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« Previous Page Table of Contents Next Page »puede decirse que la defen!>a se .esfé!'b.le,~e fanfo en fa– vor del r~o, <;:omo de la ml~ma JusÍlcla . Empero una defensa SIn lIberlad encerrado enfre los límiles de un carla iíempo no es una defensa, sino un aparato con que se quiere hacer creer que se procede conforme a lo que diefa la ley natural. La jusiíficación de un in– dividuo está subordinada a la exposición de muchos dafos que deben desarrollarse con iodo. extensión, y a la recusa9i.ón de tesiígos y jueces, que se creen parcia– les por moiívos fundados, y esto no puede praciícarse en el término perentorio de veinticuatro horas. Para refutar la imputación del más pequeño delilo es pre– ciso consunlÍr más de dos días, y tener la liberlad in– dispensable para praciícar lo conveniente. Todo crece cuando se imputa un grave crimen, y cuando el suje– io a quien se le atribuye es hombre público, principal– mente si se halla en la desgracia, porque sus antago– nistas han triunfado. Oigase como se expresa un filó– sofo sobre este parlicular: "Para fijar las ideas con más precisión, digo, que el legislador debería conce– der al reo todos los Inedias posibles de defensa, que debería permifirle que contase con el auxilio de uno o más Abogados en todos los trámites del proceso, que se valiese de su minisferio, así en las recusacio– nes de los jueces del hecho, corno en las de los tesfigos presenfados por el acusador, que les hiciese hablar por él, fanfo en la exposición del hecho, corno en la del derecho, y que debería dejarle en cualquier caso el término de diez días por lo menos para prepararse a la defensa, y concediéndole mayor plazo cuando fueren tales las circunstancias del hecho, que no pu– diese justificarse el reo, a no dársele más tiempo". Estos principios tan conformes a la nafuraleza huma– na se desconocen siempre que en las sociedades se levanfa el grito de las pasiones: entonces se abando– na el hilo del discurso, y se yergue el feroz impulso de la venganza. Los Franceses en la efervescencia de sus enconos, en el período de su revolución consignaron la prohibición expresa de defenderse, ~y cuáles fueron los bienes que produjo? Que cayeron 18,613 cabezas, que el bello sexo no se escapara de la sangrienta per– secución, que se inmolasen jóvenes embarazadas y recién paridas, y que quinientos niños, varones y mu– jeres, fuesen 'fusilados. Los anales de la nación pon_ drán a cada uno en su lugar: el asesino aparecerá con"la asesino, aunque haya dirigido el puñal por me– dio de los trámiles judiciales, de la misma manera que el ladrón se señalará como tal, a pesar de escon– derse en el laberinto de la hacienda.
No deja de decirse: si la pública voz y fama echa en cara a un hombre sus delitos, ~por qué no Se ha de sentenciar con brevedad? Los tesfigos en este caso son nmnerosos y fidedignos, puesfo que la opinión le con– dena, y el pueblo pocas veces se equivoca. Pero el que pocas veces se equivoca, alguna vez se equivoca, y éste alguna vez no se puede saber sino por el auxi– lio de un juicio en que haya una acusación y una de– fensa absolufamente libre. Esta voz pública aunque por lo regular en el fondo es cierlo lo que dice, ¡¡iem– pre es exagerada o disminuída, teniendo por est6 mu– cha falsedad lo que afirma. El espíritu de novedad, el deseo de lo extraordinario que domina a los pue– blos, la malicia, el hábito de mentir y las pasiones impiden que se presente un suceso con sus propias facciones: pasando de boca en boca se le aumenfa. o
s~ le quita, y tan pronto se forma un Gigante como un p¡gmeo. Es pues un abuso que degrada a los manda– tarios fundar uria sentencia. en la pública voz y fam.a: ".Esfa fue la que envénenó a Sócrates, la que hizo rno– nr a Anaxágoras, y la que ha coriducido al patíbulo o al oprobio tantos inocentes, tantos sabios y tantos héroes".
. TRIBUNALES DE EXCEPCION. "Nadie puede ser Juzgado por comisiones especiales, sino por un tribu– nal esfablecido con anterioridad por la ley, porque
desapareciendo la iiberlad civil en el momento en que nace la desconfianza, es preciso aparlar del ánimo de los ciudadanos la idea de que el Gobierno pueda con– vertir la justicia en instrumento de venganza, o de opresión, lo que podrá verificarse fácilmente si pudie– se ser juzgado por comisiones nombradas arbitraria– mente con 'p'osterioridad al delilo que se le acusa. Los consejos ml1ilares son mucho más horribles. No im– parlan que sean permanentes porque pueden estable– cerse con visfa de que han de com.prometerse cieríos
inc;l.iv~d':t0s cuya ruina se prefende. Nada puede ser n::>as ln)Usto y cruel, como poner repentinamente al CIudadano bajo jueces que desconocen las acciones de 1,: vida civil, y bajo las leyes más duras, dietadas en vlsfa del carácfer, y de los delifos de los mililares a quienes han de aplicarse. Esta insillución no se redu– ce en sustancia sino a asesinar a los hombres militar– m.ente, y en verla prac±icada en un pueblo, es recibir la prueba más com.pleta de la tiranía que le subyuga. Finalmente, está es una invención de los tiem.pos de proscripciones de los cuales, no deja la historia sino los m.ás dolorosos recuerdos para las almas sensibles".
Tribunales milifares y de excepción, son armas propias de los terroristas, que a imilación de las pan– teras, se quieren hacer respetar devorando a los hom– bres. Se frata, dicen ellos, de limpiar el terreno para plantar el árbol de la paz: si dijeran el de la muerle Se expresarían con exactitud. La violencia es inútil cuando tiene la opinión en confra, matando no se ha– Ce más que irritar. Ha querido senfarse com.o un prin– cipio, que los m.uerlos eran los que no volvían a in– comodar, y esto es muy falso, porque resucitan por de– cirlo así, para apoyar a los vivos que los reemplazan con toda la fuerza de su memoria, y del resentimienfo que excitan por lo que se les ha hecho padecer". Siempre que el funcionario goce de aura popular, esfá dem.ás el rigor que pone en acción en su conduc– ta politica, todos los males que haga no son necesa– rios para conservarse, ni para mantener el orden, puesto que la opinión sólo. le sostiene. Esfoy dispuesto a sentar que todo gobierno cae: sea el que fuere ha de recibir los embateS del orgullo infinito del hombre, y de esa su natural ambición de éxiender su poder, su nom.bre, su vida, su destino, sus riquezas y su saber, a cuyos golpes me parece imposible que se sostenga siempre. Cayó Julio César, cayó Napoleón, y todos descienden tarde o temprano, sea cual fuere su situa– ción/ ni la sabiduría mantiene en el poder, ni la vir– tud en el vicio, porque es una ley consfante de la na– turaleza que todo se renueve. Este es otro de los mo– tivos que me hacen creer que el terror es impotente para producir los efectos que esperan los que le em– plean. Si de todas maneras un Gobierno ha de venir a tierra es cordura nO añadir a la caída cierla los críme– nes inútiles del terrorismo.
Mi conciencia la sienfa tranquila al concluir el presente trabajo, en que no he hecho más que copiar a los publicistas. El objeto que me propongo es el bien general, y al tiempo venidero es a donde se encami– nan mis reflexiones. Finalizo diciendoos: amad a vuestros gobernantes, Y cumplid con las leyes: empe– ro si sois funcionarios públicos haced que vuestros súbditos os amen, y dadles ejemplo cumpliendo las disposiciones legales, porque desde que seáis malos ya no podéis exigir la sumisión, no feniendo derecho a conservarse en el punto que ocupan los que no dan el lleno El. sus deberes. '
Granada, Mayo 22 de 1846.
ROSALlO CORTES SANCHEZ
De la colección de documentos de don Tomás Alberto Borge D., copia en 'poder del Dr. Andrés Vega Bolaño$.
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