeño en que su ilus– ±ración vaya acolTlpañada de aquella moderación y cordialidad, que forman el caráder peculiar del ver– dadero filósofo y lo distinguen de fantos, que repután_ dose por tales, no son más que refinados charlatanes. La tolerancia, con los defeduosos, el respeto para con los superiores, y la benevolencia para con todos, serán las máximas fundalTleniales y el origen de mis exhorta– ciones y discursos. Para mejor lograr todos esios fines, les obligaré al cumplimiento de las obligaciones que han contraído en el Bautismo, y les preseniaré I algo lTlás que superficialmente 1, el verdadero retrato de un cristiano, libre de toda preocupación, útil a sus seme– jantes y capaz de las m.ayores empresas.
Al propio tiempo, trataré de llevar a cabo la en– señanza de los ram.os siguientes, para los que deberán emplearse siete años por lo menos, según el fenor que sigue. El primer curso, (que deberá durar tres años completos 1, se em.pleará en el estudio de las gramáti– cas castellana y latina: en el de geografíal y en el de historia sagrada, eclesiástica y profana. Para no con– fundir a los alulTlnos, se dará principio por la gralTlá– tica castellana, y a los dos meses, sin abandonar la castellana se dará principio a la latina. En la primera pondré particular cuidado en la aplicación exacta de los tielTlpos, y en el uso de las frases y propiedades. Sirviéndome de guía la úliima edición de la gramáti– ca por la acadelTlia española, notaré la diferencia de muchas voces que parecen sinánilTlas, las irregulari– dades de otras, y sobre todo, los abusos introducidos por el provincialismo, no descuidando tampoco, de que la pronunciación vaya conforIne con las reglas. En la gralTlática latina, cuidaré en primer lugar de no fa– tigar delTlasiado la memoria de los alumnos, a fin de hacerles lTlás llevaderos los estudios, y de que vayan perdiendo aquella natural repugnancia, que todos te– nemos al frabajo. Si se logra desde el principio, que las ciencias se les presenten con un semblante risue– ño, con menos de trabajo Se conseguirá mayor aplica– ción y por consiguiente mayores adelantos. En los otros seis meses, se repasarán los tres libros primeros, y se dará principio a la traducción en el libro de las Seledas: sirviéndonos después de Cornelio Nepóte, y del Catecismo de San Pío V. El segundo año se ocu– pará en la inteligencia de los libros 4 9 y 59: valiéndo-
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