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pade de la represéniaci6n que no habla querido con– currir a las sesiones, y posteriormente por otra que en medio de la esfervescencia popular dejó sus asien– tos precipitadamente. En este estado de cosas, el go–

bierno al propio tiempo que se ocupó de contener el ímpetu de las pasiones, no perdió nunca de vista que

SU primera y más sagrada obligación, era reunir las cálnaras ordinarias, ya qUe los sucesos habían hecho del todó imposible la reaparición de la constituyente. Los trabajos del ejeculivo a este respecio son bien sabidos, y vuestra existencia en este lugar, que yo contemplo lleno de gozo, es la prueba de sus bqenos resulíados; pero durante este intervalo han ocurrido los incidentes que vais a escuchar.

SlITUAClION POLIlTICA DEI. ESTADO

Del seno de la Asamblea constituyente y de en medio de su exíraordinaria desaparición, nacieron opuestas ideas; pretensiones diversas, cuestiones aca– loradas, y especies que cada día se fueron haciendo más alarmantes. Estas aunque difundidas por todo el Estado solo se manifestaban en acción en los depar– tamentos de oriente y mediodía, de donde había sali– do el funesto pensamiento de sustituir la acíual cons– titución, eminentemente liberal, con aira de restriccio– nes y diciaduras. La falla de prudencia de los unos y el fanatismo político de los otros, preparaban las ex– cenas que más tarde, y al tierapo de las elecciones de– bían representarse.

El primer acontecimiento que se notó fue el de el pueblo de San. Jorge el 2 de abril de 1848; y el gobier– no que vió en este suceso consecuencias que debían evitarse, dispuso que el Sr. general don José Trinidad Muñoz fuese con el carácier de comisionista a exami– nar sus causas y a procurar la reconciliación de los descontentos: dicho general suspendió con causa, de sus funciones al prefecio, y nombró otro interinamen– te: puso en libertad al alcalde del expresado pueblo de San Jorge, y a otros ciudadanos que encontró pre– sos en las cárceles de la ciudad de Rivas: dejó una guarnición de veteranos ejemplares siempre por su disciplina y subordinación, al mando de un oficial de la misma fuerza; y después de haber calmado los ánimos, volvió al punía de su residencia que por en– tonces lo era la ciudad de Granada.

En seguida tuvo lugar por la primera vez la diso– lución de la Asamblea Consiliuyente, y se comenzaron a escribir por la imprenta conceptos depresivos y se– diCiosos, dirIgiéndose contra la representación que había dejado sus asientos, y contra la dignidad del gobierno, que en aquellas circunstancias se limitó a calmar la exaltación de los dos partidos, proyectista y de oposición, sufriendo los embaíes del primero con una política impasible y con la calma que aconseja la prudencia, sin hacer mérito de las diatribas y au– daces recriminaciones, con que se procuraba desvir– tuar la autoridad del magistrado supremo.

A pesar de esto, en Granada la revolución fue to– mando incremento. La polémica a que dió lugar el proyecto, se convirtió en amenazas, riñas, pendencias, heridas y muertes, sin que bastase a evitarlas la fuer– za de línea que el gobierno había situado con previ– sión en los puntos convenientes, porque no pudiendo obrar sino bajo las órdenes de autoridades civiles, más o menos comprometidas en las cuestiones, no pudo ser eficaz este remedio.

Entonces fue cuando el supremo Director tuvo a bien autorizar al Sr. don Pedro Zeledón para que apa– reciese en Granada con el carácier mismo de impar– cialidad que animaba al gobierno; y esta medida que en su principio apagó un tanto el fuego revolucionario por la prudente sagacidad del Sr. Zeledón, se hizo después insuficiente por varias causas que él manifes– tó al mismo gobierno, solicitando al propio tiempo su retiro, que se a,cordó en 24 de octubre úllimo, quedan– do encargado del orden y tranquilidad pública el pre-

fec!o deparlamenfal, comandanie y demás auiorida– des.

Mi.entras tanfo, corno la aproximación de la época de las elecciones había comenzado a inflamar :más los par±idos, y ellos con mano armada atacaban el orden público, y por consiguiente a las autoridades el gobier– no tuvo a bien nombrar con fecha 2 de diciembre del xnismo año al mayor general don Máximo Jerez, co– ¡.nandante principal de aquel departamento con las funciones de prefecio según el artlculo 59 de la ley de 11 de mayo de 835, y dictar de acuerdo con el 15 de la constitución del Estado, el decreto de 13 del propio mes de diciembre,por el que se previno que fuesen desarmados los partidos, O lo que es lo mismo la po– blación que se hallaba dividida en bandos y con las armas en la mano. Desde la llegada del Sr. Jerez se comenzaron a ganar algunas ventajas en favor de la quietud de aquel vecindario; pero estas ventajas por la oposición que encontraba el Sr. Jerez entre las au– toridades, y algunas personas de partido y por la poca

fue~za con que, contaba, iban con tanta lentitud, que caSl se confund1811. con un empeoramienfo perlinaz.

Mientras esto pasaba las exigencias del erario público que no permitían el envía de las fuerzas ve– teranas para que pudiese marchar con ellas el Sr. ge– neral Muñoz, no habían permitido al gobierno reali– zar la medida que por último adoptó en 8 de enero de este año, destinando a dicho Sr. como pacificador que afianzase la paz en el departamento de oriente, y pasase después al del mediodía, y al de Matagalpa, donde no han faltado genios turbulentos que quieran desquiciar la concordia y buena inteligencia entre sus habitantes. El general Muñoz fue recibido en Granada con manifestaciones de confianza por los partidos y con no :menos :muestras de júbilo y gratitud por parte de los pueblos del mismo departamento, y los demás por donde siquiera ha transitado. Ellos a la fecha dis– frutan de una completa paz, con la seguridad de que las miras del gobierno son las de la felicidad de los nicaragüenses, felicidad que no puede encontrarse si no bajo el imperio de las leyes, como no se encuentra la de los hijos, sino bajo la autoridad de un padre. El gobierno después de haber llenado los deberes de pro– teger la moral pública y desterrar la torpe concusión, se lisonjea al sellar sus esfuerzos con el sublime acto de la reunión de vuestra soberanía, a quien toca hacer la completa dicha, la gloria y el engrandecimiento del Esfado.

Los incidentes que acabo de referir, y que se ma– nifiestan en el documento que os acon1.paña con el N9 4, no dejaron de embarazar la marcha regular de los negocios públicos¡ pero restablecido el orden, ella ha seguido su curso, como debe seguirlo, el que ha" bla para ocuparse de los negocios del in:l:erior.

GOBIERNO DE LOS DEPARTAMENTOS

Y DE LOS PUEBLOS

Habiendo renunciado con justas causas del desti– no de prefecto los Sres. Benito Peña que 10 era del departamen:l:o septentrional de Nueva Segovia, el de Matagalpa Liberato Abarca, el de occidente licenciado ,Justo Abaunza, y de oriente José del Monienegro, fue– ron nombrados en reposición de ellos por el mismo orden, los Sres. Concepción Mancada, Luis Zelaya, Ju– lio Jerez y José de Jesús RabIeta, en cuyo lugar ha si– do elegido posteriormente el licenciado Bentura Selva, lo :mismo que en subrogación del Sr. Felipe Sáenz del departamento ¡.neridional, 10 fue el Sr. José Manuel Selva, con calidad de dar cuenta al senado.

El gobierno político de los pueblos se resiente en– tre nosotros de cierta flojedad debida :más bien al sistema de legislación econó~ica, que a las personas que 10 ejercen, por que careOlendo de .facultades sufi– cien:l:es y de todos los recursos necesanos para :mante" ner el buen orden en sus respectivos departamentos, se ven muchas veces obligado!;! a buscar entre los hom– bres el apoyo que solo debiera prestarles la ley. No

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